Frustraciones en un Mercosur que cumple 30 años

Si el Mercosur a lo largo de sus casi 30 años de existencia ha tenido serias dificultades que han resultado harto complicadas para sus países miembros, mucho más las ha tenido en este período de pandemia, en que las economías de la región han sido devastadas por las consecuencias de medidas restrictivas, al punto que sin excepciones, ha caído en forma contundente en el último año el PBI regional, con la Argentina presentando el pico de esta acentuada reducción de la producción y circulación de bienes y servicios, con serias consecuencias socioeconómicas, especialmente en el empleo.
Igualmente, con la mirada puesta en que 2021 sea el último año de pandemia, y se logre a través de la vacunación masiva revertir el proceso de deterioro, es evidente que se parte de un nivel muy bajo y que prácticamente cualquier cosa que se haga o logre va a ser una mejora respecto al escenario actual.
Pero es cierto que el Mercosur ha estado lejos de satisfacer las expectativas despertadas en el primer momento, en parte por la concepción cerrada en que ha sido instrumentado, pero también por actitudes que se han puesto de manifiesto a lo largo de los años, porque sobre todo con gobiernos progresistas se manejó el acuerdo regional como un club de presidentes amigos, anteponiendo ideologías al objetivo primordial del bloque de promover el intercambio comercial, la integración, la mejora de la calidad de vida en los países socios.
Tal vez y solo tal vez, la pandemia sea una oportunidad para el sinceramiento y la asunción de responsabilidades, con la mirada puesta en establecer los correctivos que se han ido postergando y los paños tibios que han sido determinantes para que los avances hayan sido muy acotados y los problemas muchas veces magnificados por situaciones puntuales, pero que marcan la constante.
El punto es que el acuerdo comercial del cono sur sudamericano cumplirá 30 años el próximo 26 de marzo y el saldo que queda de estas tres décadas de vigencia deja un gusto amargo en cuanto a logros y al aprendizaje que por lo menos debió surgir de este período de reacomodo del acuerdo.
Es pertinente traer al tapete reflexiones al respecto del economista Isidoro Hodara, exdirector general de Comercio Exterior del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y el doctor en Economía Marcel Vaillant, docente de Comercio Internacional de la Universidad de la República (UdelaR), con relación al pasado, presente y futuro del Mercosur, quienes recientemente suscribieron junto a otros académicos y profesionales una declaración favor de la apertura comercial, en respaldo a la estrategia del gobierno de impulsar negociaciones en el Mercosur que sin debilitar al conjunto, habiliten a negociar con terceros a velocidades diferentes.
En este sentido, evaluaron que se trata de una medida importante para “quebrar el encerramiento regional que se vuelve contra la propia región”, aunque a la vez coinciden en que deben manejarse escenarios alternativos ante el escaso peso relativo del Uruguay en el bloque.
Respecto a la declaración, Vaillant explicó que “entendimos que era buen momento para demostrar apoyo a las intenciones expuestas por el presidente (Luis Lacalle Pou) en el sentido de tomar liderazgo y plantear con claridad la necesidad de modificar esa realidad. Un camino que también otros gobiernos habían intentado llevar adelante con escasos resultados. Tenemos claro que hemos sido frágiles en plantear esas cosas como país, porque lo hemos hecho en forma fragmentada. Quizás hoy nos encontremos con más posturas coincidentes para empujar un cambio como el que se requiere”.
A su vez Hodara evaluó que “ha habido un inmovilismo casi cadavérico en materia de crear oportunidades para la expansión de nuestro comercio exterior. La luz de esperanza más grande fue el acuerdo Mercosur-Unión europea, y doce meses después no estamos seguros si el acuerdo está todavía vivo, según las últimas declaraciones”.
En el mismo sentido, Vaillant trajo a colación recientes declaraciones del canciller Francisco Bustillo en el parlamento en el sentido de que el acuerdo no está cerrado y que hay varios aspectos pendientes: “creo que no es una afirmación precisa. Entiendo que la negociación terminó. Lo que queda son aspectos puntuales que refieren a cuestiones técnicas. Es posible que no se ratifique y es cierto que las reacciones proteccionistas y los intereses asociados a las demandas ambientales de Europa pusieron alerta sobre quienes llevaban el liderazgo político de un acuerdo. Lo que queda es el tiempo político de Europa”.
Por su parte Hodara acotó que “dicho con ironía, antes pensábamos que se había cerrado el acuerdo y ahora descubrimos que no lo teníamos, o que no es fácil hacerlo valer ante los poderes legislativos de algunos países, sobre todo los europeos. Pero nada obstaría para que algún país del Mercosur aproveche para hacer una picardía”.
Con esta perspectiva signada por una mirada que no es alentadora pero sí ciertamente realista, que es lo que vale al fin de cuentas, tenemos más o menos el panorama actual, que no es muy distinto del de hace ya muchos años, con el agregado de un acuerdo más o menos cerrado (¿?) que ofrecería otras perspectivas pero que está trancado porque hay muchos intereses en juego, algunos expuestos pero otros ocultos. En este último caso sin dudas tienen que ver con los lobbies de productores del agro europeos que siguen reclamando la permanencia de medidas proteccionistas ante ventajas comparativas de producción de los países del Mercosur por razones naturales y no por tecnología.
El punto es que Uruguay ha sido parte y prisionero del inmovilismo mercosuriano, pero por otro lado ha tenido la permanente vocación de avanzar en instrumentos de inserción internacional, con suerte disímil, con regímenes especiales de comercio proclives a la exportación y servicios financieros que van en la misma dirección de apertura que sin embargo no han sido suficientes como para cambiar definitivamente la pisada.
Por lo tanto, de lo que se trata es de disociarnos en lo posible del corsé que ha signado la actuación del bloque desde su nacimiento. Con Argentina y Brasil como países netamente proteccionistas, y que se han jugado siempre al unilateralismo o a lo sumo bilateralismo en el bloque, con prescindencia de los otros socios, con ambos como grandes proteccionistas, es poco y nada lo que podemos esperar si seguimos abrazados a esta ruta y sujetos a los intereses de estas grandes economías, que no necesariamente son los nuestros ni mucho menos.