Las murgas, constructoras de la grieta

La decisión de la Administración Nacional de Telecomunicaciones (Antel) de no apoyar económicamente a 34 agrupaciones de murga ha generado un inusitado ataque del ambiente carnavalero contra una decisión que ha sido tomada en el pleno ejercicio de las facultades legales y constitucionales que posee esa empresa pública. De acuerdo con lo que informa el portal de noticias M24, La pauta publicitaria del ente estatal “será dispuesta en los ocho tablados más grandes de Montevideo y en los desfiles oficiales que organizan los Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay (Daecpu). Además, apoyará a los carnavales de las localidades de San Carlos, Artigas, Cerro Largo, Bella Unión y Nuevo Berlín”.

De acuerdo con La Diaria, Mariano Solarich, integrante de la murga cooperativa Son Delirante y del Sindicato Único de Carnavaleras y Carnavaleros del Uruguay (Sucau) reconoció que “ninguna empresa está obligada a apoyar”, pero “el carnaval es la expresión popular por excelencia en Uruguay en masividad”, y que “el carnaval es una expresión popular artística y en gran mayoría con tendencia de izquierda, que no significa frenteamplismo, pero el arte en general tiene una tendencia de expresión de izquierda”, agregó en referencia a que en la fiesta hay expresiones “que no son afines al gobierno de turno”. Estas afirmaciones son hijas de la soberbia y desconocen que otras expresiones populares –como la cumbia, por ejemplo– cuentan con más adeptos, al menos fuera de Montevideo, y para eso basta con sintonizar cualquier radio al azar donde rara vez o nunca suenan las murgas que se autoproclaman como los legítimos representantes del sentir popular.

Dichas afirmaciones reconocen el vínculo entre las murgas y la izquierda y por ello el ataque permanente de dichos conjuntos a todo lo que no forma parte de la liturgia frenteamplista. En el año 2017, por ejemplo, la víctima del “humor compañero” fue Mercedes Menafra, viuda del expresidente Jorge Batlle. De acuerdo con lo informado en ese momento por el diario El País, “La murga Momolandia quedó en ojo de la tormenta por un cuplé en que la viuda de Jorge Batlle, Mercedes Menafra, es caracterizada riendo a las carcajadas durante el cortejo fúnebre del expresidente. Desde la murga señalaron que si hubieran sabido la repercusión que tuvo la humorada, le hubieran dedicado más tiempo sobre el escenario”. Resulta ilustrativo que, ante el fallecimiento de María Auxiliadora Delgado, exesposa del entonces presidente Tabaré Vázquez, ninguna murga se burló del exmandatario tal cual debería ser la norma ya que pocos actos demuestran tanta miseria humana como burlarse de alguien que ha perdido un ser querido. Pero claro, para la murga una cosa es si los muertos son frenteamplistas –o de izquierda a secas– y otra si se trata de muertos de otros partidos.

El entonces ministro del Interior Jorge Larrañaga también fue objeto de la discriminación de los murguistas “compañeros” en el año 2021. En este caso la murga “Cayó la Cabra” que se preparaba para las pruebas de admisión del Carnaval 2022 se refirió irónicamente a la muerte del exministro. La Sociedad de Carnavaleros Asociados del Uruguay (Sucau) apoyó en forma expresa a la murga por esa letra contra la memoria del exsecretario de estado. De acuerdo con lo informado por el portal de noticias Telemundo, el hijo del exministro del Interior, también llamado Jorge, salió al cruce de la murga con un mensaje publicado en su cuenta de Twitter.

“Es triste que se intente hacer humor con un hecho tan doloroso. Los invito a reflexionar y pedir disculpas. Nuestra familia las va a recibir con gusto. Si Cayó la Cabra está tan interesado en saber cómo murió mi padre, me puede llamar y le saco las dudas”. Resulta curioso, también en este caso, que las murgas nunca se hayan referido en forma irónica al fallecimiento de algunos de sus referentes, ya sea que se tratara de Liber Seregni o Eleuterio Fernández Huidobro. Nuevamente queda claro que para las murgas hay muertos de primera (los frenteamplistas) y de segunda (los que votan a los demás partidos).

Este apoyo de las murgas al Frente Amplio ha sido objeto incluso de estudios académicos por parte de Johanna Paola Vimercatti Salinas, quien en su trabajo “Murgas en la era progresista: Una aproximación a la lírica carnavalera en el cambio de coyuntura política, trabajo que fue presentado en las XVI Jornadas de Investigación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República llevadas a cabo en Montevideo los días 13, 14 y 15 de setiembre de 2017. De acuerdo con este documento, “en definitiva, lo que tratan de hacer estas murgas, principalmente las denominadas murga-pueblo, es persuadir a los espectadores a votar al Frente Amplio”. (…) “Araca la Cana pertenece a las murgas que se denominan murga-pueblo, más precisamente, dicha murga se autodenomina, en sus letras, como una murga de izquierda y que están felices de que en las elecciones nacionales haya ganado el Frente Amplio. Es por ello que la murga advierte que no va a criticar al gobierno frenteamplista, por más que no existe impedimento alguno para hacerlo”. (…) Esta autora recuerda, incluso que “la murga Momolandia en el año 2014, apela a que los espectadores sigan votando al Frente Amplio para no perder todo lo que se ha logrado hasta el momento”. Queda claro entonces que la murga no es una forma de expresión popular, sino exclusivamente un vehículo de propaganda del binomio Frente Amplio – Pit Cnt.

Ante este panorama, entendemos que resulta acertada la decisión de la Intendencia de Paysandú de que las agrupaciones que desfilaron el domingo 6 de febrero no hayan podido tener pasacalles a favor del Sí o del No de cara al referéndum sobre 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC). Mal que le pese a muchas murgas, el Carnaval no es –o al menos no debería ser– un ámbito para hacer propaganda política si se pretende lograr una fiesta verdaderamente popular, para toda la ciudadanía sin distinciones partidarias.

En esencia, la murga es un fenómeno montevideano que se ha tratado de imponer en el Interior como parte de un plan de colonización cultural frenteamplista siguiendo las enseñanzas del filósofo marxista italiano Antonio Gramsci (1891-1937) para quien “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. Ese es el verdadero objetivo de las murgas: difundir las ideas funcionales al Frente Amplio, atacar a todos los que no piensen como esa fuerza política y preparar el terreno para la conquista del poder cultural como menciona el referido autor. Para lograrlo, las murgas dividen a los uruguayos entre “ellos” (los no frenteamplistas) y “nosotros” (la izquierda Frente Amplio – Pit Cnt), creando e incentivando el surgimiento y ensanche de una grieta basada en el desprecio a todo el que no piense como ellas. Algo parecido a lo que hacen los partidarios del voto por el SI a la derogación por la Ley de Urgente Consideración (LUC) cuando afirman que “La LUC no es Uruguay” y borran de un plumazo a más de la mitad de la población que eligió a los legisladores que votaron esa norma. Lo llamativo de los murguistas es que, a pesar de sus letras de desprecio, pidan que se les subvenciones sus actuaciones con fondos de Antel, una empresa que se sustenta con impuestos pagados por muchos uruguayos que no son frenteamplistas.