Amenazados

En Uruguay existen numerosas especies amenazadas que podrían perderse y sumarse a una larga lista de especies de mamíferos, aves e insectos que han desaparecido y quizá no vuelvan a recuperarse. Entre las que estaban en peligro de extinción hasta el año pasado se incluyen algunas muy conocidas y otras no tanto, como el armadillo, coatí, guazubirá, oso hormiguero chico, aguará guazú, venado de campo, lobo fino sudamericano, ñandú, cisne de cuello negro, margay, tucu tucu y el coendú.
Aproximadamente el 30% de nuestras especies prioritarias están amenazadas, siendo un porcentaje más alto que el de la media internacional, situación que se explica fundamentalmente por el hecho de que una gran parte del territorio está dedicado a la producción.
Muchas especies de fauna no están siendo utilizadas de forma sostenible y resultan impactadas por la caza indiscriminada o el comercio internacional de vida silvestre, un tráfico que mueve millones de dólares anualmente en el mundo y afecta a cientos de millones de especímenes de animales y plantas. Se trata de un comercio muy diverso que incluye desde animales y plantas vivas hasta una vasta gama de productos de vida silvestre derivados de los mismos, como productos alimentarios, artículos de cuero de animales exóticos, instrumentos musicales fabricados con madera, artículos de recuerdo para los turistas y medicinas, entre otros.
¿Por qué es un tema que debe preocuparnos? En primer lugar porque los animales salvajes y las plantas silvestres, además de su valor intrínseco, contribuyen a los aspectos ecológicos, genéticos, sociales, económicos, científicos, educativos, culturales, recreativos y estéticos del bienestar humano y el desarrollo sostenible. Y, además, porque está amenazado su hábitat.
Cerca del 80% de las especies silvestres terrestres viven en los bosques y casi un 90% de las personas más pobres del mundo dependen de algún modo de los recursos forestales. Sin embargo, cada año se pierden 4,7 millones de hectáreas de esos ecosistemas.
La pérdida anual de bosques equivale a una superficie mayor que la Dinamarca y esta destrucción implica no sólo una merma enorme de biodiversidad en la Tierra, sino un freno menos al avance del cambio climático y la destrucción del sustento de millones de familias pobres en el mundo, según señaló la ONU.
En el contexto particular de la pandemia, en cuyo origen podría haber estado presente la afectación del equilibrio biológico y la trasmisión de enfermedades de animales a seres humanos, este miércoles se conmemoró el Día Mundial de la Vida Silvestre 2021, bajo el lema “Los bosques y los medios de subsistencia: sustentar las personas y preservar el planeta”. Propone atender el vínculo entre el estado de los bosques y terrenos boscosos de nuestro planeta y la preservación de los millones de medios de subsistencia que dependen directamente de ellos, prestando particular atención a los conocimientos tradicionales de las comunidades que han gestionado los ecosistemas forestales y su vida silvestre durante siglos.
La conmemoración es también un llamado de atención a la comunidad internacional respecto a cómo los servicios del ecosistema y los recursos que proporcionan los bosques, desde el filtrado y el almacenamiento de agua dulce para garantizar la fertilidad de los suelos o para regular el clima, son esenciales para la economía mundial y para las personas en todo el mundo.
“Los bosques se encuentran actualmente en la encrucijada de las múltiples crisis planetarias que encaramos actualmente, desde el cambio climático hasta la pérdida de biodiversidad y las repercusiones sociales y económicas de la actual pandemia”, señaló el organismo internacional.
La tala indiscriminada atenta contra el recurso vegetal y los ecosistemas presentes el entorno, afectando también la vida animal y directa o indirectamente a los seres humanos.
En nuestro país tenemos 910 especies, sumando peces, anfibios, reptiles, aves, y mamíferos, que cumplen un rol en los ecosistemas y ofrecen múltiples beneficios como fuente de medicinas, alimento, por su contribución al control de plagas o para la recreación y el turismo. No obstante, la tala ilegal, la caza furtiva y el comercio ilegal de especies son temas que, por ley, les compete a varias autoridades tales como la Policía, Aduanas, Prefectura Nacional Naval, ministerios e inspectores de fauna, quienes pueden y deben realizar controles y prevenir y reprimir ilícitos.
Los operativos de control de fauna silvestre son más frecuentes que años atrás pero la fiscalización, si bien es necesaria, nunca da tan buenos resultados como la toma de conciencia y el ejercicio de la responsabilidad individual en relación al patrimonio natural que es una de las riquezas más importantes.
El apoyo de la sociedad civil organizada también está dando sus frutos, en particular en el caso de las oenegés que trabajan por el cuidado del medioambiente y la biodiversidad.
Sin ir más lejos, aquí en el litoral se ha destacado el trabajo de varias instituciones civiles uruguayas y argentinas comprometidas con el medio ambiente que llevan adelante el proyecto “Rayadores del río Uruguay”, que apunta a generar información que permita desarrollar acciones para la preservación de una especie emblemática de la región que utiliza en la época estival los arenales del río Uruguay y algunos del río Negro para su reproducción y que luego se traslada a la costa oceánica.
Las principales amenazas que enfrentan los rayadores son la pérdida del ambiente y las crecientes del río, pero –increíblemente- lo que más afecta es la actividad turística, cuando se desciende de las embarcaciones con mascotas que destruyen las nidadas y matan a los pichones.
Grupos ambientalistas sanduceros forman parte de esta iniciativa por la conservación del hábitat y zona de nidificación de aves tales como los rayadores, ati y gaviotín que se reproducen en las islas y arenales del río Uruguay.
Se trata de un ejemplo puntual pero valioso como muchos otros que llevan adelante ciudadanos que no esperan recibir nada por el aporte que hacen, a excepción de un poco más de sensibilidad y compromiso con el planeta, su ambiente y su vida silvestre, a cuyo bienestar estamos vinculados y del que dependemos mucho más de lo que generalmente sospechamos.