El turismo que se viene

En Europa algunos países empiezan a dar pasos arriesgados hacia la apertura al turismo internacional, especialmente aquellos en los que este sector de la actividad tiene un mayor peso en el global de la economía, como Italia y Grecia, que darán luz verde desde el 3 y el 1º de junio, respectivamente. Hay otros países que se lo toman con más cautela, como España –pese a que también entre los ibéricos el turismo es responsable de buena parte de su PBI– y Alemania, que fijó tentativamente el 15 de junio, pero sin mucho entusiasmo por atenerse a esa fecha.
Estos primeros movimientos se producen ante el advenimiento del verano, tradicionalmente la época más fuerte para este sector, que le daría a las economías un empuje que los países, pero sobre todo las empresas y las personas que se dedican a estos servicios no pueden dejar pasar.
Incluso la misma Organización Mundial de Turismo se ha manifestado al respecto esta misma semana. “El plan de la UE (Unión Europea), que debe mucho al trabajo del Comisario (Thierry) Breton, es un ejemplo que el resto del mundo debería seguir. La elaboración coordinada de nuevos protocolos de salud y seguridad para cada una de las partes de la cadena de valor del turismo –incluidos los viajes, el alojamiento, la alimentación y el ocio– hará más seguro viajar. La confianza es la nueva moneda de la ‘nueva normalidad’. Y el turismo está en la mejor posición posible para ser el vehículo que canalice esa confianza. Si las personas confían en los gobiernos y el sector turístico los mantiene a salvo de cualquier daño, mañana volverán sin duda a viajar”.
Por lo dicho no se trata solamente de abrir las fronteras y quedarse esperando a ver cómo empiezan a aterrizar aviones llenos de turistas desde todas las partes del mundo, como ocurría hasta hace apenas pocos meses.
La expectativa es que esta pandemia, el bloqueo y el bombardeo mediático que ha existido acelerarán un cambio en el perfil del turista, y en especial en el del turismo más exigente, profundizando los problemas que ya venían evidenciando productos poco diferenciados, como los grandes hoteles, en detrimento de experiencias más personalizadas, más íntimas.
Jordi Tresserras Juan, experto en gestión del patrimonio cultural y turismo cultural y creativo, participó esta semana en una videoconferencia organizada por el Corredor Pájaros Pintados, bajo el título “El turismo cultural frente al COVID-19: redescubrir el turismo doméstico y repensar el turismo internacional”, en la que trazó algunos de los rasgos más salientes de ese turismo pospandémico que se espera ver.
Un turismo que buscará alejarse de lo masivo, de establecimientos enormes compartiendo espacio con muchas personas, hoteles en los que cada habitación es igual a la otra y a su vez es igual a otra habitación que pudiera encontrarse en un hotel de cualquier gran ciudad de mundo.
Optará, en cambio, por hoteles vinculados a propuestas culturales relacionadas con la historia, el diseño, la gastronomía. En este sentido valoró, por ejemplo, el potencial de los vinos y los quesos que puede ofrecer nuestro país y en específico esta región.
Los próximos turistas buscarán, además, experiencias de acercamiento a la comunidad: “no sentirse un turista”, en palabras del propio Tresserras, y valorarán algunos aspectos que antes consideraba meramente secundarios, como la responsabilidad en el apego al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, lo que los destinos y las empresas que en ellos operen podrán demostrar a través de sellos de calidad. También así se buscará ofrecer la confianza de que habla la OMT, y puso como ejemplo en este sentido los sellos “Clean & safe” (Limpio y seguro) que ya han instrumentado Portugal y España.
Tresserras, conocedor del Uruguay y de la propuesta del Corredor de los Pájaros Pintados, valoró de esta experiencia el sentido colectivo que le ha dado el trabajo, la organización después de varios años de construcción de un destino complejo, compartido por varias jurisdicciones territoriales, en el que las decisiones se planifican, se ejecutan y se evalúan en forma colectiva.
“Este es un reto que compartimos muchos, en vuestro caso la ventaja que tenéis es que las personas que lo están promoviendo no tienen que descubrir el ‘hilo negro’ sino que ya lo conocéis y con todos los instrumentos, y sobre todo, de una forma articulada con el sector, es realmente como se puede implementar un plan. Evidentemente un plan no es para tenerlo guardado en la estantería sino es para irlo modificando, y eso es lo que están haciendo con una actividad como esta. Por ejemplo, a mi me sirve para decir ‘hay un destino, que es el Corredor Pájaros Pintados que tiene un plan, que lo han adaptado a la realidad y que puede ser un modelo’”, expresó.
Tresserras animó a observar que hay algunas inversiones necesarias más allá de que a primera vista no aparezcan entre las primeras opciones. Pongamos por grueso ejemplo que existiera aquí un castillo medieval.
Su conservación en sí no tendría mucho sentido si no se considera que de ese atractivo depende todo un ecosistema de servicios turísticos que sin él no podrían existir. Invertir en mantener el atractivo y dejar que de los servicios se encarguen los pequeños actores de la comunidad, los que pueden ofrecer esas experiencias individualizadas. Ni más ni menos que lo que se ha venido haciendo en el Corredor.
La planificación requiere tomar en cuenta los pasos que se han dado y asumir que resta mucho por hacer. Pero, sin embargo, hoy cuando las condiciones son difíciles, cuando la mayoría de los actores del sector afrontan dificultades, las señales parecen mostrar que el rumbo recorrido es el adecuado y que sería más que prudente mantener la apuesta.