El ídolo y el hombre

A pocas horas de su debut en el Abierto de Australia, el primer torneo del Grand Slam del año, la situación del tenista Novak Djokovic, el vigente número 1 del ranking profesional, sigue cargada de incertidumbre. Pero más allá de su situación deportiva en este torneo puntualmente (y de su situación jurídica que podría complicarse por estas horas), se abre la incógnita acerca de de qué manera todo este entuerto incidirá en su imagen y, por ende, en el futuro de su carrera.
Los problemas del tenista serbio comenzaron el lunes, cuando arribó al país oceánico para participar en la competición. Fue suspendido del torneo tras su detención por agentes fronterizos, bajo el argumento de no cumplir con las normas anticovid del país. El tenista había viajado a Melbourne con una exención médica del Gobierno del estado de Victoria para poder jugar sin estar vacunado contra la enfermedad, pero a su llegada al aeropuerto de la ciudad fue separado de su equipo y los funcionarios lo aislaron en una sala con vigilancia policial, donde fue interrogado durante horas, además de informársele que su visado había sido cancelado.
En los días siguientes el deportista obtuvo un fallo judicial a su favor, que permitió flexibilizar la situación y entrenar de forma normal. Pero volvió a complicarse el viernes, cuando se comprobó que había mentido en los documentos que presentó al ingreso al país.
Las contradicciones e irregularidades con su resultado positivo a la enfermedad, en el mes de diciembre, le ponen en peligro de enfrentar penas de cárcel tanto en Serbia como en Australia.
Lo que se argumenta es que al completar su formulario de entrada, Djokovic marcó “no” en la pregunta sobre si había realizado algún viaje en los 14 días previos a su llegada, cuando entre el 25 y el 31 de diciembre se había trasladado desde Belgrado hasta España, de lo que hay pruebas evidentes en las redes sociales, ya que participó en actividades públicas.
Medios europeos, como el periódico alemán Der Spiegel, indican que incluso se le señala de manipulación en los resultados de los test a los que fue sometido.
Sobre asuntos tales como las fechas del análisis al que dio positivo y otras aparentes contradicciones en sus PCR, el deportista debería responder ante la Justicia de su país, Serbia, donde también deberá hacerse cargo por incumplir la cuarentena que interrumpió, por ejemplo para conceder una entrevista al diario L’Équipe el día 18 de diciembre, cuando ya tenía en sus manos el resultado adverso.
Todo este embrollo motivó que ya no sea tan consistente el respaldo que el gobierno serbio se había apurado a dar, pocas horas después de la primera detención de Djokovic.
También está el tema de su viaje a España, donde también están evaluando las circunstancias del ingreso del tenista.
Pero más allá de Novak y sus temas, están todas las repercusiones que, el tratarse de una persona de tanta exposición pública, se han generado alrededor de este asunto al que no han estado ajenos todos los medios de comunicación del mundo. Periódicos australianos y deportivos internacionales han apelado a juegos de palabras para aludir al tema, como “The West Australian”, que junto a una foto suya colocó el título “No Vak, No Vax, No Way”, que se traduciría como “Novak, sin vacuna, de ninguna manera”, mientras que el serbio “Blic” publicó “Día de la vergüenza para Australia: Novak en condiciones horribles”.
La postura del deportista frente a la vacunación ya se conocía prácticamente desde el inicio de la pandemia. “Personalmente me opongo a la vacunación y no quisiera que alguien me obligara a vacunarme para poder viajar”, había señalado en abril del 2020.
Sobre el tema también se han manifestado algunos de sus competidores como el español Rafael Nadal, quien dijo lamentar la situación, por más que el serbio conocía “las condiciones desde hace meses”, y agregó que “él es una persona mayor de edad que toma sus propias decisiones y que tiene que pagar las consecuencias de esas decisiones”, indicó.
Y es que Nadal ha dado justo en el centro del asunto con esta afirmación. ¿Pueden los deportistas de elite tomar sus propias determinaciones, aislándose de la responsabilidad que trae implícita su popularidad? Seguramente en todo esto hay mucho más en juego de lo que somos capaces de ver desde este rincón del mundo, contratos de publicidad, millones de dólares de presión para que en definitiva un hombre, una persona, salga a la cancha a empuñar una raqueta y dar lo mejor de sí. Pero por otro lado en esa misma persona está un símbolo capaz de captar la atención de las cámaras del mundo entero y de transmitir un mensaje que potencialmente puede alcanzar llegar a la mayoría de la humanidad.
Djokovic se ha convertido hoy en una bandera que están levantando movimientos que mundialmente se resisten a admitir la existencia de la pandemia y que rechazan la vacunación como forma de hacerle frente –pese a los resultados que ha mostrado alrededor del mundo–, y se ha convertido en ello por sus propias decisiones. Será bueno que lo recuerde si es que las cosas después de estos episodios empiezan a no ir tan bien.