Un respiro nada más

“El COVID-19 no representa en absoluto algo prometedor para el medio ambiente”, afirmó la directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Inger Andersen. ¿Entonces qué significan las fotos visibles que circulan en redes sociales e Internet respecto al “reverdecer” de la naturaleza, los peces que vuelven a los canales de Venecia, aves, ciervos y otros animales salvajes circulando por calles y parques de diferentes ciudades o las fotografías desde el espacio que muestran un mundo menos contaminado?
La misma jerarca contestó esa pregunta señalando que “los impactos positivos visibles, ya sea la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, son sólo temporales, porque se derivan de una aguda desaceleración económica y un trágico sufrimiento humano” a la vez que advirtió que es altamente probable que la pandemia también provocará un aumento en la generación de desechos médicos peligrosos.
Se trata de una advertencia en cuanto a que las señales de mejora sólo son temporales y que la vuelta a la nueva “normalidad” implicará un nuevo sacudón a la situación ambiental planetaria y el retorno a graves situaciones de contaminación que si hoy día no están ocurriendo es simplemente por el detenimiento de actividades debido a la situación sanitaria.
En este sentido, es claro que las emisiones de gases de efecto invernadero han disminuido y la calidad del aire ha mejorado como consecuencia de las medidas de contención de los gobiernos frente a la pandemia de coronavirus, por lo que se trata de un impacto positivo pero temporal.
“Este no es un modelo de respuesta ambiental y mucho menos el modelo de un ambientalista”, dijo Andersen. Al respecto, en un artículo difundido en el sitio web de la ONU, la jerarca informó que el Instituto Scripps de Oceanografía (Estados Unidos) ha destacado que el uso de combustibles fósiles tendría que disminuir aproximadamente 10% en todo el mundo, y mantenerse así durante un año, para que la reducción pudiera reflejarse claramente en los niveles de dióxido de carbono.
Por su parte, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advirtió que la reducción de las emisiones como resultado de la crisis económica provocada por el coronavirus, no debe entenderse como sustituto de acciones contra el cambio climático.
Si bien reconoce que los esfuerzos por controlar la pandemia han determinado la reducción de la actividad económica y esto derivó en mejoras localizadas en el aire, la organización señaló que es demasiado pronto para evaluar las implicaciones para las concentraciones de gases de efecto invernadero que son responsables del cambio climático a largo plazo y que hasta fines de marzo –recordemos que la pandemia se inició a fines del año pasado– los niveles de dióxido de carbono en las estaciones de observación clave han sido más altos que el año pasado. En este sentido, el organismo explicó que las emisiones representan lo que pasa a la atmósfera, mientras que las concentraciones representan lo que queda en la atmósfera después del complejo sistema de interacciones entre la atmósfera, la biosfera, la litosfera, la criosfera y los océanos.
Ambas agencias de la ONU coinciden en que es altamente probable que una vez superada la pandemia la reanudación de la actividad económica, productiva e industrial vuelva a tener el mismo impacto contaminante que ha tenido previo al COVID-19 ya que la experiencia pasada sugiere que la disminución de las emisiones durante las crisis económicas es seguida por un rápido aumento que viene con la reactivación.
En este sentido, un estudio en Nature Climate Change citado por la Organización Meteorológica Mundial señala que a la crisis financiera mundial de 2008-2009 siguió un fuerte crecimiento de las emisiones en las economías emergentes, un retorno al crecimiento de las emisiones en las economías desarrolladas y un aumento en la intensidad de los combustibles fósiles de la economía mundial.
“El mundo necesita demostrar la misma unidad y compromiso con la acción climática y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que contener la pandemia de coronavirus. El fracaso en la mitigación del cambio climático podría conducir a mayores pérdidas tanto de vidas como económicas durante las próximas décadas”, dijo el director de la OMM, Petteri Talas, quien entiende que es irresponsable minimizar “los enormes desafíos de la salud y la pérdida de vidas que causa el COVID-19 a pesar de las reducciones locales de contaminación y la mejora en la calidad del aire”.
Por su parte, la directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente dijo que sólo las transformaciones sistémicas a largo plazo cambiarán la trayectoria de los niveles de CO2 en la atmósfera.
Se entiende que en el período posterior a las crisis, cuando se diseñen paquetes de estímulo económico que incluyan infraestructuras, debería tenerse en cuenta atender esa demanda favoreciendo de alguna manera los proyectos sostenibles en cuanto a inversiones en energía, transporte limpio o edificios inteligentes entre otras iniciativas que apoyen un cambio a largo plazo hacia formas empresariales y personales ambientalmente más amigables.
Algunos países europeos están comenzando a implementar variadas iniciativas a favor del medio ambiente y reduciendo el transporte automotor para facilitar la circulación en bicicleta o a pie. Sin embargo, se necesitarán otros aportes y acciones a nivel mundial para cambiar una situación sobre la cual hay claras luces de advertencia. No será sencillo, especialmente porque algunos líderes mundiales, como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, siguen desconociendo la existencia del cambio climático y alentando el uso de combustibles fósiles.
La pandemia por coronavirus no ha venido a solucionar los problemas ambientales, sino a agravar los males del mundo con graves consecuencias de la crisis sanitaria y económica. Lo que sí ha quedado demostrado es el impacto del cese del consumo y la capacidad de resiliencia de nuestro propio planeta, que demuestra que aún tiene alguna posibilidad de “sanar” del maltrato ambiental que ejercemos quienes vivimos, trabajamos, producimos, nos recreamos y vivimos en él. ¿Caminamos hacia un mundo ambientalmente más sano? Seguramente dependerá en gran parte de poder encaminarnos hacia una economía con consumo e impacto ambiental más sostenible.