Año Nuevo

Comenzamos un Año Nuevo, el 2022. Si sumamos las cifras, nos da el número 6, que, según los entendidos, es un muy buen número. Pero si miramos la realidad objetiva, da para pensar si no tendrían algo de razón quienes vaticinan un cercano apocalipsis. Porque la realidad es apabullante: después de un año aciago, de temores e incertidumbres, de caos, comenzamos otro en medio de incendios, pandemia que arrecia, aunque más leve, trabajo menguado para muchos, largas discusiones, palabras insultantes hacia la forestación, las multinacionales, los gobernantes, la falta de previsión, la negligencia, la indiferencia de algunos; en fin, mucha palabrería con y sin sentido.
Se ve así la importancia de las palabras, del buen decir, del buen o mal uso que conduce a situaciones muy difíciles. A través de las palabras y de los emoticones, signos que refuerzan lo dicho, se ve la solidaridad de muchos, la desilusión de otros, el enojo o la indiferencia de algunos.
Se aplica aquí el tema de la complejidad, referido a los incendios y a las reacciones de la gente. Los incendios no tienen una sola causa, como pretenden algunos. Son el resultado de un complejo de factores: la sequía, el calentamiento global (¿causa sólo de nuestras acciones?), la falta de previsión por el cuidado ambiental, de las empresas y de los individuos, el consumismo exagerado, la ignorancia y la falta de conciencia sobre la importancia de preservar nuestros recursos naturales, el interés prevalente sobre las ganancias materiales, sin importar lo que le suceda al prójimo, el mal uso de las libertades… Y la fuerza del viento, ¿quién puede controlarla, por más tecnología que tenga? Nadie puede controlar las fuerzas desatadas de la naturaleza…
Vemos que de nuevo resurgen las polémicas, los insultos, las palabras usadas para destruir, insultos a las multinacionales, al gobierno, a los que trabajan en ellas… Palabras muy agresivas (y encima, con tremendos errores ortográficos, cosa que denota la falta de conocimientos sobre el lenguaje y que pienso está de acuerdo con pensamientos distorsionados).
Me tortura este pensamiento: ¿en realidad todas las multinacionales son engendros del demonio, que sólo se ocupan de sus ganancias materiales; todas buscan nuestro apocalipsis? Los uruguayos, ¿carecemos de iniciativas para el progreso material?
Están siempre los pesimistas, que nunca ven lo positivo, en este caso, los beneficios que las forestales han traído para muchos, que tienen trabajo y han podido acceder a una vivienda digna, las nuevas carreras, el avance tecnológico, el bienestar para muchos y el desarrollo económico del país.
En este tema, como en tantos, están siempre los pro y los contra. Creo que se debe buscar un equilibrio, para poder seguir avanzando en este mundo tan incierto y complejo.
De esos sucesos, como de todo lo que nos ocurre, tenemos que sacar alguna enseñanza, tenemos que aprender qué cosa estamos haciendo mal y debemos cambiar, para el bien de todos.
¿Estamos buscando la armonía con los otros, o sólo estamos buscando afirmar y fortalecer nuestros propios intereses, nuestras “chacritas”? Nos olvidamos que las palabras pueden hacer mucho mal, son muy potentes para construir, pero también para destruir. Cada uno ve la realidad de acuerdo a su propia personalidad, pero debe haber algún punto de encuentro, para unirnos y avanzar hacia una realidad objetiva mejor. Pero por desgracia hay mucha gente que parece tener un chip incorporado para encontrar siempre sólo los errores, las equivocaciones, lo malo, todo lo negativo, muchas veces por ignorancia, otras porque se dejan dominar por las energías negativas.
Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es que decimos pero no hacemos, y nuestro pensar y nuestro sentir, no están siempre de acuerdo con lo que decimos y lo que hacemos. Necesitamos tener coherencia, más coherencia entre lo que pensamos, lo que sentimos, lo que decimos y lo que hacemos, o sea, ser más íntegros. Dicho de otra manera: Amar al prójimo como a sí mismo. Sólo así podremos vivir en un mundo de paz. Parece una utopía, pero no existe nada imposible en esta vida.
La pandemia no nos ha cambiado, decía alguien, desilusionado. Seguimos siendo egoístas, pensando sólo en nuestro propio bienestar, haciendo ojos ciegos a las penurias ajenas. Actuamos como los condenados pasajeros del Titanic, que seguían la fiesta mientras se hundía el barco.
Es que somos humanos y en nosotros habitan luces y oscuridades. Aún no hemos aprendido a “soltar” las energías negativas, algo necesario para evolucionar y ser mejores personas.
Recordemos que siempre podemos, podemos dar más, para mejorar nuestro entorno y nuestra vida en este planeta.
Por fortuna en estos días hemos visto que aún existe la solidaridad, que hay gente siempre dispuesta a dar una mano en circunstancias tan penosas como las inundaciones y los incendios.
En nuestro Paysandú y en nuestro Uruguay la solidaridad ha prevalecido siempre, y a veces se ha convertido en heroísmo, como en el caso de Leandro Gómez, a quien recordamos en estos días.
Como dice un poema aún “¡sigue dando criollos el tiempo!”

La Tía Nilda