Opinión

Solicitada: Puente de la discordia

Leo que la diputada Bottino no logró que las autoridades uruguayas piensen en el litoral oeste. Es muy fácil de resolver por el mismo pueblo… Votaremos por otros.

El funcionario es a la función dice la Constitución y el estatuto. ¿La función es desestimular? No. Pues llamarlo a cumplir su función o iniciarle el sumario administrativo correspondiente. ¿Baños? Pues químicos. Cobren empresas sanduceras y colonenses en ambas cabeceras un mínimo y dan trabajo a mucha gente, porteros y limpiadores. Servicio de agua y toldos en ambas cabeceras, gazebos con servicios… Lo único que no hay que permitir es que nos arreen con el poncho.

La democracia la ganamos luchando, la libertad de circulación y elección se hace igual. ¿No quieren que crucemos? Pongan especialistas en los monopolios de salud. Ofrezcan carreras faltantes y necesarias para los estudiantes. Den los mismos beneficios que en la frontera con Brasil. Y que el dueño de la camioneta Mercedes de cien mil dólares –comerciante sanducero–, deje de quejarse cuando se abastece del otro lado de combustible y mercadería porque un pobre gaucho a pie o en un auto del 80 trae 5 Kg. para llegar a mitad de mes. Orejana → Leer más

Opinión

Escribe Ernesto Kreimerman: Gobernar, nada más lejos que la práctica burocrática

Gobernar, todo lo contrario al imperio de los burócratas
Gobernar, todo lo contrario al imperio de los papeles

Una orden judicial obligó al Poder Ejecutivo a entregar un importante conjunto de documentación vinculada al caso del narcotraficante Sebastián Marset, y de esta manera se conocieron elementos acerca de cómo se manejó el asunto desde la interna del propio gobierno.
Hasta el estallido de los casos Marset y Astesiano, una de las características de la administración había sido el expertise en el manejo de las cuestiones políticas planificadas, impulsadas por estrategias de medios sólidas. Era una fortaleza que a poco de instalado el gobierno se transformó en uno de sus activos. En base a una agenda, con prioridades, respaldadas por un discurso construido, Lacalle Pou rápidamente se posiciona como un presidente con dominio de su coalición, y del escenario político. Y de informativos televisivos de más de dos horas.
Esta consistencia le fue permitiendo desarrollar unas acciones políticas con decisiones que marcarían su impronta. Como ejemplo, uno: el puerto de Montevideo y la extensión de la concesión portuaria a Katoen Natie hasta 2081 y la afrenta al principio de competencia, que la Comisión de Promoción y Defensa de la Libre Competencia del propio Ministerio de Economía y Finanzas, ha reiterado sus argumentos acerca de que el mercado de servicios portuarios está sujeto del todo al régimen de libre competencia.

Pero esa fortaleza se ha ido desgastando en la medida en que el caso Marset y también el Astesiano han ido avanzando. Hasta ese momento, el presidente daba muestras de solvencia en las artes del buen gobierno, se coincidiera con su proyecto ideológico. Era dueño de una agenda que lo ubicaba entre la prudencia, arropada con un lenguaje simple y directo, y al mismo tiempo, de decisiones a veces anunciadas que prometían mejoras.
Pero a medida que estos dos focos críticos crecieron, el presidente y su equipo, queriéndolo o no, abandonaron esa combinación de situación controlada y discurso compacto. Lacalle Pou debió enfrentar situaciones que pondrían a prueba la consistencia de su impronta y el temple de su liderazgo.

Cambios ministeriales

El gobierno ha realizado varios cambios ministeriales; los fugaces Ernesto Talvi y Pablo Bartol, la ampliación ministerial con Adrián Peña, la repentina muerte de Jorge Larrañaga, la mudanza de Luis Alberto Heber del MTOP a Interior, la llegada de Juan Pablo Falero, el cese de Carlos María Uriarte y la sustitución por Fernando Mattos… y, por último, la comprometida salida de Germán Cardoso.

