A cartas vistas

En los últimos días del año pasado, durante el debate parlamentario que concluyó con la aprobación en el Senado del proyecto de ley que introducía modificaciones en la normativa forestal (que luego sería vetado en el Poder Ejecutivo), como al pasar, el senador Enrique Rubio, del Frente Amplio, mencionó la posibilidad de que una cuarta planta de celulosa se instale en nuestro país. Poco después, entrevistado en el programa Mejor Hablar de la emisora montevideana M24, el mismo legislador agregó otras señas sobre esta posibilidad, como por ejemplo que podría ubicarse en el Este del país.
“Yo mismo, pero una opinión personal, preveo que pueda haber una cuarta planta en el Este. Porque el Este queda desnivelado, pero necesita una logística adecuada, y ahora como se estaba logrando un acuerdo con Brasil para el desarrollo de una vía navegable –la vieja idea de la laguna Merín – Laguna de los Patos–, y salir en un puerto de aguas profundas por ese lado, diría que en el horizonte puede estar esa posibilidad”, afirmó.
También expresó que esta eventual nueva industria no debería estar destinada a la mera producción de pulpa para papel, sino asociada a un desarrollo que vaya más allá de ese paso siguiente a la materia prima.
La posibilidad de esta cuarta planta de celulosa podría ser el eventual justificativo de que se ampliaran en el futuro los límites de la forestación, explicó Rubio.
“El gran futuro es el desarrollo biotecnológico porque la biología es el centro del desarrollo del mundo en este siglo. Es el desarrollo de las biorrefinerías; o sea, si el Uruguay toma el camino de las biorrefinerías, de transformar la materia prima biológica de base forestal, no competitiva con la cuestión alimentaria, si toma esa base biológica para producir bioproductos, se coloca en la primera línea del desarrollo mundial”, avizoró. Aclaró que lógicamente este paso requerirá de importantes inversiones tanto en investigación como en desarrollo.
Después de varios días parecía que el tema quedaría por allí, como un comentario descolgado de un legislador sobre un tema que planteó en medio de un debate más puntual, como el de las regulaciones a la actividad forestal. Pero esta semana fue el propio ministro de Medio Ambiente, Adrián Peña, quien hizo alusión a esta posibilidad de instalación de una nueva planta de celulosa en el país, y lo hizo en términos poco auspiciosos sobre la idea, aunque sin dejar de aclarar que se trata de una opinión estrictamente personal.
Hablando en la misma emisora que anteriormente lo hizo Rubio, en una entrevista en un programa agropecuario que tenía como tema principal los incendios forestales acontecidos en Paysandú y Río Negro dijo que “como Ministro de Ambiente no voy a opinar, pero como Adrián Peña me parece que ya estamos en el desarrollo suficiente de un modelo celulósico en el país y a priori me parece mucho una cuarta planta” de procesamiento de celulosa.
Por otra parte destacó que sí hay consenso en cuanto a la necesidad de avanzar en un modelo forestal destinado a madera de calidad para aserrío, que “tiene el respaldo de todo el sistema político”.
No está nada mal que ante la posibilidad de que se presenté un proyecto de inversión relacionado con la cuarta planta, ya haya un debate avanzado en el sistema político y en la opinión pública, considerando los pros y los contras. Claramente de presentarse formalmente la iniciativa, será un proyecto que tendrá aún más oposición que el actualmente en desarrollo en el centro del país, y no es de extrañarse.
Todo el proceso de UPM 2 ha evidenciado los problemas de infraestructura del país y lo difícil que es pretender solucionarlos de golpe, con soluciones casi mágicas, como la construcción exprés de un tren de carga de alta velocidad, un proyecto que se metió solito en un cuello de botella que eventualmente se resolverá, pero que dejará dolores de cabeza que tal vez el tiempo sea capaz de aliviar. La ralentización que sufrió esta solución mágica ocasionó que hubiese que salir a buscar otra no menos mágica, como la construcción de una doble vía en la Ruta 5 de Montevideo a Durazno, que eventualmente se inundará de camiones. En medio de todo, mientras se resuelve lo del tren, Ancap quedó sin poder transportar por vía férrea los combustibles a sus plantas de distribución en Durazno y Treinta y Tres, con los sobrecostos que ello implica.
Sin terminar de ver cómo se puede resolver eso ya hay mentes pensando en qué lugar del tablero se podría poner una cuarta fábrica de celulosa.
Todavía nos falta ver también cómo va a funcionar el tema de los vertidos en el río Negro, un curso mucho menos caudaloso que el Uruguay y el Río de la Plata, sobre los que se ubicaron las dos plantas que ya están operativas. Y en el Este, cuál sería el río capaz de absorber los vertidos. ¿El Cebollatí, el Tacuarí? Ambos mucho menos caudalosos aún que el río Negro y afluentes de la laguna Merín, que sería tal vez la otra posibilidad que se maneje.
No sería mala cosa que esta discusión sobre si Uruguay admite la construcción de una nueva planta se abra ahora y las consideraciones que se hagan se basen en realidades, como las posibilidades de desarrollo de la infraestructura necesaria y las condiciones ambientales, sin pretender cerrarse a ninguna posibilidad, pero sin hacerse trampas al solitario que terminar ocasionando daños colaterales que heredarán futuros gobiernos y, especialmente, futuras generaciones.