31 de diciembre: día de balances

Esta época del año –y más concretamente su último día– es por excelencia un momento en el cual las instituciones públicas y privadas y los individuos en general realizan un balance de los hechos acaecidos en el año que hoy finaliza. Tratándose de una tendencia generalizada en todas las civilizaciones, más allá de la fecha en la cual se celebre el cambio de año, la tarea supone e impone que no se tomen hechos aislados (algunos buenos y otros malos) sino que se considere la totalidad de todo lo que ha sucedido para poder saber cuán positivo o negativo ha resultado el año transcurrido.

Como lo ha expresado Leonel García en la revista Galería, esos balances se hacen en el peor contexto posible ya que “diciembre es, por muchos motivos, abrumador. El tránsito se convierte en una jungla. Los supermercados están repletos de gente. Los chicos están ansiosos por las vacaciones. Los jóvenes están histéricos por los exámenes. En las oficinas el trabajo sale hasta de los aires acondicionados. La temperatura nubla las mentes. El bombardeo publicitario navideño satura. Las despedidas empachan y embriagan. Las parejas discuten con qué familia política pasar cada fiesta. Las reuniones con seres queridos se superponen; las con seres no queridos también. Ufff. También es un mes donde las soledades y las pérdidas duelen más. Y es un mes en el que se suele pasar raya, poner los ítems en las columnas del debe y del haber, y confeccionar el tan mentado balance. Este diciembre, además, es particularmente abrumador”. ¡Y vaya si lo será, ahora con la sucesión de incendios por todos lados!

Paradójicamente, el balance puede ser un ejercicio que se relacione no sólo con el pasado sino también con el futuro. Como lo ha expresado el psicólogo Nicolás Bagattini: “Los tiempos de reflexión sobre el pasado más próximo, al igual que el más lejano, permiten consolidar progresivamente la identidad en la que sustentamos el futuro. En ese sentido, pensar hacia atrás es también mirar hacia adelante un poco. Ese es un derivado del desarrollo de especie, que nos permite poner la acción en segundo plano y vernos un rato desde fuera. Reflexionar permite así procesar dolores y relativizar euforias, corregir errores y evaluar escenarios futuros”.
Lo cierto es que el 2021 ha dejado, tal como sucede con todos los años, diferentes hechos y circunstancias sobre los cuales debemos reflexionar en tanto comunidad de hombres y mujeres que comparten un espacio físico (nuestro departamento) al cual estamos ligados por lazos familiares, laborales, afectivos, sociales o económicos, pero que en todo caso siempre será “nuestro lugar en el mundo” y lo mismo se aplica, a otra escala, para el Uruguay como país.

Desde el punto de vista económico, por ejemplo, la actividad ha tendido a su normalización en los últimos meses y eso ha sido una gran ayuda para sectores que fueron especialmente afectados por la COVID-19, como por ejemplo la gastronomía, el turismo y las empresas de transporte interdepartamental. A nivel general, se produjo un descenso de la tasa de desempleo (actualmente en valores similares a los de 2019) y un crecimiento de la tasa de actividad y la caída de los seguros por desempleo solicitados por las empresas. De a poco, y a pesar de los reiterados pedidos de quienes poco tienen de profesionales o científicos y mucho de agitadores y “punteros” de la izquierda, no hubo un paro total de actividad y eso fue beneficioso tanto desde el punto de vista social como económico e incluso sanitario especialmente para la salud mental de la población. Hoy, “con el diario del lunes”, queda claro que la opción tomada por el presidente Luis Lacalle Pou y el ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, ha sido la correcta y como se dice en la jerga política “dato mata relato”.

A pesar de que estamos ante un aumento sostenido de casos que auguran una nueva ola de infectados, la potencial crisis encuentra al país en una situación mucho mejor que en el 2020 ya que no solamente existen vacunas contra el virus COVID-19 sino que Uruguay ha aplicado tres dosis y eso ha permitido bajar el número de contagios y/o sus efectos en el caso en que finalmente se concreten. Al igual que lo sucedido en la crisis del año 2002 la mesura y la firmeza del presidente de la República fue un elemento decisivo para sortear las aguas embravecidas navegando en un barco donde parte de la tripulación y de los pasajeros pedían, paradójicamente, que el barco se hundiera para poder salvar a los que viajaban a bordo del mismo. Una forma curiosa de razonamiento pero también una muestra impecable de cómo piensan aquellos que apuestan a la máxima “cuando peor, mejor”. Al fin y al cabo, los mismos que pidieron el default en el 2002 son los que pidieron la cuarentena total en el 2021, tal como lo habían hecho en el 2020.

Pese a la sequía que podría poner en riesgo las cosechas de los próximos meses, Uruguay ha logrado muy buenos rindes en materia de trigo, cebada, soja y colza (por mencionar tan sólo algunos) y se sigue beneficiando de un alto precio de las materias primas (“commodities”) como la carne y la celulosa. La construcción de la segunda planta de UPM y el crecimiento del sector forestal reafirman este panorama alentador. De acuerdo con lo informado por el Instituto Nacional de Carnes (INAC) Uruguay exportó, en los primeros diez meses del año, 2.300 millones de dólares en el sector cárnico, 53% más que en igual período de 2020. Asimismo, entre octubre de 2020 y de 2021 se vendieron 530.000 toneladas, cifra que supera el récord alcanzado en 2006. En la industria los niveles de actividad han subido considerablemente y sectores como la construcción o las plantas de celulosa continúan “haciendo punta” en materia de actividad y empleo. La llegada de nuevas inversiones al país reafirma la confianza que Uruguay ha logrado construir, mantener y acrecentar durante décadas de gobiernos de distintos partidos políticos. No hay misterio en estos resultados: las políticas de estado que superan la corta mirada electoral siempre brindan beneficios y Uruguay no es la excepción.

A nivel departamental el panorama también invita a soñar con un futuro mejor, anhelo que puede resumirse en el avance de la construcción de la Torre de la Defensa, cuyo carácter emblemático se refuerza con una estructura que cambiará la fisonomía de la ciudad para impulsarnos al futuro y alentarnos a nuevos logros. La importante actividad portuaria (especialmente en lo relativo a contenedores y la posibilidad de articular servicios complementarios con el puerto de Concepción del Uruguay), así como la gran cantidad de obras públicas actualmente en desarrollo y el paulatino embellecimiento de la ciudad (por ejemplo, de la avenida España o de avenida Soriano) aportan a una actividad que genera puestos de trabajo locales. A todo esto, debe sumarse la consolidación y crecimiento de Paysandú como una ciudad universitaria, realidad que este diario siempre ha impulsado desde esta página editorial.

Es verdad que se puede ver el vaso “medio vacío” o “buscarle la quinta pata al gato” en aras de atacar por atacar a diestra y siniestra, pero lo cierto es que también hay motivos para ver el vaso “medio lleno” y es en base a esos logros (que deben ser extendidos y mejorados) que deseamos brindar imaginariamente con nuestros lectores, deseándoles un Feliz Año 2022 que nos encuentre trabajando juntos por hacer realidad las palabras que enmarcan nuestro escudo departamental: “Paz – Trabajo – Progreso”. Que así sea.