“La culpa no es de la oveja”, sostiene Gianni Bianchi

“La oveja anda mal en el Uruguay y es fácilmente demostrable para quien lo quiera ver”, sostuvo a EL TELEGRAFO el ingeniero agrónomo Gianni Bianchi Olascoaga. “Basta remitirse a la caída vertiginosa del stock y la anunciada y hasta planificada, pero nula recuperación. Más allá de los excelentes precios de las lanas finas (el resto de las lanas se han convertido casi en un costo de producción) y de la carne, los niveles de producción son casi inamovibles”.
El profesional entiende que “se podrían analizar varias cosas que involucran desde la falta de políticas públicas, el accionar de algunas instituciones, pasando por quienes se encargan de gestionar los recursos para transferencia de tecnología, hasta los propios productores de ovinos”.
Para quienes no lo hayan hecho se sugiere analizar los resultados de la última encuesta ganadera realizada por el MGAP en el 2016, disponible en la web: https://www.gub.uy/ministerio-ganaderia-agricultura-pesca/sites/ministerio-ganaderia-agricultura-pesca/files/2020-02/encuesta_ganadera_2016_22012019.pdf

Para Bianchi “cuando se monta una empresa a cielo abierto y no se mide objetivamente nada o muy poco, no es descabellado que los resultados productivos y económicos sean más o menos malos, dependiendo de cómo “venga el año”. Existe un paquete tecnológico generado por la investigación nacional y validado comercialmente por diferentes instituciones con relativo éxito. La variabilidad en la respuesta productiva y el mantenimiento de la brecha tecnológica se atribuye a que las tecnologías no han sido incorporadas en tiempo y sobre todo en forma”.
Una de las cosas que se pueden platear como hipótesis de trabajo, por aquello de “si queremos resultados diferentes, no se puede seguir haciendo lo mismo”, es que las instancias tradicionales de capacitación en general y en particular las jornadas de difusión técnicas, no han demostrado eficacia a la hora de generar cambios en los resultados de los productores que tienen ovinos en Uruguay”.

Es posible que sea hora de considerar que el trabajo fuerte debe ser necesariamente en el campo y con los productores y su personal a cargo, por aquello de que “la palabra convence, pero el ejemplo arrastra”. Para lo cual parecería claro priorizar el trabajar directamente con productores en todo el territorio nacional, haciendo énfasis en aquellos con capacidad de liderazgo, capaces de generar un efecto multiplicador sobre otros productores de la zona.
Indicó que “debería plantearse con qué tipo de productores trabajar. Del último censo agropecuario se desprende que el 70% de los productores ganaderos cuentan con menos de 200 hectáreas y son los de mayores carencias educativas y casi no reciben asistencia técnica. Si sacamos del 32,5% restante aquellos que cuentan con 200 a 499 hectáreas se observa que sólo el 18% concentran gran parte de los semovientes y también de la tierra”.
Desde una perspectiva país, “el trabajo debería hacer foco en los productores chicos y los medianos, que, si bien no pesan tanto en el total de ovejas del stock, son de una importancia social indudable y el rubro ovino es, sino el principal, uno de los más importantes en sus predios. Los productores grandes en función de los datos de la encuesta de 2016 del MGAP tienden a trabajar más con profesionales, sobre todo veterinarios, y están en mejores condiciones para mejorar significativamente sus indicadores productivos”. Y acotó que “sin dudas que mejorar significativamente los niveles productivos en este tipo de productores tendría consecuencias significativas en el promedio nacional. De nuevo, desde una perspectiva país, se podría, por ejemplo, explorar alternativas que beneficien a aquellos que produzcan más carne y más lana”.
En cualquier caso, “la eventual puesta en marcha de un cambio y/o una clara profundización en la forma de trabajar con el sector productivo, demandaría recursos técnicos y muchas horas de trabajo, surgiendo la necesidad de pensar qué cosas son más importantes”.
“El país se ha jactado de contar con una fuerte institucionalidad vinculada al sector, no estaría mal evaluar cuál ha sido el retorno en producción en relación al tiempo y la mano de obra calificada invertida. Si se admite que el problema no está en la falta de tecnología, sino en su adopción, la “inversión técnica” analizada debería centrarse en la transferencia”, agreó Bianchi.

