Cuánto más fresco podría ser Paysandú con mayor cantidad de árboles

Tel-j33615 La misma pared, la misma pintura, igual superficie; al sol y en la media sombra de un árbol del ornato público.

Hasta hace unos años la tendencia generalizada en Paysandú era eliminar los espacios verdes y cubrirlos de baldosas u hormigón. La tierra, el pasto y los árboles se consideraban sucios porque siempre necesitan mantenimiento, en tiempos secos hay que regarlos y cuando llueve se forma barro, y esto es especialmente molesto cuando tenemos mascotas que después entran a la casa dejando sus patas marcadas en todas las habitaciones.

Son pocos quienes aún mantienen el árbol que le corresponde en la vereda frente a su hogar, pero la comodidad del otoño se paga con mayor temperatura en verano.

Ese “modernismo” surge como respuesta a una época anterior de las casonas antiguas con grandes fondos que generalmente se dividían en un “patio” embaldosado junto a la casa y el fondo cuasi silvestre que llegaba hasta el medio de la manzana o más, donde algunos aprovechaban para hacer huerta o criar aves de corral, incluso en la zona céntrica. Esas casas antiguas tenían paredes anchas y techos muy altos, eran bastante oscuras, con ventanales altos y angostos, todo lo cual las hacía bastante frescas en verano, puesto que el aire circulaba y el calor quedaba lejos del suelo en la altura, sin demasiado sol en el interior. Y prácticamente todas las casas tenían una planta de parra en el patio que crecía sobre una pérgola o enredada en alambres horizontales dispuestos en forma de techo, probablemente una costumbre heredada de nuestros antepasados provenientes del Mediterráneo. Bajo su densa sombra era el lugar elegido en las tardes de verano para “tomar aire” y respirar algo de fresco cuando no existían los ventiladores o mucho menos los acondicionadores de aire modernos.

Hoy de todo eso casi no queda nada. Por un tema de economía, las casas se construyen cada vez más bajas, más pequeñas, de paredes angostas y muchas veces con una aislación térmica insuficiente, más allá de que los cálculos de los arquitectos aseguran maravillas en este aspecto técnico que después no se cumplen.
Y la ciudad por otra parte, que también refleja ese modernismo mal entendido, cada vez tiene menos árboles porque los vecinos cortan los que están frente a sus casas para evitar que las hojas que caen en otoño tapen los desagües de los techos o las raíces rompan la vereda, o simplemente para no tener que barrerlas.
Y cuando llega el verano, durante las olas de calor que se abaten sobre Paysandú los sanduceros debemos soportar la canícula cada vez más sofocante, sin un lugar donde resguardarnos de las temperaturas que nos agobian hasta el punto de no dejarnos respirar. ¿Pero qué es tan así, objetivamente? ¿Los calores de antes eran más intensos o los veranos de ahora son más insoportables debido a las malas decisiones de la gente?

Sol vs sombra

En las redes sociales hemos visto infinidad de veces comparaciones simuladas de la diferencia de temperatura entre en piso con vegetación verde, bajo un árbol o en tierra negra, por ejemplo, donde se insta a plantar árboles para revertir los efectos del cambio climático. Nosotros quisimos comprobar hasta qué punto esas comparaciones son válidas para la realidad de Paysandú, con nuestra arquitectura y clima característico, puesto que más allá de que lo que se muestra en Internet muchas veces es falso o parcialmente cierto –aún en el caso de tratarse de datos científicos– podría suceder que lo que se muestra no sea extrapolable a nuestra realidad. Por ejemplo, porque la humedad relativa ambiente es diferente, o por la altura del sol –debido a la latitud–, la atmósfera, etcétera.

Diferencia de temperatura sobre piso de cerámica y césped en un patio céntrico.

Y la herramienta para comprobarlo vino de la mano de la COVID-19: el termómetro infrarrojo.

Este aparatito que se ha vuelto familiar por ser utilizado en algunos centros comerciales, los bancos u otros lugares donde hay concentración de gente para medir la temperatura corporal a distancia, también sirve para saber a qué temperatura se encuentra cualquier superficie, por lo que es ideal para comparar distintas situaciones.
Así lo hicimos en el patio de una casa, primero sobre piso de cerámica y después sobre césped a un metro de distancia de la primera medición. Y los resultados fueron sorprendentes: 56,1 ºC sobre el “moderno” piso de baldosas y 45,1 ºC sobre césped… ¡10ºC de diferencia!

Con resultados primarios tan interesantes salimos a la calle a realizar otras pruebas, que reforzaron la tendencia que vimos en el jardín.

A la hora 17, sobre una pared que da al oeste medimos la temperatura a la sombra de un árbol del ornato público –uno de los pocos que se salvó de la motosierra en la cuadra– y luego donde daba el sol directamente. La primera medición arrojó 51,1ºC y la segunda 43,5ºC, siempre sobre la misma pared con igual color y pintura. Más interesante aún fue el resultado de una tercera medición, detrás de una ligustrina: ¡la pared estaba a sólo 31,6ºC! Con tales resultados es evidente la ventaja de contar con un parasol natural en la vereda como es un frondoso árbol del ornato público, que no solo brinda confort para los habitantes de la casa sino también un importante ahorro de energía eléctrica, por cuanto el equipo de aire acondicionado trabaja mucho menos tiempo y menos forzado cuando las paredes están frías; ¡y 10ºC de diferencia representa mucha energía para disipar!

18 de Julio

Pero como estábamos como “gurí con chiche nuevo” con el aparatito midiendo cuanta superficie nos llamaba la atención, decidimos hacer una prueba más para saber qué tanto inciden los árboles en la temperatura ambiente en el centro de la ciudad. Cabe recordar que hasta hace apenas unos años en 18 de Julio no había árboles al oeste de la plaza Constitución. Eso cambió cuando se hizo la semipeatonal, que más allá de los errores constructivos tuvo como elemento positivo que se plantaron decenas de árboles en la “islas” de descanso para los peatones. Más allá del aspecto estético que mejoró sustancialmente por el hecho que ya no es la masa gris de hormigón que caracterizaba nuestra ciudad, en este caso lo que nos importaba era ver cuánto cambió en lo que refiere a temperaturas en tiempos extremos como los que estamos viviendo.

Por eso apuntamos el medidor infrarrojo a las baldosas donde daba el sol de lleno y comparamos la temperatura bajo la sombra de los árboles, y el resultado fue aún más asombroso: ¡54,2ºC contra 38,2ºC a la sombra! Podríamos asegurar entonces que casi la mitad de la superficie de veredas de la semipeatonal, que hoy se benefician de la sombra de los árboles del ornato público estarían 16ºC más calientes de no existir esos árboles. Es una diferencia sustancial que mucho se agradece en olas de calor como la que nos toca vivir en este momento.

Cabe mencionar que estas mediciones se realizaron sobre las 17 horas, cuando la estación meteorológica automática Meteosur de EL TELEGRAFO ubicada en Dr. Roldán y Andresito registraba 40,5ºC al resguardo, en tanto las estaciones automáticas del Aeroclub Paysandú que se encuentra en el aeropuerto Tydeo Larre Borges y la que se encuentra en la Facultad de Agronomía marcaban 39ºC y 39,6ºC respectivamente. Estos valores no son sensaciones térmicas y obviamente en la zona céntrica son superados ampliamente.

La misma pared, la misma pintura, igual superficie; al sol y en la media sombra de un árbol del ornato público.