“Barón” Indarte: un maestro silencioso

Horacio “Barón” Indarte, “era un hombre que conocía el negocio, con una excelente vinculación con los clientes, y eso te da un panorama y espectro de la clientela muy grande”, señalaron Carlos Arbiza y Gustavo “Socho” Meyer, quienes junto a Jorge Recoba ingresaron a la firma antes que Gonzalo y Fernando Indarte tomaran las riendas de la firma.

“Las anécdotas más lindas que tengo son con Horacio”, comenta Meyer. “Barón era una persona que viajaba todos los días desde Paysandú a Young, y en algún momento se quedaba en Young a pernoctar”.

“El era muy de viajar en su Fiat Oggi, y varios de esos viajes de trabajo eran a Montevideo”, sostiene. “Tenía salidas muy particulares, porque te decía que planes tenés hoy, buscando a ver quien lo podía acompañar. Te decía vamos y volvemos, pero llegué a estar tres días en la capital del país con lo puesto”.

El también era de leer todos los días diario EL TELEGRAFO y El País. “Cuando atendía el teléfono hacía las anotaciones en la parte blanca del diario”, recuerda, ya sonriendo por como recordaba esa anécdota. “Después ese diario era para la estufa o el calefactor; a los dos o tres días nos preguntaba si habíamos visto el diario de tal día y obviamente ya había sido quemado. Cosas muy características de Horacio”.

Explicó que “no se metía 100% en el funcionamiento del escritorio, pero siempre estaba, y el error que podíamos cometer era pensar que él no sabía sobre determinado tema, porque era un maestro silencioso”, enfatiza Meyer.

Y agrega: “era un tipo que siempre tenía la palabra justa, que estaba cuando había que estar. Era la persona que negociaba en Montevideo con los frigoríficos y los bancos. Era una persona con la que se aprendía”, dijo.

“Barón era un libro de consulta permanente, y además siempre estaba un paso más adelante. El estaba sentado en el escritorio y estaba pensando cosas, tenía una gran vinculación bancaria, conocía mucha gente y tenía un relacionamiento muy importante”.

La onda

El escritorio, ubicado sobre calle Montevideo en el centro de la ciudad de Young, tenía a pocos metros la agencia de ómnibus ONDA. “Cuando el ómnibus llegaba se sentía claramente desde el escritorio por el ruido que hacía”, sostiene Meyer.

“Horacio tenía que viajar y ni se inmutaba”, comenta. “Llegó un momento que el coche arrancaba, hacía 20 metros, abría la puerta y paraba para que Horacio subiera. Aunque en alguna oportunidad también tuvimos que correrlo al ómnibus; salíamos en un vehículo y lo parábamos en la ruta 3 –10 a 15 kilómetros– cuando se dirigía a Montevideo”.

Y Carlos Arbiza acota, que “la única persona a la que la ONDA esperaba era Indarte. Además, el ómnibus daba la vuelta manzana y pasaba siempre por el kiosco El Grillo. Ahí el coche paraba, Indarte se bajaba a buscar el diario y arrancaba de nuevo”.

Otro aspecto que lo destacaba a Barón, es que “era amigo del gerente principal del Banco de la República, como del que cuidaba los autos. Cuando viajábamos en el auto y teníamos que ir a una oficina en la Ciudad Vieja, en Montevideo, en donde estacionábamos el cuida coches lo saludaba y al rato estaba conversando con el gerente de un banco o el dueño de una empresa”.

Meyer explica que “era una persona que tenía gran tacto para dialogar con quien sea. Tenía un tacto para tratar con la gente y pasaba largo tiempo charlando con quien sea”.

Ayuda a terceros

Por su parte “Bimbo” Recoba recordó que ayudaba mucho a terceros. “En momentos muy difíciles para el sector agropecuario por el año 2002, la gente venía a hablar con Horacio Indarte para que él le hiciera la gestión ante un banco o quien sea, incluso gente que no trabajaba con el escritorio. Venían porque sabían que tenía muchos contactos”, dice. Una anécdota se da con un reconocido productor del departamento de Paysandú. “Indarte le soluciona una importante deuda –de algunos millones de dólares–, que tenía con la Intendencia de Paysandú, proponiéndole que venda un campo para pagar la deuda”. Arbiza recuerda que con Barón van al establecimiento de ese productor, y ahí le explica como fue la solución que le había encontrado al problema, y si estaba de acuerdo.

Ahí el productor le dice: “yo no había podido hacerlo mejor, lo que usted arregló está bien”, indica Arbiza.

Y Meyer acota que los temas particulares de él, “nos lo daba para que se lo solucionáramos nosotros, pero si venía alguien a plantearle un problema que tenía, el se metía en la situación y hablaba con tenía que hablar. Le podía llevar horas o días cranear las vueltas que iba a dar o los pasos futuros. Pero primero se tomaba su tiempo para ver con quien conversaría”.

Después se dirigía a Montevideo o cualquier punto del país, “en donde se pasaba algunos días y ahí arreglaba las cosas con los frigoríficos, o el banco”, aspecto que asienten los demás.

Jorge Recoba recordó que un día llegó una mujer, sin ser cliente, y le solicitó a Indarte que le arreglara un problema en el banco. “Barón inmediatamente le dijo que si y fueron al banco y arreglaron todo. Días después, la mujer vino y le trajo un regalo, e Indarte le dijo que no, que el regalo se lo trajera después que pagara la deuda”.

Lo recuerdan como “un maestro silencioso que no precisaba estar todo el día con el pizarrón. La gente lo apreciaba, y sabían que Barón Indarte era la persona que le podía solucionar los problemas. Cualquier negocio que llegaba se atendía y se le daba trámite y nada quedaba sin resolver”.