Las virtudes de un parlamento unicameral

En varias ocasiones EL TELEGRAFO ha sostenido, desde su página editorial, la necesidad de que Uruguay adopte un sistema parlamentario unicameral, tal como sucede en Israel, Nueva Zelanda, Ecuador, Islandia, Luxemburgo, Noruega, Perú, Dinamarca, Costa Rica, Guatemala, Finlandia, Portugal y Suecia.
En el mes de mayo de 2020 y ante las medidas dispuestas por el Poder Ejecutivo en materia de ahorro de dineros públicos para el combate del COVID-19 expresábamos lo siguiente: “la instauración de un régimen parlamentario de una sola cámara cuyo total de componentes sea menor que los integrantes del actual parlamento (120). De esa forma se estaría logrando un ahorro significativo no sólo de dineros públicos sino también de tiempo en la discusión y aprobación de proyectos de ley. A los grandes males que vivimos actualmente (coronavirus), debemos responder con grandes remedios (sistema parlamentario unicameral, disminución de legisladores y rebaja de sus salarios y beneficios).
Un informe de la Asesoría Técnica Parlamentaria del Congreso Nacional de Chile que data del año 2018 y estuvo a cargo de la especialista Verónica Barrios Achavar señala las siguientes ventajas del régimen unicameral: a) un solo esquema de representatividad en un solo cuerpo legislativo facilita que se acate la voluntad general; b) la consideración de la legislación por un solo cuerpo propende a la economía de tiempo y de recursos económicos; c) la concentración del esfuerzo legislativo en un solo cuerpo permite localizar y maximizar los recursos de investigación y, en consecuencia, el estudio de cada medida resulta más profundo, d) la inexistencia de un segundo cuerpo genera más sentido de responsabilidad en el cuerpo único y f) la división del Poder Legislativo en dos cuerpos debilita la rama legislativa frente al Poder Ejecutivo.
Por su parte, el especialista Víctor Ibañez Rozas, en el portal Unidiversidad de la Universidad de Cuyo (Argentina) destaca que el unicameralismo posee las siguientes bondades, algunas de las cuales coinciden con lo expresado por Verónica Barrios Achavar: a) permite mayor eficiencia y celeridad, al posibilitar la sanción de normas con mayor agilidad. La bicameralidad hace más difícil, lento y costoso el funcionamiento del órgano legislativo y las ventajas de la existencia de las dos cámaras pueden obviarse, por ejemplo, con mecanismos como el de la doble lectura para la sanción de leyes importantes, o la división en dos salas del cuerpo para el juicio político; b) en los debates plenarios de las cámaras no se trata de convencer o persuadir al adversario de las bondades de un proyecto, sino de difundir ante la opinión pública las decisiones de los partidos, adoptadas con anterioridad al tratamiento del proyecto. Por lo tanto, la existencia de dos cámaras sólo logra hacer el trabajo más lento y costoso; c) con normas adecuadas de trabajo interno se asegura toda la reflexión necesaria y la calidad legislativa. Pueden utilizarse métodos que van desde el mencionado de doble lectura, u otros como una audiencia pública entre la primera y la segunda sanción, o la exigencia de una mayoría agravada para la sanción de ciertas leyes; d) es necesario lograr un cuerpo colegiado poderoso y ágil, que esté en condiciones de controlar efectivamente al Poder Ejecutivo y que no sea solamente un acompañante tardío de sus decisiones; e) puede representar adecuadamente a la población y a los distintos sectores regionales con una composición mixta; y f) significa un menor costo operativo. La reducción de gastos ineficientes, cualquiera fuera su magnitud, resulta, por lo tanto, beneficioso.
A pesar de sus lógicas virtudes, no puede llamar a sorpresa que el unicameralismo cuente con pocos adeptos a nivel nacional, ya que sin duda significa que muchos políticos quedarían sin acceder a una banca parlamentaria y por ende sin el suculento sueldo que ella representa y los múltiples beneficios que dicho cargo acarrea. En un país donde afortunadamente no existen títulos nobiliarios y donde los empresarios son mirados con sospecha o con desprecio en muchos casos por gran parte de la población, dedicarse a la política le otorga a los que desarrollan esa actividad un poder especial, un aura que los distingue de los simples mortales y los vuelve casi intocables.
Poco importa si una persona desarrolla una prolífica actividad académica, posee una excelente hoja de servicios como policía o militar e incluso si desarrolla exitosamente su actividad comercial o industrial. Quienes realmente terminan siendo objeto de admiración son los políticos y por ello siempre dos cámaras son mejor que una, ya que permiten mayores posibilidades de formar parte de esa selecta casta.
Esas mismas ambiciones personales y deseos de acceder a cargos de privilegio fueron las razones que alentaron las divisiones departamentales en nuestro país. Recordemos que antiguamente el departamento de Paysandú comprendía todo el territorio al norte del Río Negro, hoy ocupado por los departamentos de Salto, Artigas, Rivera, Tacuarembó, Río Negro y –lógicamente– Paysandú. El departamento de San José incluía Florida, Flores y el propio San José. Maldonado estaba integrado por Rocha, Lavalleja y Maldonado mientras que Cerro Largo incluía además el hoy departamento de Treinta y Tres. Estos fenómenos no deberían llamarnos la atención ya que usualmente los movimientos tendientes a crear nuevas divisiones territoriales o áreas autónomas esconden en su interior los deseos de protagonismo y poder de quienes los encabezan. “Nada nace de un repollo”, dice un viejo refrán y lo mismo sucede con estas iniciativas territoriales o el bicameralismo, según el caso.
Para Alberto Ricardo Dalla Via, presidente de la Asociación Argentina de Derecho Constitucional, “el fortalecimiento del Poder Legislativo no solo depende de la legitimidad que le dispensa la confianza de la ciudadanía (la democracia es, en definitiva, un sistema de creencias compartidas), sino también de la eficiencia en el ejercicio de una función cada vez más difícil en realidades complejas”. En este sentido, el Poder Legislativo puede y debe actualizarse para hacer frente al resurgimiento de los populismos en todo el mundo y a las fuerzas extremistas y de pensamiento único en un mundo manipulado por los “bots” y las “fake news”. Por todos esos motivos, el Poder Legislativo debe desarrollar sus tareas y cumplir con sus cometidos en forma eficaz y eficiente, y para ello el unicameralismo resulta una herramienta fundamental.
Sólo queda por averiguar qué político “le pondrá el cascabel al gato” y tendrá la valentía de proponer la eliminación de una las cámaras legislativas, poniéndose del lado de los uruguayos “de a pie”, en lugar de defender el buen pasar de unos pocos que han hecho de la política su forma de vivir a costa de los impuestos que pagan los demás.