El SUL

Subraya que “somos de los pocos países del mundo que cuenta con una institución “pensada” para la oveja: el SUL. Esta Institución ha tenido a lo largo de su historia excelentes técnicos entre sus cuadros y ha realizado importantes aportes a la ovinocultura. Cualquier cosa que se planteé hacer con la oveja debe incluirlo, también a otras instituciones (UdelaR, INIA, INAC, MGAP).

No es novedad que el operativo cordero pesado contempla el “sellado” de los animales aptos para embarcar que garantizarían cierto nivel mínimo de calidad. Ese trabajo es realizado por el SUL y Central Lanera Uruguaya. Cuando se analiza esta tarea, no se puede perder de vista los resultados de la última auditoría de la cadena de carne ovina llevados adelante por INAC e INIA, en particular los referidos a grado de engrasamiento, donde más de la mitad de los animales relevados no alcanzaron un grado de terminación aceptable. Cosa que además de poner en tela de juicio la rigurosidad con que se exige el grado de terminación mínimo en el sellado de los animales, no parece generar resultados satisfactorios, pero sí insume tiempo y mano de obra calificada que podría destinarse a otra cosa”. Y acota que “no se plantea dejar de controlar los corderos que se embarcan, pero sí revisar el protocolo de control y evaluar si no puede ser el propio productor –previamente capacitado– quien se responsabilice por la mercadería que entrega al frigorífico.

Otra tarea realizada solo por los técnicos del SUL es la de “tatuar” animales de todas las razas con el propósito de garantizar niveles mínimos de calidad. Este trabajo fue muy importante en el pasado y llevado adelante con éxito por el Departamento. de Mejoramiento Ovino. No me queda claro cuál es el impacto de continuar haciéndolo, a priori, diría que es bajo, sobre todo si se tiene en cuenta que el tatuaje sólo es un requisito para participar de exposiciones. Con el agregado de que contempla no solo a cabañas padres o multiplicadoras, sino también a productores, a veces de muy pocos animales, donde por ende la presión de selección que realizan es muy baja y el consecuente impacto en la mejora genética, será casi nulo”.

“En estos casos el objetivo casi único parecería ser el poder participar de exposiciones y eventualmente ser premiado. A la luz de que sólo 3 de cada 10 productores toman los DEP como criterio de elección de sus reproductores, el esfuerzo de seguir con el tatuaje podría volcarse a demostrar las bondades de usar animales genéticamente superiores. Igual me atrevería a afirmar”, indica Bianchi, que “la limitante hoy de la baja productividad, ni siquiera está en el potencial genético de nuestras razas, sino en que no le brindamos las condiciones ambientales para que lo expresen. Lo que no quiere decir descuidar los programas de mejora ni mucho menos. Es bueno recordar también, que al SUL no lo financian solo los cabañeros”.

Un absurdo

El profesional se refirió “al absurdo decidido por las autoridades de la Facultad de Agronomía de que los estudiantes de 4º año en Paysandú ya no tengan la obligatoriedad de cursar la materia Ovinos y Lanas, como sí la tienen de cursar Cereales, Forrajeras o Bovinos de Carne. ¿Habrán valorado que el rubro ha perdido terrero en el sector frente a otras alternativas productivas?. Si así fuera, no parecería razonable que la educación tenga una visión cortoplacista y responda en función de las coyunturas del mercado”.

Explica que “asumiendo que la visión sea exclusivamente productivista, cosa que tampoco comparto, ya que el rubro sigue jugando un papel social relevante. Sin considerar el rol en nuestros campos, basta ver el enmalezamiento progresivo de potreros otrora poblados con ovejas, su protagonismo en el Basalto y el sinergismo con puentes verdes, laboreos de verano en cultivo de arroz y semilleros de leguminosas que ocupan cientos de miles de hectáreas”.
En Uruguay se sigue estando muy lejos del potencial de la especie. “Los promedios nacionales, también están muy distantes de los resultados que algunos productores locales alcanzan: no hay que ir a Oceanía para ver casos exitosos. Esos productores también padecen bichera, abigeato y predadores, por citar algunos problemas que siempre se señalan, pero eso no les impide producir y hacerlo muy bien. Lo del título, la culpa no es de la oveja”, finalizó diciendo.