Un recuerdo para Blas Viola, referente del tango en Paysandú

El pasado viernes 3 de diciembre se conoció la noticia del fallecimiento de Blas Viola, cantor y guitarrista de tango, y un gran conocedor del género musical rioplatense. Muchos lo conocían por las columnas que hace algunos años escribía para EL TELEGRAFO, en las que abordaba la historia del tango desde sus orígenes hasta el presente. Otros lo recordarán por ser padre de César “Pato” Viola, talentoso músico de Paysandú.

Nacido en Montevideo el 2 de enero de 1936, Blas vivió en Paysandú desde los 6 años, cuando su familia instaló un comercio en la ciudad. Desde muy niño creció en un ambiente colmado de música, especialmente de tango. Su padre, oriundo de San José, tocaba el violín, y había sido amigo desde niño del gran compositor y director de orquesta Francisco Canaro. Tanto en su infancia, en la década de 1940, como en su juventud, Blas fue testigo directo y protagonista de la época de las más grandes orquestas, directores y cantores del tango, pudiendo incluso verlos y escucharlos en vivo en numerosas oportunidades.

Su labor como investigador y difusor se desarrolló a partir de un gran conocimiento bibliográfico y discográfico, pero también desde su propia experiencia de cantor y guitarrista. Como intérprete, decía que lo suyo no pasaba por exhibir un gran caudal de voz, sino por expresar y transmitir. Puesto a ordenar su repertorio, en 2014 había comprobado que sabía de memoria más de 100 temas. Aunque asistió a unas pocas clases con el recordado maestro Alberto Carbone, su mayor formación musical la obtuvo tocando junto a experimentados guitarristas como Salvador “Chinchín” Carlis y Sigifredo Brum, que solían acompañarlo, relataba hace unos años a la revista Quinto Día.

Desde 1953 fue empleado bancario. Por esa época integró un cuarteto estable que actuaba en el cabaret La Manchega. De sus muchas presentaciones recordaba especialmente las que ofreció en el certamen “Así canta Paysandú”, a fines de la década de 1980. En los ‘80 y ‘90 cantó en numerosas oportunidades en Buenos Aires, en las inmediaciones de la plaza Dorrego, en pleno corazón del barrio de San Telmo, uno de los principales paseos turísticos peatonales de la capital argentina. Una de sus últimas presentaciones de las que se tiene registro fue en 2012, en una velada tanguera cumplida en la sala “Maestro Héctor Ferrari”, del Centro Universitario de Paysandú.

Tras culminar su trabajo como bancario había sido camionero –ocupación que le permitió conocer cada rincón del país–, y posteriormente taximetrista. Toda esa experiencia de contacto con la gente decía volcarla en el tango, en el que también incursionó como compositor. Una de sus grandes interrogantes –que abordó en sus escritos– era si las nuevas generaciones seguirían sintiendo al tango como propio. “Ahí está en juego nuestra identidad, si es que tenemos, y nuestro patrimonio, del que tanto se habla. Desaparecer, no va a desaparecer. Yo tengo mucha esperanza en la muchachada. Y hay mucho material, por suerte”, decía. Ojalá que así sea, en honor a su siembra.