¡Enojado, yo?

Los seres humanos somos una verdadera “máquina de emociones”, de las más elementales a las más complejas, y todo lo vemos desde nuestro punto de vista y –precisamente– según el estado emocional en que nos encontramos. Pero las emociones no son exclusivas de nuestra especie. Los perros también las tienen, mucho menos complejas, pero las tienen y las manifiestan (o no).
Todos nos damos cuenta cuando un perro está feliz, por ejemplo; pero hay otras emociones que son difíciles de interpretar o que, mejor dicho, se malinterpretan. Y esto le pasa a cualquier persona, hasta aquellas que aman profundamente a sus animales, con ese amor muchas veces inexplicable. Aunque ya el genio de Charles Darwin, hace más de un siglo, argumentaba que una de las razones por las cuales los humanos nos vinculamos tan estrechamente con los perros es porque tienen rostros tan expresivos, que sus formas de mostrar miedo, felicidad o enojo son muy parecidas a las nuestras.

Por eso hoy me interesa hablarles de una de esas emociones, que es poco frecuente en los perros: el enojo.

Hay quienes opinan que la ira o enojo, constituye una emoción puramente humana, no aplicable a otras especies. Sin embargo, ha aparecido creciente evidencia científica sobre la evolución emocional en los mamíferos. Es indiscutible, por ejemplo, que compartimos cierta neuroanatomía básica en relación con las emociones, tenemos la misma neurofisiología –con generación de hormonas tales como serotonina, dopamina, oxitocina, solo por nombrar algunas– y muchas reacciones de conducta similares.

Por supuesto que hay una gran diferencia entre cómo se procesa una emoción en el cerebro humano y en el canino, pero también es una cuestión de medio vaso vacío o medio vaso lleno, y en realidad tenemos muchas más cosas biológicamente similares que diferentes. De hecho, somos dos especies de mamíferos altamente sociables, que usamos sutiles señales visuales para mantener la armonía en nuestras comunidades.

LA AMÍGDALA ES LA “CULPABLE”

Dicho esto, podemos inferir que los perros también se enojan. Si bien otras emociones vinculadas suelen reconocerse con más facilidad, como el miedo, no olvidemos que el miedo y la ira están muy relacionados. Si decimos que un perro tiene miedo, también podemos decir que está enojado. ¿Por qué no? Además, no es secreto ni desconocido que la amígdala, en el cerebro, regula precisamente el miedo y el enojo, entre otras emociones.
Como vemos, hay sustento científico como para asegurarlo. Sin embargo, el enojo del perro es de las emociones que más se malinterpretan en el mundo de los humanos. Cuántas veces hemos escuchado quejas tales como: “se enojó porque lo dejamos solo e hizo caca en la alfombra”. Nada más lejos de la realidad; seguramente le dio miedo, ansiedad, o los propios dueños no tuvieron la precaución de sacarlo a hacer sus necesidades antes de retirarse y tal vez hacía varias horas que no eliminaba.

Un perro puede llegar a enojarse cuando, por ejemplo, queremos que se baje del sofá donde se instaló a sus anchas, queremos que salga de la ventana desde la cual ladra como desaforado a los perros del vecino, o queremos sacarle de la boca las medias o la ropa interior que “se sirvió” del tendedero.
Será tal vez porque los perros se enojan con muchísima menos frecuencia que los humanos, que sus manifestaciones no siempre se captan acertadamente y se confunden con otras expresiones emocionales más comunes.

¡POR SUERTE!

Sinceramente opino que es una suerte que los perros no se enojen con más frecuencia. Tengan presente que albergamos en nuestras casas a seres con el potencial de matarnos. Sobre todo en casos como el de esta familia: imagínense si esta mole de casi 70 kilos con nombre de caballero medieval se enojara conmigo, que peso 10 kilos menos y con mi mediana estatura quedo enana a su lado cuando se para en dos patas. ¡Mi nombre ya sería historia! Aunque no siempre es una cuestión de tamaño, pues cualquier perro de mediano porte podría cazarnos como gallinas.

Realmente, es increíble la tolerancia que tienen para con nosotros. Esa benevolencia podría deberse en parte a un descubrimiento que no se ha difundido lo suficiente: se encontró que los perros tienen una mutación genética típica del síndrome de Williams-Beuren, que genera una condición de “hiper-sociabilidad” y niveles excesivos de confianza.

Por eso creo que esto constituye una razón más para que nos esforcemos por entenderlos, para que nuestras familias multiespecie sean lo más felices posible… sin enojos.

El diván de Eragón

¡Hola, humanoamigos! ¡Hoy estoy muy enojado! Naaa, es un chiste, para seguir un poco la línea de lo que les explica mi huma esta vez. Es verdad, nosotros casi nunca nos enojamos, porque realmente el enojo no nos lleva a nada bueno. Es una emoción muy humana y a ustedes, como humanos que son y se enojan muchísimo, les cuesta entender que no sea común en nosotros.

¡Imagínense si nos enojáramos con frecuencia! No quieran saber el resultado que eso podría tener. Por ejemplo, yo peso más que los integrantes de mi humanofamilia y supero en altura a mi huma si me paro en dos patas (por suerte no a mi humanohermano, que ya dejó de ser cachorro y ahora no lo alcanzo más). Por eso, sabia Naturaleza nos otorgó el don de la paciencia y la empatía, lo que nos permite convivir en armonía en situaciones ideales.
Ahora, hay cosas que realmente me enojan –y me antropomorfizo al decirlo– y son acciones humanas que dañan, como las que se cometieron con mi invitada de hoy, Olivia, que fue encontrada tirada en la calle, habiendo pasado quien sabe cuántas horas mojada y dolorida, sin poder levantarse porque tenía una grave descalcificación.

La humana que la encontró tuvo el corazón tan grande como para llevar un perriten más a su casa y atenderla en forma especial; se le brindó cuidado veterinario, le hicieron fisioterapia, y luego de varios meses Olivia dio unos pasos y luego otros, hasta que volvió a caminar por sus propios medios. Ahora necesita un hogar donde pueda transmitir el amor que recibió, tras haber sido rescatada de esa situación que, debo confesar, me sigue enojando mucho.

Así que quienes quieran llevar a Olivia a su casa solo deben comunicarse con el WhatsApp del diario, 099334433, donde también recibo sus mensajes para participar en mi Diván. ¡Los espero!