Soluciones reales, sin buscar el aplauso fácil

El intento del gobierno de coalición de llevar adelante la aprobación del Presupuesto Quinquenal sin un incremento del gasto estatal seguirá rodeado de fuerte oposición y polémica, impulsadas en gran medida por motivos político-ideológicos y por las corporaciones sindicales que siguen reclamando aumento del salario real o por lo menos mantenerlo cuando los ingresos se han contraído fuertemente y por lo tanto sin tener en cuenta para nada las circunstancias que atraviesa el país y el mundo, demandando más recursos que cualquiera sabe, solo pueden obtenerse si se los saca a otros sectores que deberían así ser postergados para seguir privilegiando a quienes tienen más poder de movilización.
El punto es que el debate continúa desde esta semana a nivel parlamentario, habida cuenta de que se contó con la media sanción de la Cámara de Representantes y la Cámara de Senadores cuenta con un plazo de 45 días para la aprobación definitiva del proyecto.
El tratamiento general del proyecto contó con votos de seis de los siete partidos que componen la Cámara de Representantes y a partir del lunes de la semana anterior se desarrolló el tratamiento del articulado que finalmente culminó el viernes en una sesión de casi 20 horas.
En esta oportunidad el proyecto quinquenal está rodeado de circunstancias particularmente distintas a los que fueron los anteriores, no solo porque es el primero en quince años en que no está en el gobierno la coalición de izquierdas, sino porque se conjugan factores agravantes para las cuentas públicas y la realidad socioeconómica del país: el Frente Amplio entregó el gobierno con más de un 5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) de déficit fiscal, actividad económica en caída sistemática y un fuerte desempleo, además de un gasto rígido del Estado que deberá afrontarse tanto en bonanza como en crisis.
Es así que el nuevo gobierno asumió en crisis y encima se vino encima del mundo la pandemia, lo que no solo ha sido determinante para la caída de actividad interna y consecuente mayor desempleo y menor reciclaje de recursos, sino también situación en creciente deterioro de empresas, fuerte endeudamiento y caída de la demanda externa, porque no hay país que en mayor o menor medida pueda escapar directa o indirectamente de esta cadena de infortunios.
Si encima hay un mayor gasto estatal por concepto del pago de subsidios a los sectores más perjudicados, incluyendo el Seguro por Desempleo y otros desembolsos inherentes a la pandemia, convendremos en que el escenario dista de ser el mejor para incurrir en mayor gasto y seguir cargando sobre los sectores reales de la economía, sobre los propios trabajadores, el fardo de la mayor demanda de recursos desde el Estado, cuando además los anteriores gobiernos gastaron todos los ingresos extra provenientes de la década de bonanza por el viento favorable del exterior.
Se debe por lo tanto incorporar un Presupuesto sobre bases sustentables, sin caer en optimismos delirantes de recaudación, porque abatir el déficit fiscal no es fácil y ello quedó demostrado en los sucesivos anuncios del exministro de Economía Danilo Astori, cuando anunciaba una y otra vez que se iría reduciendo el déficit fiscal hasta situarlo a fines del año pasado en el orden del 2 por ciento, y en cambio lo entregó por encima del 5 por ciento y creciendo. ¡Y eso sin pandemia!
Además, y no menos importante, es tragicómico, por decir lo menos, pensar que la recuperación económica vendrá por un mayor gasto del Estado, como todavía sostienen algunos voceros de la izquierda, porque hace rato que el mundo que avanza sabe y ha asumido que el Estado no es la solución sino el problema, salvo para incursionar por algún tema puntual para salir del apuro y sostener por un tiempo alguna actividad estratégica hasta que sea autosustentable.
Ergo, los esfuerzos deben volcarse a sostener la estantería para que no se caiga, apuntalar el empleo y sobre todo a los proveedores de puestos de trabajo, es decir a las empresas para que no se salgan del circuito de actividad. En buena medida ello se sostiene en un presupuesto austero, mejorando la calidad del gasto tanto como su volumen, y corregir las distorsiones y desigualdades que se dan dentro del propio Estado, donde hay hijos y entenados.
La reactivación económica, con o sin pandemia, llega de la mano del esfuerzo del sector privado, de los capitales de riesgo, el verdadero motor de la economía, con un Estado que sea reducido a una expresión razonable y que pese menos sobre los actores de la economía, respecto a lo que el Presupuesto está llamado a ser un instrumento fundamental.
Y más allá de la gran gama de aspectos que comprende, nos quedamos con una línea de trabajo como la que expone el senador de Cabildo Abierto Guillermo Domenech, quien consideró que le interesa conocer más en detalle datos sobre los diferentes “estímulos” que tiene el Presupuesto para la actividad comercial e industrial. Según dijo, “nos interesaría tener alguna referencia sobre los estímulos que puede contener el Presupuesto para la actividad comercial e industrial respecto a este problema en el que estamos inmersos con motivo de la pandemia. Además por la herencia recibida de un país con un enorme déficit fiscal, un gran endeudamiento, una enorme cantidad de personas en seguro de paro, una creciente desocupación, como venía manifestándose. Es necesario que los sectores comerciales e industriales reciban señales que le permitan superar esa situación deficiente que el país sufre, agravada enormemente por esta pandemia”.
Pero resulta poco creíble que a través solo del Presupuesto Quinquenal se pueda lograr una recuperación dentro de un plazo más o menos breve, en nuestra situación altamente dependiente del mercado exterior, incluyendo al turismo, que este año seguramente va a tener una temporada desastrosa –probablemente mucho peor que durante la crisis de 2002–, por cuanto se requiere una dinamización a través del reciclaje de recursos frescos y dar sustentabilidad a la ansiada reactivación.
Para ello, mal que nos pese, Uruguay, como otros países de la región sin espalda financiera, como es el caso de naciones desarrolladas, necesita también contraer deuda a costos razonables para inyectar dinamismo en su economía y atender los gastos médicos y de apoyo a sectores sociales y económicos afectados por el COVID-19. Y se ha recurrido ya a fuentes combinadas de fondeo a través de préstamos de organismos internacionales y emisiones de bonos en los mercados tanto del exterior como locales.
Es cierto, no solo con dinero –que habrá que administrar de forma muy criteriosa– se podrá dar respuestas a la problemática que nos ocupa, sino que habrá que trabajar en conjunción con herramientas en el Presupuesto Quinquenal en generar condiciones para la reactivación y sustentabilidad de los sectores clave de la economía, la provisión de empleos genuinos en el área privada y regenerar la economía de las empresas.
Todo otro rumbo, otro intento de cortar camino sería ni más ni menos que buscar el aplauso fácil de la tribuna, y comprometer el futuro con tal de hacer el presente algo más llevadero, que es como sustituir el medicamento por un placebo y pretender que tenga el mismo resultado.