Gino Strada, médico y filántropo

Creo que es muy importante destacar la obra filantrópica de Gino Strada, en este tiempo en que hace tanta falta la solidaridad.
Nació en Sesto San Giovanni, Italia. El 21 de abril de 1948 y falleció hace poco tiempo, el 13 de agosto de este año, en Honfleur, Francia.
Era un médico formado en la universidad de Milán, especializado en cirugía de urgencia. Estudió en Estados Unidos, en Inglaterra y en Sudáfrica.
En 1988 decidió aplicar su experiencia en cirugía de urgencia para asistir a los heridos de guerra. Hasta 1994 trabajó en la Cruz Roja Internacional en Pakistán, Etiopía, Tailandia, Afganistán, Somalía, Bosnia.

He aquí sus palabras:
“Lo que hacemos por la vida, nosotros y otros, lo que podemos hacer con nuestras fuerzas, tal vez es menos de una gotita de agua en el océano. Pero me quedo con la idea que es mejor que exista esa gotita, porque si no, tal vez sería peor para todos. Es un trabajo fatigoso el de cirujano de guerra. Pero es también un gran honor para mí. Los pacientes están siempre por encima de todo”.
En 1994, la experiencia acumulada en los años con la Cruz Roja lo lleva a fundar, junto a su esposa y algunos colegas y amigos, una asociación independiente y neutral, Emergency, con la finalidad de proporcionar cuidados médico quirúrgicos de elevada calidad y gratuitos a las víctimas de la guerra, de las minas… y de la pobreza.
Estuvo en Afganistán durante 7 años operando a millares de víctimas de la guerra o de las minas antihumanas, y contribuyendo a la apertura de otros proyectos en el país.
Justo el día de su muerte, el diario La Stampa, publicó su último artículo: “Así he visto morir Kabul”.

“He vivido durante 7 años en Afganistán: he visto aumentar el número de heridos y la violencia, mientras el país era progresivamente devorado por la inseguridad y la corrupción. Decíamos hace 20 años que esta guerra sería un desastre para todos. Hoy el éxito de aquella agresión está delante de nuestros ojos: un fracaso desde todo punto de vista”, escribió, entre otras cosas.
Fue muy crítico con esta guerra sin sentido y con el gasto en armamentos militares. “Yo no soy pacifista, soy contrario a la guerra. La guerra es la violación más aberrante de los derechos humanos, porque cancela el derecho de vivir”.

“Sólo los cerebros poco desarrollados, en el tercer milenio, pueden pensar en la guerra como un instrumento aceptable para la resolución de los conflictos”, aclaró.
Sus experiencias como cirujano de guerra están narradas en los diversos libros que escribió. Era una voz muy presente en debates televisivos, que solía molestar porque era muy frontal y decía verdades incómodas. Era muy amado por muchos y odiado por otros, causaba siempre una divisoria de aguas. Fue una persona excepcional, con un gran coraje y un gran espíritu de solidaridad.
Opina Patrizia, una participante en una página de Facebook: “Gino Strada fue un testimonio del amor y de la esperanza, que no sólo ha dicho, como hacen tantos, sino que ha hecho. Deberíamos imitarlo en el plano civil y sobre todo ético. Ha sido un signo de contradicción en un mundo que piensa egoístamente en sí mismo. Como sucede con todos los hombres de buena voluntad, ha sido enfangado por un poder oscuro y sin sentido.

Según sus palabras, “hay que mantener encendida la llama de la esperanza, por un mundo más justo y con más igualdad”.
Solía visitar escuelas primarias y secundarias italianas para hablar del horror de las guerras.
Consideraba que si los millones de dólares que se gastaron en la fallida aventura militar, se hubieran usado en serio para Afganistán, este país, que se encuentra destruido, “sería una gran Suiza”.
“La guerra, al igual que las enfermedades mortales, debe prevenirse y curarse. La violencia no es la medicina adecuada, no cura la enfermedad, mata al paciente. La abolición de la guerra es el primer paso indispensable para la curación”, supo también decir.

Según el Primer Ministro italiano Draghi, “Gino ha pasado la vida siempre de parte de los últimos, operando con profesionalidad, coraje y humildad en las zonas más difíciles del mundo”.
No le interesaba la ganancia material, para él la mejor recompensa era la satisfacción de poder dar una mano al más necesitado. ¡¡Ayudó a millones de personas!!
Un maravilloso ejemplo que este mundo está necesitando. La tía Nilda