Celebrar la amistad

La amistad entre las personas es en todo momento de nuestra vida, un vínculo especialmente valorado, sustentado en la confianza, el cariño, la lealtad, la solidaridad y el compromiso entre dos o más personas. Cultivarla es algo fundamental y muy importante.

No hay edad para hacer nuevos amigos, y la vida nos suele cruzar en diferentes momentos con varias personas con las cuales podemos entablar este tipo de relación.
Un amigo nos hace saber que no estamos solos, que hay alguien allí en quien podemos contar, sintiéndonos apoyados y comprendidos.
Los buenos amigos promueven la salud del cerebro, mitigando el estrés, mejorando la confianza en uno mismo y la autoestima. Pasar tiempo de calidad con los amigos nos hace tener perspectivas más positivas ante momentos difíciles, como puede ser un divorcio, una enfermedad, la pérdida del trabajo o la muerte de un ser querido.
Reír a carcajadas como solo lo haces con tus amigos aumenta los niveles de endorfinas (que tienen un efecto analgésico y de bienestar) y serotoninas (que ayudan contra la depresión), además de reducir el cortisol (que se segrega como respuesta al estrés).

Incluso una investigación de la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos, halló que entablar amistades saludables reduce el riesgo de padecer obesidad o presión arterial.
Por otra parte la Universidad Nacional Autónoma de México realizó una investigación con 1.056 adultos mayores y encontró que aquellos con vida social activa tenían más bienestar personal que los aislados. Asimismo, el estudio señaló que quienes mantienen una vida social activa y poseen un grupo de amigos con los cuales compartir y convivir, afirman sentirse felices.
Frecuentemente los amigos que tenemos son los que adquirimos de acuerdo al contexto social en el que nos movemos: la escuela, el liceo, la facultad, el trabajo, el club, incluso alguien que conozcamos dentro de un residencial si nos encontramos institucionalizados.

Debido a esta razón, es común que ellos tengan una edad aproximada a la nuestra. Esto puede causar que nos distanciemos de las personas de otras generaciones.
Con el paso de los años esta distancia generacional puede hacerse más notable. Más allá del aspecto físico, hacerse mayores implica un cambio significativo en la forma de entender la vida, resolver los problemas cotidianos o enfrentarse a los retos personales. Lejos de establecer una brecha insalvable entre jóvenes y mayores, admitir que existen estas diferencias es entender que se les puede sacar mucho partido.

Muchos son los estudios que hablan sobre los múltiples beneficios de entablar una relación de amistad con alguien de una edad significativamente diferente, al llevarse a cabo interacciones más interesantes y diversas.
Los amigos más jóvenes ayudan a estar al día en cuestiones como la tecnología y nos transmiten su energía y curiosidad. A su vez, los más grandes pueden compartir su experiencia en otros aspectos, lo que les hará sentirse más útiles y satisfechos mientras las personas de menor edad adquieren la riqueza de perspectiva de alguien mayor que ya no se deja influenciar de igual manera por la moda y las tendencias actuales.

Al sentirse respetados y valorados mutuamente, ambos fortalecen su autoestima, motivación y optimismo en gran medida. Para el adulto mayor esto ayuda a afrontar los cambios y las transformaciones que se viven a nivel físico y emocional. Los jóvenes que mantienen una amistad con una persona mayor tienden a tener una actitud más positiva respecto a los adultos en general. Lo importante es tener una apertura al diálogo y animarse a recibir la sabiduría que llega con los años.