Semillas almacenadas por INIA podrían respaldar la bóveda del “fin del mundo”

El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) es una de las entidades uruguayas que cuenta con bancos de germoplasma, es decir, “bibliotecas” que almacenan miles de semillas diferentes de plantas de interés productivo para el país. Uno de ellos funciona en la estación experimental de La Estanzuela y tiene como objetivo próximo respaldar la genética que conserva en la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, también conocida como la “bóveda del fin del mundo”.
“En la isla de Svalbard se encuentra el banco de semillas más grande del mundo. Pertenece al Gobierno de Noruega, está ubicado en el océano Glacial Ártico y preserva la diversidad de semillas de cultivos del planeta. El depósito está en un túnel que se mete en una montaña a una temperatura natural debajo de los 0°C”, explica el ingeniero agrónomo Federico Condón, encargado del banco de germoplasma de INIA La Estanzuela.

El investigador subraya que es una meta para concretar en el corto y mediano plazo, y que “es vital y estratégico” que las semillas uruguayas se respalden en otro sitio y no estén concentradas en un único lugar, ya que la ocurrencia de un evento indeseado, como un incendio, podría generar grandes daños. “No estamos pensando en eso, pero si pasa, destruiría años de trabajo y material genético histórico. Es como si se quemara una biblioteca y se perdieran los libros. Este caso es igual, pero se pierden semillas”.

Las actividades de conservación de semillas existen en INIA desde sus orígenes, en 1914, con el Instituto Fitotécnico y Semillero Nacional La Estanzuela. “Para poder hacer su trabajo, los programas de mejoramiento de trigo, cebada, girasol, lino, soja, maíz y arroz precisaban introducir diversidad de semillas de distintos sitios del mundo, porque ninguno de esos cultivos es originario de Uruguay. El ingresar material desde otros países implicaba formar y mantener colecciones y ese es el rudimento de un banco de germoplasma”, señala Condón.

De hecho, los primeros trigos uruguayos desarrollados y liberados en 1918 por el fundador de lo que hoy es INIA, Alberto Boerger, se siguen sembrando regularmente en La Estanzuela y se puede acceder a ellos, al igual que otras variedades históricas, gracias a la “biblioteca de semillas”, que permite, entre otras cosas, comparar los trigos actuales con los de comienzos del siglo XX.

Es que para un mejorador genético que desarrolla variedades de cultivos es fundamental contar con un “repositorio” que lo abastezca con diversidad, ya que cada muestra de semilla tiene genes diferentes que pueden aportar las cualidades buscadas, como resistencia a enfermedades, productividad, sabor, propiedades nutricionales o adaptación al suelo y clima. También le permite respaldar un trabajo que suele llevar años y que muchas veces requiere volver un paso atrás hacia algo que inicialmente se descartó. La versión actual de la “biblioteca” de semillas de La Estanzuela fue fundada en 1992 por la ingeniera agrónoma Ana Berretta, mejoradora genética de girasol, quien comenzó a aplicar el protocolo de secado y congelado de muestras para conservarlas a largo plazo.

Actualmente, el banco mantiene cerca de 23.000 semillas, destacando en cantidad las variedades de trigo, arroz, cebada, maíz, forrajeras y avenas. En los últimos años comenzó a trabajar en la ampliación de la colección de especies nativas de Uruguay, especialmente de forrajeras.

Una vez que el banco recibe las muestras, los técnicos deben aplicar un riguroso proceso que inicia con la limpieza y acondicionamiento. Luego las secan para reducir la humedad que contienen a un 7% o menos y las envasan en sobres herméticos que finalmente se almacenan en cámaras a -20ºC, lo que permite conservar la semilla viva por periodos mayores a 50 años en promedio, sin tener que volver a plantarla en el campo.

Asimismo, periódicamente se monitorea el material y todos los años, entre 150 y 200 muestras son sembradas para multiplicarlas y obtener semillas frescas para reabastecer el stock. El banco también cuenta con una base de datos que detalla todo lo conservado y que está en proceso para poder abrirse al público a través de un sitio web.
El abastecimiento de la “biblioteca” de semillas de La Estanzuela se da a través de los programas de mejoramiento genético de INIA, así como de otras entidades que pueden conservar su material allí y de colecta de semillas de variedades criollas y especies nativas. Además, el instituto ha intercambiado muestras con otras entidades locales e internacionales dedicadas al mejoramiento que han mostrado interés en acceder al germoplasma que desarrolla.
Además del de La Estanzuela, INIA cuenta con otros cuatro bancos de germoplasma especializados en cítricos, hortalizas, frutales de pepita y especies de uso forestal.
“Pensemos que muchos de los cultivos que nos alimentan provienen de otros lugares del mundo, por lo que puede ser difícil acceder a ellas, y tienen diferentes características que pueden ser útiles para su uso en el futuro, por eso es importante almacenarlas y conservar su diversidad”, concluye Condón.