Claro como el agua

Más de 30 organizaciones y colectivos nucleados en la Coordinación por el Agua realizaron una concentración el pasado martes en la capital del país, en la que denunciaron la falta de avances para la preservación de un recurso de primer orden como el agua, que aseguran está en franco deterioro en Uruguay.
“El agua es un bien común, finito, esencial e insustituible para la vida, al que todo ser vivo tiene derecho y se encuentra profundamente amenazado. Esto atenta contra la vida en todas sus formas e impacta en nuestro presente y futuro”, señalaron las organizaciones participantes, en una proclama leída en Plaza Libertad.
Pocas horas después, medios locales y nacionales divulgaron que la Dirección General de Servicios Agrícolas (DGSA) del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP) detectó la presencia de varios agroquímicos en muestras obtenidas en aguas tanto de una cañada afluente del arroyo Santana como de un desagüe provenientes del predio de la empresa UPM, en las cercanías de la ciudad de Guichón.
Si bien el tema no es nuevo, ya que en la última década han habido varios casos de cursos de agua afectados por agroquímicos en el departamento –en ocasiones debido al manejo irresponsable de envases– y también se ha encontrado rastros de endosulfán en análisis de peces capturados vivos en el río Uruguay, no por ello deja de ser preocupante.
Asimismo, con ciertos altibajos en cuanto a sus demandas y reclamos públicos, ha crecido también la preocupación social en relación a este asunto, en estrecho vínculo con la salud humana y otras producciones, como por ejemplo la apicultura, que ha resultado muy afectada.
La contaminación de cursos de aguas por agroquímicos provenientes de distintas fuentes, entre ellas el uso en predios agrícolas o productivos, es un problema presente en el territorio nacional que debe ser objeto de mayores controles para evitar la degradación de recursos sumamente valiosos desde el punto de vista ecosistémico, productivo y de uso humano.
En este sentido, si bien las personas podemos sobrevivir con unos pocos de sorbos de agua al día, el agua que consumimos diariamente a través de los alimentos es mucha más: son necesarios 15.000 litros de agua para producir un kilo de carne, por ejemplo.
Además de la problemática de los agroquímicos, existen otras amenazas como las floraciones de cianobacterias, los coliformes fecales y desechos industriales. En algunos casos –como en el río Santa Lucía– han sido necesarias estrategias de remediación que han demandado mucho tiempo, esfuerzos interinstitucionales y monitoreos y controles más exhaustivos para comenzar a lograr resultados.
Si bien han habido algunos avances en relación a la prevención de la contaminación de fuentes de agua, las autoridades también son conscientes de la necesidad de mejorar. Según lo expresado por el ministro de Ambiente, Adrián Peña, en una mesa sobre desafíos de la sostenibilidad organizada por el INIA a fines del año pasado, actualmente Uruguay monitorea en tiempo real el 90% de los efluentes industriales del país, aunque admitió que hay que mejorar el saneamiento y el tratamiento de los efluentes de las salas de ordeñe.
Por otra parte, los episodios de afectación del agua para uso humano han demostrado lo sensible que somos a la degradación de este recurso vital. Por ejemplo, en el año 2015 la crisis por la calidad del agua suministrada a la población del departamento de Maldonado disparó una fuerte polémica. No era para menos: durante varias semanas, cuando los vecinos abrían sus canillas recibían agua con mal gusto y mal olor, lo cual hacía imposible consumirla.
La situación llegó a tal extremo que la población se vio obligada a comparar bidones de agua mineral para tomar mate, cocinar o lavarse los dientes. Algo totalmente impensado en Uruguay, un país con numerosos cursos de agua y una vasta red de suministro de agua potable a la población. De acuerdo a lo informado por las autoridades en ese momento, la situación se debió a un alga presente en Laguna del Sauce, que aprovisiona la red de agua potable de Maldonado.
En general, la contaminación de los recursos hídricos de agua dulce por la aparición de algas es uno de los problemas complejos recurrentes que requieren mediadas de remediación y prevención que no siempre son fáciles de instrumentar y en regiones como el litoral, involucran a los tres países que tienen costas sobre el río Uruguay. En este sentido, la construcción de plantas de tratamiento de efluentes del saneamiento que hoy se arrojan “crudos”, resulta una necesidad largamente postergada que debería revertirse lo antes posible.
En lo que respecta al sector productivo, es clara la presión que su actividad ejerce sobre el medioambiente debido a determinados modelos productivos, la intensificación de algunas actividades del sector y la falta de acciones específicas para algunos sectores de la actividad nacional.
La calidad y contaminación del agua de los cursos y lagunas desde donde se toma para potabilizar es un tema sobre el cual hemos editorializado varias veces por entender que está tomando dimensiones realmente importantes. Uruguay posee un gran caudal hídrico y compartimos con Brasil y Argentina uno de las reservas de agua dulce más grandes del mundo –el Acuífero Guaraní—, a la vez que contamos con agua potable en un alto porcentaje de hogares en todo el país y existen numerosos ríos, lagunas y arroyos que abastecen aguadas para el ganado y regadíos para la agricultura.
Todos estos recursos hídricos constituyen un capital de primer orden para el país. Probablemente en el futuro sean aún más importantes que los combustibles, por la sencilla razón que se pueden crear otro tipo de fuentes energéticas para abastecer el conjunto de los sectores económicos de la sociedad, pero no se puede fabricar agua dulce.
El Estado, el sector privado, la academia y la sociedad civil tiene una responsabilidad a asumir para defender, preservar y manejar responsablemente el agua más allá de los discursos y las buenas intenciones. El cumplimiento de la normativa ambiental –que no es escasa– resulta fundamental, así como la intensificación de monitoreos y controles por los organismos que poseen competencias que involucran al agua.
La riqueza del agua dulce se encuentra con diferentes niveles de amenazas y enormes desafíos que nos interpelan como sociedad. La búsqueda de soluciones de protección y sustentabilidad es clave hoy y lo será también en los próximos años. Eso es algo que, como señala el dicho popular, debería estar claro como el agua.