Ya no alcanza con palabras

Una vez más los líderes mundiales se han convocado para buscar soluciones al problema del cambio climático. Soluciones que deberán exceder la patética imagen del lanzamiento de una moneda a la Fontana de Trevi para pedir buena suerte para afrontar a esta emergencia, que realizaron los líderes del G20, en Roma el fin de semana.
En Glasgow, Escocia, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, inauguró la Conferencia sobre el Cambio Climático, COP 26, llamando a dejar “de tratar la naturaleza como un retrete”. “Estamos cavando nuestra propia tumba”, agregó, en alusión a la adicción de la humanidad a los combustibles fósiles, que está llevando al planeta hacia un precipicio, debido al calentamiento global insostenible.
Han pasado más de 50 años desde el primer alerta de la comunidad científica por los efectos que el modelo industrial estaba ocasionando en el mundo y las proyecciones nada auspiciosas desde ese momento. Medio siglo después se ha logrado mucho en cuanto a concientización, a creación de alternativas, pero no se ha solucionado el problema, al contrario, sigue ahí instalado como una incómoda verdad.
Hace mucho tiempo ya que ser ambientalmente amigable rinde mucho más que no serlo; esto, al igual que aplica para empresas, también lo hace para los líderes mundiales, que, a excepción de notorios casos, han asimilado el mensaje. Sin embargo, el llamado a la acción que se repite en cada instancia de este tipo no va acompañado de las acciones que efectivamente le acompañen.
Guterres envió al mundo un duro mensaje, basado en cinco puntos, el primero de los cuales es “Es hora de decir basta”, en el sentido de “Basta de maltratar la biodiversidad. Basta de matarnos a nosotros mismos con el carbono. Basta de tratar la naturaleza como un retrete. Basta de quemas, perforaciones y minas cada vez más profundas”.
El secretario dijo que el nivel del mar aumenta el doble de rápido que hace 30 años, que los océanos están más calientes que nunca y que partes de la selva amazónica emiten ahora más carbono del que absorben, y que si bien “recientes anuncios en materia de acción climática pueden dar la impresión de que estamos en buen camino para revertir la situación, se trata de un espejismo”. Esto último en alusión al reporte sobre los planes nacionales de reducción de emisiones, conocidos como las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN), que indican que incluso aunque se cumplieran en su totalidad, el resultado seguiría condenando a nuestro mundo a un “catastrófico” calentamiento global de 2,7 grados.
Y agregó que, aunque las últimas promesas fueran claras y creíbles, “seguiríamos dirigiéndonos hacia la catástrofe climática. Por lo tanto, en el momento en que abrimos esta conferencia tan esperada sobre el clima, seguimos abocados a la catástrofe climática”, subrayó.
Guterres abogó por mantener vivo el objetivo de 1,5 grados y pidió una mayor determinación para mitigar los efectos del cambio climático y tomar acciones concretas e inmediatas para reducir las emisiones globales en un 45% para 2030; un esfuerzo que, dijo, debe ser liderado por los países desarrollados.
“Los países del G20 tienen una responsabilidad especial, dado que representan alrededor del 80% de las emisiones”, aunque esto no quita que las economías emergentes deban hacer un esfuerzo adicional. Instó además a formar coaliciones para crear las condiciones económicas y tecnológicas que permitan acelerar la descarbonización de la economía y la eliminación del carbón.
Advirtió que hay “un déficit de credibilidad y un exceso de confusión” sobre la reducción de las emisiones y las metas de emisiones netas de valor cero, a la vez que anunció la creación de un grupo de expertos para proponer normas claras “para medir y analizar los compromisos netos cero de los agentes no estatales”.
Reiteró además su llamado a hacer realidad el compromiso de 100.000 millones de dólares de financiación climática en apoyo de los países en desarrollo, una meta que considera “fundamental” para restablecer la confianza y la credibilidad, pero que, además, los países en desarrollo necesitan para luchar contra el COVID-19, crear resiliencia y perseguir el desarrollo sostenible.
El secretario general destacó también cómo el sector privado está creando nuevas alianzas para hacer posible el cambio, a la vez que resaltó el rol de “la legión de la acción climática, encabezada por los jóvenes” a la que consideró imparable. “Son más. Se les oye más. Y les aseguro que no se van a marchar. Estoy con ellos”, dijo.
Entre las declaraciones nacionales de los líderes mundiales, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, afirmó que los líderes mundiales se deberían mantener el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 grados, un objetivo posible “si se unían y llegaban a compromisos”.
También anunció que dará a conocer en breve un plan a largo plazo que permita a EE. UU. llegar a ser un país de emisiones cero para 2050.
“Seguimos sin alcanzarlo… no hay más tiempo que perder para quedarse atrás o sentarse a mirar o discutir entre nosotros. Este es un reto de nuestra vida colectiva”, subrayó.
Todos compromisos muy loables, como los que seguiremos escuchando o leyendo en estos días de parte de los participantes en este encuentro, pero no es algo novedoso ni mucho menos, y los anteriores mensajes de Guterres y de anteriores secretarios, así como los líderes mundiales que han pasado por estas instancias, han sido igual de duros y preocupantes. Tal vez falte algo más que compromisos verbales o escritos, y no, no se trata de suerte.