La importancia de la lectura

Carmen Hernández Rivas, especialista de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha señalado que “la lectura es una acción personal que nunca se termina de perfeccionar por ello es importante su práctica diaria, es una tarea a la que hace unos años no podían acceder muchas personas cuyo aprendizaje en sí entraña un gran éxito porque es la llave de nuestra identidad. Cada vez que leemos nuestra mente se enfrenta a nuevos retos, a distintas visiones, opiniones… con la que nos convertimos en seres capaces de dar forma a nuestras ideas y de esa forma comprender el mundo, ya que a través de la lectura se conoce y por los tanto es más difícil que seamos manipulables. A través de la lectura, la persona hace comparaciones de las cosas que lee y a partir de ahí hace juicios de valor y en base a ello sus propias aportaciones. Además, valiéndome de mi propia experiencia es normal que sea más difícil entablar una conversación fluida con una persona que no lee que con una persona que practica la lectura a diario. Esto es debido a que las personas que no suelen leer no desarrollan un vocabulario amplio ni tampoco un nivel de conocimientos adecuado. También se puede observar que cuando se habla con una persona que no lee se puede convencer rápidamente porque no tiene muchos argumentos a la hora de defender algún posicionamiento”.
La lectura posee, claramente muchas virtudes ya que no solamente nos permite manejarnos en la vida diaria a través de los diferentes elementos escritos que manejamos (un recibo de salario, la etiqueta de un producto o un informe médico) sino que además nos permite conocer y entender los hechos que suceden a nuestro alrededor. Antes de la invención de la imprenta por parte del alemán Johann Gutenberg (1399-1468), la confección de libros estaba limitada no sólo desde el punto de vista cuantitativo ya que sólo existían algunos pocos ejemplares de cada obra, todos ellos escritos a mano y coloreados mediante tintas de origen animal o vegetal, sino también desde el punto de vista cualitativo ya que la temática de los mismos estaba limitada a las opiniones o intereses de quienes podían financiar tales publicaciones que tardaban años en realizarse, la mayoría de las veces a costos inalcanzables para las clases populares, los cuales muchas en general no sabían leer. Es por ello que la imprenta constituyó un invento realmente revolucionario que permitió no sólo la difusión de los diversos aspectos del acontecer humano, sino que dio cabida a otras voces que habían estado acalladas por no pertenecer a los círculos más privilegiados de las sociedades de entonces. Adicionalmente, la imprenta permitió que más personas accedieran a la educación y por ende que se convirtieran en nuevos lectores, creándose así un círculo virtuoso que refuerza los esfuerzos educativos de cualquier sociedad en todas las épocas. La famosa película “El nombre de la Rosa”, protagonizada por el actor escocés Sean Connery se refería precisamente a una época en la cual la posesión material de los escasos libros existentes era un objetivo en sí mismo ya que en su propiedad residía el conocimiento y el poder. En el día de hoy la situación ha cambiado drásticamente ya que en un celular de última generación se puede acceder y almacenar más libros y mayor conocimiento del que existían tras las gruesas murallas que protegían las pocas bibliotecas existentes en esa época pasada. A pesar de ello, el problema mantiene mucho de su esencia original: hoy accedemos a información que muchas veces no entendemos y que no podemos descifrar o analizar. Podemos estar informados sobre el conflicto de Medio Oriente, el resurgimiento de la ultra derecha en Europa o los conflictos políticos, religiosos y sociales en varias partes del mundo pero no somos capaces de entender o explicar sus causas, su importancia, su desarrollo y sus consecuencias. Para poder hacerlo debemos volver a la lectura, porque solamente ella nos permitirá superar el conocimiento superficial de que algo sucedió para entender su verdadero origen y eventual devenir. Este paso es trascendental porque nos permite pasar de ser meros espectadores que describen una situación específica y puntual a ser protagonistas a través de la generación de nuestras propias opiniones como fruto de esa lectura. Pero para que esa lectura sea válida, hay que dedicarle tiempo. Y las generaciones del celular y la tablet, precisamente lo que no hacen es leer en profundidad. Cualquier texto de más de 300 palabras y que no sea en el lenguaje al que están acostumbrados ya es demasiado.
Como ha señalado la periodista española Yaiza Saiz “dicen que a la lectura sólo hay que dedicarle los ratos perdidos, que se pierde vida mientras se lee. Lo cierto es que, agradable pasatiempo para muchos, obligación para otros, leer es un beneficioso ejercicio mental. (…) Favorecer la concentración y la empatía, prevenir la degeneración cognitiva y hasta predecir el éxito profesional son sólo algunos de los beneficios encubiertos de la lectura”. Adicionalmente, según Saiz, “El ejercicio de leer cobra sentido al final de nuestras vidas”. Neurólogos y psicólogos recomiendan “la lectura como método preventivo del Alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas”, señala el doctor Pablo Martínez-Lage, coordinador del grupo de estudio de conductas y demencias de la Sociedad Española de Neurología. Cuando una persona comienza a padecer síntomas de demencia y a perder autonomía, influyen dos factores: las lesiones que ha producido la enfermedad y la pérdida de la capacidad de compensar. Compensar es poner a funcionar áreas del cerebro que antes no funcionaban, poner en marcha la reserva cognitiva, es decir, la capacidad intelectual acumulada a lo largo de su vida mediante conocimientos y actividades intelectuales. Para disponer de una buena reserva cognitiva es importante tener una vida intelectualmente activa. ‘Quienes se mantienen mentalmente en forma a lo largo de su vida, corren menos riesgo de padecer alzheimer, parkinson o enfermedades cardiovasculares’, concluye Martínez-Lage”.
Sin dudas que leer mejora la capacidad de utilizar correctamente el lenguaje, tarea que se ve amenazada no sólo por las redes sociales que exigen abreviaciones y formas de escritura que distorsionan la comunicación y la empobrecen, sino también por un desprecio más o menos evidente que campea en muchos ámbitos contra quienes hablan en forma correcta o tienen el buen hábito de leer. En el fondo, se trata de un rechazo encubierto a todo lo que signifique conocimiento y esfuerzo intelectual, especialmente si los mismos se han vistos traducidos en títulos universitarios cuyos profesionales muchas veces son menospreciados por el solo hecho de serlo. Si bien es verdad el famoso refrán español según el cual “Lo que natura non da, Salamanca non presta”, también es real lo inverso: no se pueden adquirir en la tan mentada “Universidad de la Calle” los conocimientos que surgen de la lectura de miles y miles de páginas que habilitan a una práctica profesional calificada. Al fin y al cabo, los destacados científicos que forman parte del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) que se viene desempeñando en la prevención y el combate del COVID-19 es, precisamente, un claro exponente de la importancia de la lectura y de los beneficios para toda la sociedad: leer los llevó a entender y esto los llevó a ser calificados expertos en su materia, aplicando sus conocimientos en la práctica y logrando más experiencia a través de la misma. Un claro ejemplo de la lectura y su derrame beneficioso para toda la sociedad.
En definitiva, se trata de impulsar la lectura para acceder a sus innumerables beneficios y como forma de hacer realidad aquella frase acuñada por los romanos: “nulla dies sine linea” (ni un día sin leer una línea).