Procesos de producción sustentables, un valor diferencial para Uruguay

A nivel global, mucho más que en lo interno, ganan terreno en forma sostenida los nichos de mercado en los que se otorgan preferencias –y se pagan mejores precios– a los productos que se importan con la debida certificación de inocuidad y respeto hacia el medio ambiente, que es un aspecto que implica en los hechos dotar de un valor agregado extra a todo lo que se venda en países o bloques donde felizmente existe un aprecio significativo por este tipo de bienes, ya sean de naturaleza primaria como procesados o semiprocesados.

El punto es que no basta con colocar una grifa de “ecológicamente sustentable” para generar este distintivo como reconocimiento a este valor, sino que es preciso contar con una certificación reconocida por los mercados a efectos de que este factor diferencial sea reconocido a este nivel y consecuentemente tender a consolidar la corriente exportadora del producto.
Ello explica que la relación calidad – precio obtenga por esta vía una mejora que no es poca cosa, porque conlleva todo un proceso reconocido que es factor multiplicador para el acceso incluso a otros mercados más exigentes, con lo que se genera un circuito virtuoso de notables proyecciones.

En este contexto debe evaluarse el significado de la certificación en sostenibilidad, en la que participan el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU) y la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU) a través de un convenio de cooperación hacia este fin.
De acuerdo a lo expresado a El Observador por representantes de ambas entidades, Uruguay ya se ha ganado reconocimiento en el mundo por sus niveles de calidad, pero el reto se sitúa ahora en poner el foco en la sostenibilidad, a través de un sello que certifique esa práctica.
Este proyecto es denominado “Unidad de Exportación Verde” que busca apoyar a las empresas exportadoras del país en la instrumentación de prácticas sustentables que permitan mejorar su posicionamiento competitivo en los mercados más exigentes.

Al respecto el presidente del LATU, Ing. Ruperto Long, reflexionó que “históricamente, lo que se certificaba era la calidad de un producto en sí mismo. Ahora estamos yendo más allá. El producto además de ser bueno, tiene que haber sido producido respetando el medo ambiente”, por lo que “el que logra avanzar en este campo sin dudas tiene una oportunidad mejor”. De acuerdo al jerarca, la creación de la Unidad de Exportación Verde apunta a la sostenibilidad social, ambiental y de gobernanza, y en este marco el LATU y la UEU elaborarán un manual que guíe a las empresas respecto a implementar la sostenibilidad en sus modelos de negocios, lo que luego permitirá a las instituciones mostrar los avances de cada organización.

En el caso de la UEU, su presidenta, Andrea Roth, explicó que se trata “de crear los incentivos necesarios que motiven a las empresas”, por lo que “buscamos integrar a todos aquellos que quieran, para pensar juntos y generar sinergias. Desde la UEU siempre decimos que queremos ser un buen articulador, sumar y unir esfuerzos.
La sumatoria de estos esfuerzos es lo que permitirá a Uruguay avanzar en la sostenibilidad y ayudar a cumplir los compromisos que asumimos como país referido a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y al Pacto de París”.

El logro de este acuerdo ni las bases de trabajo fueron cosa de un día, sino que se ha trabajado durante más de un año para hacer posible esta certificación, que ha dado lugar a la firma de este acuerdo en un acto en el que participaron, además de los titulares del LATU y de la UEU, el secretario de la Presidencia de la República, Alvaro Delgado, y el ministro de Industria, Energía y Minería, Omar Paganini.

Precisamente Delgado destacó en la oportunidad que esta instancia implica una articulación público – privada “de primer nivel, mirando el mañana” y llamó a hablar de liderazgo para referirse a las exportaciones uruguayas, por cuanto consideró que nuestro país “tiene que valorar mucho más lo que hace”, habida cuenta de que incluso está avanzando mucho más que otros países en estos tema en los que compite en los mercados.

El convenio contempla precisamente la creación de una hoja de ruta para ayudar a las empresas en este proceso, lo que implica la necesidad de poner en marcha talleres, guías, manuales y capacitaciones a efectos de cumplir con los compromisos.
En un país donde el comercio exterior es la base de su economía, y donde lamentablemente la mayor parte de la corriente exportadora se basa en materias primas sin procesar, la dotación de valor agregado es un desafío impostergable a efectos de ganar en calidad frente a los grandes volúmenes, tanto en lo que respecta a los procesos de industrialización como en los pasos que implica la sostenibilidad del medio ambiente.

El punto es que existe una cadena productiva en la que debe ganarse esta sostenibilidad desde el primer eslabón, porque no tiene sentido tratar de generar esta certificación cuando los problemas provienen de falencias de origen y las correcciones retroactivas no son aplicables en este campo.
Ergo, las prácticas amigables con el medio ambientes son un medio y un fin en sí mismos, como se valora en el mundo desarrollado, con la salvedad de que no se trata de un barniz que se pueda dar como en la terminación del producto, sino que forma parte de su origen y proceso de certificación para que pueda ser reconocido como tal en los mercados.

Ello da la pauta de la magnitud del desafío, de un acometimiento en el que es preciso perseverar para poder lograr los objetivos, y mucho mejor aún, lograr esa sinergia para que estas prácticas sean repicadas en más empresas.
Es que como señalara el presidente del LATU, el objetivo conlleva que se vaya generando un conjunto de empresas “que se destaque, que pueda difundir sus prácticas sostenibles y que sea un factor de emulación” para beneficio general de la economía y para situar a Uruguay en mejor posición en el mundo de la sostenibilidad certificada, que es hacia donde va el mundo.