Leandro Gómez, mucho más que un héroe

Se cumple en el día de hoy un nuevo aniversario de la caída de la ciudad de Paysandú como trágica culminación del sitio iniciado en el año 1864 y que finalizó el 2 de enero de 1865. Sobre el General Leandro Gómez y los hombres y mujeres que acompañaron la épica defensa de nuestra ciudad se han escrito muchísimos libros y artículos tanto en el Uruguay como en el extranjero y eso nos ha permitido, a quienes habitamos esta tierra, tener presente los detalles de un triste episodio de nuestra historia nacional.

Instalado en un tablero regional de múltiples condicionantes geopolíticas en el cual intervenían intereses tanto nacionales como político partidarios, la historia le reservó a Leandro Gómez la noble tarea de transformarse en el símbolo no solo de la soberanía nacional, sino también de la dignidad y el honor. Su vida de apego y trabajo desinteresado por las causas nobles se vio plasmada en el sacrificio máximo de entregar su vida por su Patria, pero sus acciones en pos del bienestar de los demás lo acompañaban desde el inicio de su vida. Nacido en Montevideo el 13 de marzo de 1811, trabajó como dependiente en la casa de comercio de su padre y en 1825 parte a Buenos Aires para continuar con la misma actividad. En esa ciudad se relaciona con Manuel Oribe, regresando a Montevideo en 1843 y tomando parte del sitio a esa ciudad hasta la paz del 8 de octubre de 1851. Entre otras actividades (y tal cual lo recoge el diario “La República”) “adquirió en Salto un saladero y estuvo en una serie de iniciativas que buscaban mejorar la navegabilidad del río Uruguay, promoviendo el desarrollo económico y social del litoral” e incluso participó en la promoción del ferrocarril en Uruguay por 1858, organizando “una empresa junto con Hocquart, Carlos Navia y Pablo Dupessis, con el propósito de construir un ferrocarril de Montevideo a La Unión, en donde se pensaba concentrar las tabladas”.

Como han expresado los investigadores Mario Dotta Ostria y Rodolfo González Risotto, “Leandro Gómez, reivindicador de Artigas en la época en que aún campeaba la leyenda negra, tuvo que enfrentar a sus detractores y demostrar con su propio ejemplo en la heroica Paysandú, la inmensa responsabilidad que asumía quien se atreviera nuevamente a tremolar la bandera del Jefe de la Liga Federal. Ligado a las tradiciones del Partido Nacional, Leandro Gómez se eleva por sobre banderías y cobra estatura legítima para todos los orientales, como denodado defensor de la independencia nacional llegando hasta el sacrificio en defensa de la misma, que supo defender con honor contra la amenaza de la inicua alianza que Venancio Flores había concertado con el Imperio del Brasil y con los unitarios argentinos”. Estos autores destacan tanto “su ser de ciudadano y militar, como a su pertenencia a la Masonería, y su actuación en 1857, durante la epidemia de fiebre amarilla, seguida de su preocupación por la educación y futuro de la niñez desvalida en la dirección de las Escuelas Filantrópicas, gratuitas y laicas, instaladas veinte años antes de la experiencia vareliana”, constituyendo “el ejemplo de un hombre integral, regido por el sentido del honor que presidía todos sus actos, que actuaba sin soberbia y compenetrado con los ideales artiguistas”. En cumplimiento de esas tareas, Leandro Gómez fue director de la Escuela Hiram, institución salteña que funciona hasta el presente y respecto de cuyas actividades expresó en 1859, al clausurar los cursos de su primer año de existencia: “Por esto no queremos que se diga que aquí formamos hombres de letras, no, sino que el propósito es más ambicioso, y es el de formar hombres de acuerdo a nuestras formas de pensar, que lo sean libres y de buenas costumbres, con defectos que los tendrán, pero con la suficiente hombría como para conocerlos y combatirlos”.

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, se entiende por “héroe” a una persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble. La grandeza de la vida y obra de Leandro Gómez alcanza su punto más alto en la ciudad de Paysandú y está indisolublemente ligada a la misma, pero excede el plano estrictamente militar para colocarse en los más altos valores de la condición humana. El 2 de enero de 1865 terminó uniendo para siempre el ejemplo perenne de una valentía e integridad indeclinable con la suerte de una ciudad que desde entonces y más allá de banderías político partidarias, lo reconoce como símbolo de su condición de ciudad valiente y pujante porque más allá del sitio infame que terminó ese día la ciudad se recuperó y continuó como pudo y a la velocidad que pudo su vida normal: se reconstruyó la ciudad, se levantaron nuevas construcciones y se continuó con el desarrollo económico y social que constituye la esencia misma del ser sanducero. ¿Acaso Paysandú estaba olvidando a Leandro Gómez al avanzar en dirección al progreso? Claro que no. En realidad, lo estaba honrado de la mejor manera (con hechos concretos y en pos del desarrollo material y espiritual de sus habitantes) y haciendo que valiera la pena el sacrificio que él y cientos de hombres y mujeres realizaron para defender nuestra ciudad. Leandro Gómez ha vivido desde su vil asesinato en el esfuerzo diario y sostenido de todos quienes habitamos este departamento: trabajadores, empresarios, artistas, educadores y en el personal de salud, entre tantos otros. En estos trágicos días en los cuales los incendios forestales azotan nuestro departamento, está claro que Leandro Gómez vive también en los bomberos, policías y militares que son servidores públicos como lo fue él mismo y que arriesgan sus vidas en terribles condiciones de trabajo y lejos de su familia, trabajando por el bienestar no sólo de las personas y poblaciones afectadas, sino también de la sociedad toda. Pero también en el pueblo solidario que no dudó de dar todo de sí para combatir la destrucción de las llamas o ayudar desde el lugar que podían hacerlo.

Así las cosas, Leandro Gómez no es solo un héroe militar sino también un héroe civil y un referente ético y por sobre todo un servidor público ejemplar que debe acompañarnos y guiarnos como sociedad. No dejemos que el tiempo y el bronce lo transforme en un figura lejana y pétrea, máxime cuando los valores humanos universales que defendió durante el sitio a Paysandú siguen tan vigentes como entonces y necesitan ser recordados, retomados y cultivados por todos, pero especialmente por las nuevas generaciones. Figura destacada y merecida del Partido Nacional, Leandro Gómez ha superado los límites de esa colectividad política y forma parte, con total justicia, del más preclaro acervo de nuestra nacionalidad. Tal como fuera destacado en al año 2018 por el entonces intendente de Montevideo, el ingeniero Daniel Martínez, al inaugurar un monolito y una placa en homenaje a Leandro Gómez ubicado en rambla República Argentina de esa ciudad, se trata de una “referencia ética, un faro que debe iluminar la búsqueda de la verdad, pero sobre todo por la defensa de las instituciones y la solidaridad humana”.