La policía comunitaria y el COVID-19

Han pasado más de ocho meses desde el día en el cual Uruguay tuvo su primer caso de coronavirus. Es verdad que para muchos parecería que han pasado años, especialmente por esa sensación de un futuro que no termina de concretarse con un mínimo de anticipación. Durante todo este tiempo la COVID-19 se ha transformado en el tema que ocupa las noticias y conversaciones de todos los habitantes del planeta, sin importar su lugar de residencia, transformándose en un fenómeno de múltiples aristas y consecuencias ya que se trata de aspectos sanitarios, económicos, sociales, culturales, ambientales (pensemos en los millones de tapabocas descartados diariamente) o educativos, entre muchos otros.
En este panorama, tanto los gobiernos como las instituciones públicas y privadas y las personas en general han modificado muchas de sus conductas y lo que ayer parecía para algunos una solución mágica (la cuarentena total) hoy es rechazada en forma unánime mientras que se trata de lograr, a través de un mecanismo de “ensayo y error” y de un monitoreo diario de la situación, la mejor forma de minimizar los efectos de una pandemia que no es la primera y que tampoco será la última que le tocará enfrentar a la humanidad. Mientras los gobiernos y empresas farmacéuticas están empeñados en encontrar una vacuna para esta enfermedad, los habitantes de todo el planeta debemos ingeniarnos para seguir adelante con nuestras actividades, cuidando nuestra salud, nuestros trabajos y el bienestar físico y espiritual de las personas que nos rodean. Para lograrlo, debemos adaptarnos a las nuevas condiciones de un fenómeno cuyas características y consecuencias nadie podía prever y que no tiene una fecha cierta para su finalización
Como ha señalado el Profesor Fethi Mansouri (Doctor en Filosofía, titular de la Cátedra Unesco de Diversidad Cultural y Justicia Social de la Universidad Deakin de Melbourne) el desafío planteado por esta pandemia “ha sido multidimensional y ha significado que hemos tenido que repensar profundamente la forma en que operamos, como individuos, como grupos y como comunidades. Y cuanto más nos adentramos en la pandemia en términos de su propagación, más profundos son estos desafíos que también se vuelven absolutamente esenciales para gestionar la pandemia. La gente de todo el mundo está empezando a sentir la tensión de vivir y trabajar de maneras que no les permiten separar lo personal de lo profesional ni participar en la interacción interpersonal cotidiana. Y como sabemos, los seres humanos son principalmente seres sociales: necesitan el contacto, el intercambio y la interacción para poder sostener lo que hacen, pero también para su bienestar mental y de salud. Así que muchas de las características que dieron forma a nuestra vida moderna, incluso postmoderna, se han visto gravemente afectadas por el COVID-19”.
Es por todo ello que el mejor combate sigue basándose en una conducta social adecuada que refleje un compromiso personal de cuidarse y cuidar a las personas con quienes compartimos actividades o un espacio físico determinado ya sea en forma transitoria o permanente. Se trata, como lo han señalado algunas autoridades nacionales e internacionales, del ejercicio de una libertad responsable que haga sustentable el esfuerzo por superar de la mejor manera esta página sanitaria tan compleja de la historia mundial. En algunos casos no basta con apelar a la responsabilidad individual o a la conciencia colectiva de los habitantes y por ello resulta necesario reforzar esa tarea mediante el uso de la fuerza pública tanto para prevenir la violación de normas legales en vigencia como para castigar a los responsables cuando la misma se ha concretado. En ese sentido, creemos que las acciones deben estar orientadas al diálogo, el convencimiento y la apelación al razonamiento ya que el uso de la fuerza no puede ni debe ser la primera opción en este tipo de situaciones.
Es precisamente para esa tarea que combina dotes comunicacionales, empatía y firmeza donde un cuerpo como la Policía Comunitaria tiene una gran tarea para desarrollar, la cual seguramente tendrá frutos rápidos y concretos. Como surge de la página web del Ministerio del Interior, “El rol del Policía, en el caso de ‘los Comunitarios’, utiliza un modo de trabajo diferente al que realiza el policía generalmente. Llega a la población mediante el relacionamiento y la comunicación con sus diferentes actores, comparte una gran cantidad de horas entrevistándose con los vecinos de un área determinada para conocer los problemas que existan y a partir de ello interviene. A diferencia de otros programas adoptados por el ministerio del Interior, el modelo Comunitario hace que un mismo grupo de Policías permanezca en un área determinada por largos períodos de tiempo, logrando vincularse con los vecinos y logrando la aceptación y la confianza, para generar un sentido de pertenencia del mismo con la gente y con el lugar. (…) la Policía Comunitaria trabaja diariamente en materia de prevención, mediación, pacificación de conflictos, así como también brindando charlas, talleres y cursos que enrolan seguridad y convivencia a niños, jóvenes y adultos mayores. Al estar insertados en diferentes contextos que presentan distintas problemáticas, poseen vasta experiencia en el trabajo de campo”.
Las habilidades antes mencionadas transforman a este cuerpo de la Policía Nacional en un operador calificado para enfrentar y llevar a buen puerto situaciones que la mayoría de las veces pueden ser neutralizadas sin necesidad del uso de la fuerza. Se trata de situaciones que pueden darse todos los días en cualquier barrio o zona de nuestro departamento y que no necesariamente involucran jóvenes (a quienes no hay que atribuirles todas las culpas ni presentarlos como el origen de todos los males) ya que ningún grupo etario ni de actividad está libre de incumplir los protocolos que las autoridades sanitarias han dictado para la protección de la salud pública. El hecho que muchas veces estas situaciones se planteen en ambientes donde se consume alcohol o donde existe una euforia particular en los asistentes hace que la experiencia y conocimiento de la Policía Comunitaria se haga más necesaria y también más útil.
Las autoridades tienen la obligación de hacer cumplir las normas en vigencia, de la misma forma que los ciudadanos tienen el derecho a disfrutar del derecho de reunión y de circulación consagrados en nuestra Carta Magna, pero tanto unos como otros deben recordar que la salud, es también una obligación de quienes habitan la República Oriental del Uruguay, porque así lo establece el artículo 44 de la Constitución Nacional según el cual “todos los habitantes tienen el deber de cuidar su salud”. La Policía Comunitaria tiene un importante rol a desempeñar para ayudar a la población a lograr ese objetivo a través de una tarea policial que, como dice el famoso Martín Fierro, “no es para mal de ninguno, sino para bien de todos”.