Encerrona y tensiones en el Mercosur

Después de haber “pateado los tarros” en el Mercosur al negarse a firmar una rebaja de aranceles del bloque sin a la vez habilitarse una flexibilización de las normas para permitir acuerdos bilaterales para extender el comercio extrabloque de sus socios, el presidente Luis Lacalle Pou anunció su intención de que “en marzo empezamos a trabajar rumbo a un TLC con Turquía; no es China solo”, reafirmando su postura aperturista en el acuerdo sudamericano.
El mandatario dijo que el gobierno uruguayo recibió formalmente una invitación de Turquía de negociar un Tratado de Libre Comercio con ese país, sobre lo que precisó que “nosotros en estos tiempos abrimos algunas embajadas, otras cerramos. Abrimos dos, Armenia y Turquía. El canciller (Francisco Bustillo) viajó a Turquía y el planteo fue: hay que establecer más vínculo comercial. Convengamos que Turquía si no es la décima potencia del mundo está entre la once o la doce”.
Señaló que “recibimos formalmente la presentación de Turquía para iniciar un TLC con Uruguay, a partir de marzo. Ahora se abre un camino exploratorio (…) si nos satisface, a partir de marzo empezamos a trabajar rumbo a un TLC con Turquía. No es China solo”.
Amplió el presidente que “me decía el embajador turco que llegamos a tener una exportación de 500 millones de dólares, un punto del Producto (Bruto Interno) casi. Entonces, el Uruguay abierto al mundo, el Uruguay jugando en las grandes ligas, porque los uruguayos ganan en las grandes ligas”, en tanto aseveró que “al mismo tiempo venimos negociando con China, que no es un estudio de prefactibilidad por separado, es un estudio de factibilidad en conjunto”.
Reconoció que “creímos que iba a terminar en diciembre; no se termina en diciembre. Eso es una fecha que había puesto el embajador y el gobierno chino, lo vamos a extender un poquito”, en referencia al proceso de negociación de un acuerdo similar con el país asiático.
A la vez, consultado sobre si está abierto a estudiar un TLC con Estados Unidos al igual que con China, Lacalle respondió: “Por supuesto, el sueño del pibe. China y Estados Unidos, el sueño del pibe”, aunque advirtió que “hoy Estados Unidos no está en esa sintonía” y que “tiene otras prioridades”, por lo que hay que esperar “qué conversaciones podemos tener”.
“Estados Unidos nos compra mucha cosa a nosotros. Es un socio comercial importante. De memoria, creo que es el 6% de nuestro comercio exterior, China es el 37%, Brasil creo que es el 16%”, sostuvo y añadió que “acá no se trata de amistad con los gobiernos ni nada que se le parezca, acá son los intereses nacionales de comerciar”.
Estos conceptos indican que la mirada del titular del Poder Ejecutivo se enmarca en lo que son los enunciados que han tenido más de un gobierno, incluso los de la izquierda, respecto a tener la perspectiva para ampliar las posibilidades de comercio por fuera de la región, solo que del dicho al hecho siempre ha habido un largo trecho en este caso, y siempre hemos terminado abrazados –o mejor dicho sometidos– a los intereses de Argentina y Brasil, que una y otra vez reafirman su bilateralismo en el bloque y nuestro país y Paraguay, los socios menores de Mercosur, seguimos funcionando como una “escribanía” de lo que deciden los grandes socios.
Por lo tanto, cuando el mandatario insiste con esta mirada por lo que ya había tenido cruces con su colega argentino Alberto Fernández y constata que Brasil amaga para un lado –cuando se mostró proclive a la flexibilización– pero luego se pone en otra postura, ha llegado el momento de mostrar las cartas y actuar, lo que no quiere decir salir disparado a quedar sometido a los avatares del comercio internacional, sino evaluar los pro y los contra de este avance si no se logra por lo menos cierta aquiescencia o tolerancia en el Mercosur, porque hay caminos de ida y vuela que no se pueden cortar abruptamente para quedar después al descampado.
Pero esta actitud pendular de Brasil, aunque no es nueva, ha hecho que el plan original del actual gobierno en el sentido de ir por el consenso negociado, por el momento esté en un impasse, y en el ínterin, intenta hacerse de cartas para tener una mano más favorable, como es la firma de los TLC, eventualmente con China y Turquía, en primera instancia.
En los hechos, el Uruguay, tras la última cumbre virtual del bloque, se mantiene como el único obstáculo para la pretensión de Argentina, Brasil y Paraguay, de concretar una rebaja del Arancel Externo Común (AEC) y quedó por fuera de la declaración conjunta que esos tres países realizaron tras el encuentro, aunque el canciller Francisco Bustillo ha reafirmado que “Uruguay no cometerá ninguna locura en el Mercosur”, y que nadie en el gobierno plantea que Uruguay abandone el bloque.
La postura uruguaya implica condicionar el apoyo a la rebaja del arancel a que viniera acompañada la medida de una “modernización que contemplara las pretensiones aperturistas de nuestro país” de la alianza, sobre lo que Uruguay tenía buenas expectativas de ser acompañado por Brasil, hasta que Itamaraty diera una de frecuentes “volteretas” y ser realineara con Argentina, no sin antes haber instrumentado de motu proprio una rebaja arancelaria, hicieran lo que hicieran los otros socios.
Es decir, nada nuevo en lo que ha sido la constante en el Mercosur, solo que esta vez no han primado las alineaciones ideológicas de las que Uruguay había estado prisionero en anteriores gobiernos y se han priorizado los intereses comerciales por sobre los políticos, buscando al fin de cuentas comerciar “con el que se descuide”, como manifestó en alguna oportunidad en el ejercicio del gobierno el expresidente José Mujica, aunque sus enunciados las más de las veces no se cumplieron.
Lacalle dijo que comparte con su par brasileño Jair Bolsonaro que “no pudimos llegar a entendimientos totales porque había una parte, nuestro país, que no veía en este proceso de modernización la totalidad de sus derechos intereses satisfechos”, por lo que ha puesto en marcha el Plan B, que es el de explorar avances por su cuenta en negociaciones con terceros sin requerir un aval previo del Mercosur, considerando que el plan B se ampara en la visión de que el Mercosur “es una zona de libre comercio imperfecta” y que como tal no puede exigirse a sus integrantes que avancen siempre en conjunto.
Hay una interrogante de por medio, por más que se exploren posibles tratados de libre comercio por nuestro país, y es hasta qué extremo se puede tensionar la cuerda sin que se rompa, cosa que aparentemente no quiere ninguno de los países signatarios del Mercosur, y hasta donde van las reales posibilidades de Uruguay de mantenerse entre estas dos aguas.
Lo cierto es que el Mercosur tal como está planteado presenta flancos que no satisfacen a Uruguay –seguramente tampoco a los otros socios– y la expectativa de nuestro país es avanzar sin salirse del Mercosur, bloque que lamentablemente sigue paralizado, sin firmar acuerdos con terceros países ni bloques para ingresar sin aranceles a mercados vitales para nuestros productos, lo que no es poco decir cuando lleva casi treinta años encerrado en sí mismo y sin un rumbo que genere ninguna expectativa.