Dos sobrevivientes de todos esos sismos fueron los subsecretarios del Interior, Guillermo Maciel, y de Relaciones Exteriores, Carolina Ache. Maciel es un militante colorado con larga experiencia incluso dentro del propio Ministerio del Interior, abogado, conocedor de la idiosincrasia de esa secretaría de Estado. Pero Ache no; es abogada, pero ésta ha sido su primera experiencia, en un ministerio importante siempre, y especialmente, en la intención de concretar los acuerdos comerciales que han sido esquivos para los sucesivos gobiernos.

No han sido fusibles

Desde el primer momento, el gobierno no ha estado claro en su plan de contingencias para enfrentar ambos focos críticos. Pero explícita o tácitamente, adopta una decisión sin proyectar el siguiente paso: Lacalle Pou subestimó el asunto y desde el primer momento se sucedieron errores tácticos que comenzaron a erosionar la imagen, hasta ese momento sólida, del presidente. Tras subestimar el problema, quedó en el centro del remolino y más tarde al intentar salir de esa incómoda posición, se ensayó un relevo del manejo de la crisis, pero no marcó un punto de inflexión, básicamente porque no contó con herramientas significativas, como para cambiar el sentido de las acciones. En vez de mostrar una respuesta correctiva, se optó por minimizar el rol de un Astesiano ya desprestigiado e intrascendente. Aún a la fecha, se está en ese barro.

Ache, ni calla ni asume

Está claro que la situación de Ache no es la misma que los anteriormente mencionados. Pero el foco en el caso particular no se reduce a las omisiones políticas, a las lealtades necesarias entre el ministro y su vice, sino que es más decepcionante la línea argumental que ensaya en su justificación.

La gestión política es radicalmente diferente a la burocrática. En efecto, la doctrina convencional sobre la administración pública produce una manera de pensar característica de los burócratas, que es el polo opuesto a la de los líderes emprendedores. Su orientación es predominantemente descendente, hacia el control mecánico de los procesos, reduciendo su acción al mínimo indispensable, a la cosa anterior, al estancamiento. No está orientada al logro de resultados, de saltos cualitativos, sino a empantanarse en un “mar de dulce de leche”.

Las expresiones de Carolina Ache al comparecer ante el Senado, además de sus cuidados que la mostraron insegura y titubeante, dejó unos mensajes que reflejan la debilidad de su performance: mientras los ministros Heber y Bustillo se esmeraban en remarcar que a noviembre de 2021 nadie conocía la situación de Sebastián Marset, Maciel y Ache eran conscientes de que no era así. En el email de inicios de ese mes, Maciel advirtió a Ache de la condición de narcotraficante “pesado” y peligroso de Marset, y que se había valido de un pasaporte paraguayo falsificado. Ese intercambio fue a través de WhatsApp, que asegura que el interlocutor lo verá/leerá. Convengamos que un WhatsApp es por lo menos una manera informal.

Pero es llamativa la precisión de Ache en el Senado: “En esas dos oportunidades me solicita esa información puntual sobre la situación del señor Marset, solicitud que respondo puntualmente a través de mi secretaría. Asimismo, aclaro que, luego de mi respuesta, el señor subsecretario no me da ningún tipo de detalle de las preguntas porque era un tema reservado y de esa forma le respondo”. ¿La subsecretaria le responde a su par a través de su secretaria, y nada es “formal”? Y tampoco le informa del intercambio a su jefe, el ministro Bustillo.

Ache también dijo que nunca supo del pasaporte de Marset, que no estaba dentro de sus “competencias la posibilidad de incidir en el proceso”, que “parecía no tenía relevancia alguna para Cancillería” y que “…no se me hizo una solicitud formal, ni siquiera informal, de hacerlo. Es evidente que si realmente se pretendían acciones concretas por parte de Cancillería una solicitud de esa magnitud debía haber sido realizada por los canales formales”.

La acción política es todo lo contrario de la gestión burocrática. Esa visión no le hace bien a nadie, ni a la dicente, ni al gobierno, ni al país. Si la aspiración es gobernar en base a hechos administrativos, gobernaremos para los papeles, para las “formas” y no el fondo de las cosas.
Gobernar es hacer política, es construir soluciones, ajustadas a derecho, innovando y transformando. Gobernar requiere de diálogo, de intercambio de información, de discusión y de transparencia, de confianza institucional. Todo lo contrario al imperio de los papeles. → Leer más