El año de la nostalgia con protocolo

La nostalgia no se fue nunca. Como el Día de la Madre, tiene una jornada “comercial” pero está siempre en nuestros corazones. Lo que si retornó este 24 de agosto es la celebración de la Noche de la Nostalgia. Un espacio para vestirnos llamativamente, usar pelucas, bailar la música que nos fue moldeando, que influyó en nuestra forma de ver el mundo, la sociedad y hasta a nosotros mismos.

Pero volvió con una nueva palabra a cuestas: protocolo. Los vacunados contra la COVID-19 pudieron cenar, disfrutar de aquella vieja música y bailar; los que no, se quedaron si baile. Cuestiones extrañas de una sociedad mundial que teme un nuevo ataque desde el microcosmos de un virus que la puso en jaque una vez, y que puede volver a hacerlo.

Pero la nostalgia, un invento tan uruguayo como el sun, el fútbol de salón, el chivito o el guante de boxeo sin pulgar, volvió esa, su noche. Precisamente en las mismas horas en que fallecía Charlie Watts, el caballero en una banda de locos, The Rolling Stones. Precisamente cuando de alguna manera se va hundiendo una época, se va desintegrando una filosofía. Porque el rock que nació en los años sesenta no era solo música, era una forma de vivir sin miedo al fracaso, la falta de límites y el sexo; era una forma de reinventar la vida.

Muy probablemente ningún disc jockey (algo vetusto a esta altura, pues la palabra fue acuñada en 1935 por el comentarista estadounidense Walter Winchell) dejó de pinchar (I can’t get no) Satisfaction y algunos otros temas esenciales.
La nostalgia volvió y aquí se comparten algunas fotos de su retorno, captadas en diferentes lugares, excepto en Suhr donde no se autorizó el ingreso del fotógrafo de EL TELEGRAFO.