Retener a la juventud en el medio rural

Los encuentros que celebran año a año integrantes de diversas entidades rurales dan una pauta de las inquietudes que forman parte de las prioridades en los jóvenes que residen en vastas áreas del país, con estrecha vinculación con las actividades del agro.
En el último encuentro se contó con participación del Movimiento de la Juventud agraria (MJA), Comisión Nacional de Fomento Rural (CNFR), Cooperativas Agrarias Federadas (CAF), Asociación Nacional de Productores de Leche (ANPL), Federación Rural, Asociación Rural de Jóvenes del Uruguay (ARJU), Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas y Red Nacional de Agroecología. En este foro, las reflexiones de representantes de las diversas entidades de jóvenes participantes dan la pauta de las áreas de interés del joven rural, ante consideraciones como que “ser joven es un constante desafío entre el avance de la tecnología y las limitaciones del medio”, a la vez de plantearse una preocupación general por el estado de la caminería rural y la necesidad del acceso a la tierra.
Otros planteos involucran inquietudes como la necesidad de la capacitación para los jóvenes, sí como dar respuestas a “las ganas” de muchos de ellos de quedarse a trabajar en el campo. Otras referencias apuntaron a subrayar la importancia de las tecnologías que regeneran la tierra y los ecosistemas, buscar en el medio rural espacios más cercanos a las ciudades para poder generar vínculos y a la vez vender sus productos directamente.
Paralelamente, hay marcado consenso respecto a que la juventud de las áreas rurales encuentra las más de las veces incomprensión en el sistema político, sobre todo en la capital, en asumir que es preciso crear condiciones para que los jóvenes que quieran vivir en el campo puedan hacerlo, a través del acceso a la tierra, la educación y la recreación, que dignifican la vida en el campo.
En este sentido, el reclamo generalizado, que viene ya desde hace mucho tiempo, es contar con políticas públicas que impulsen a las juventudes rurales y generar los espacios para que los jóvenes permanezcan en el campo, a la vez de contar con apoyo una vez que accedan a la tierra.
Estos aspectos sin dudas son los ejes centrales de las acciones reclamadas a los gobernantes, no solo por los jóvenes que viven en el medio rural sino por actores de todas las edades en los sectores vinculados al agro, y por regla general por quienes desde diferentes ámbitos perciben el país como un todo, en la interacción e interdependencia campo-ciudad y no como una dicotomía, así como su proyección vital sobre la economía del país.
No puede perderse de vista además que es un elemento fundamental para un país de neta base agropecuaria el retener a las familias en los campos, con políticas proactivas sistemáticas, como políticas de Estado más que como una reacción temporal ante circunstancias puntuales. Que estas políticas no han dado los resultados esperados surge del hecho de que continúe sistemáticamente la migración campo-ciudad, en la que los jóvenes juegan un papel fundamental por falta de atractivos en su lugar de origen y pretenden hacerse su lugar en la vida.
Es notorio que las entidades ruralistas sitúan los puntos clave para trabajar en este sentido, y tienen que ver con el acceso a la tecnología, la educación y la capacitación, el acceso a la tierra, mejores servicios sobre todo en caminería rural pero también en el tramado social, en el tejido socioeconómico, el crédito para poder trabajar la tierra, una mayor cercanía con la ciudad para acceder directamente a los mercados y obtener mejores precios por su productos, por mencionar solo algunos aspectos más conocidos.
Por lo demás, como tal vez en ningún otro sector, se dan en el campo movimientos migratorios que responden a ciclos económicos, es decir que cuando hay problemas de precios de las commodities y de la demanda de empleo en general es cuando se acentúan las corrientes migratorias, pero siempre en un contexto de altas y bajas que no se ha podido revertir en cuanto a su dirección, es decir la migración siempre hacia los cordones marginales de los centros urbanos por residentes en las áreas rurales.
Asimismo, la falta de oportunidades laborales, de posibilidades de crecimiento en el propio medio rural, de escasos polos de desarrollo que empleen mano de obra en relación con la demanda existente en los rincones más alejados del país, conspiran contra un esquema de equilibrio en ventajas y desventajas comparativas de estar asentados en el campo y en localidades rurales, donde a muchos gobernantes solo se les conoce cuando van a buscar votos en períodos electorales, lamentablemente.
Pero cuando se reclaman políticas de Estado se asume, con muy buen criterio, que es impensable que por mayor voluntad política y disposición que haya, en un solo período de gobierno o en un único partido puedan generarse condiciones determinantes para enlentecer y menos aún detener este proceso migratorio y la falta de oportunidades. Es necesaria la participación de todos los actores, tanto del sistema político como de los organismos del Estado, entidades y sectores representativos del quehacer nacional en todos los ámbitos, para trabajar en el diseño y la instrumentación de políticas que coordinen esfuerzos –más allá de un período de gobierno– para quebrar este círculo vicioso de pobreza-emigración desde el ámbito rural, y poner énfasis en dar oportunidades y retener a los jóvenes en su medio.