Buenas prácticas en sistemas ganaderos ante el actual déficit hídrico y forrajero

La última revista del año del Plan Agropecuario plantea los desafíos que presenta el verano, desde el punto de vista hídrico y forrajero, que en ocasiones impide arribar a las metas productivas de los sistema ganaderos.

Los doctores Germán Álvarez Peña y Valentina Herrera Costabel destacan que los pronósticos previos de un nuevo año con el fenómeno La Niña, corresponde a la tercera primavera seca de forma consecutiva.

Analizan en su artículo que “el déficit forrajero que estas situaciones traen aparejadas, pueden predisponer entre otras cosas y por diferentes circunstancias a la aparición de problemas sanitarios” de diversa índole “infecciosos, parasitarios, tóxicos, etc.”, sumado a “un estado nutricional y por lo tanto inmunitario diezmado para las diferentes categorías de animales, siendo también esto un factor predisponente”.

Infecciones

En el caso de enfermedades de origen infeccioso, “como pueden ser el carbunco bacteridiano y las clostridiosis (mancha, gangrenas, etc.), tener un plan de vacunación adecuado para las diferentes categorías, es fundamental como forma de prevenir la aparición de las mismas y lograr un adecuado nivel de inmunidad en los animales”.

Recomiendan “la concentración o encierro de animales en algunos casos pueden acelerar el contagio de determinada enfermedad. Quizá un claro ejemplo de este caso puede ser la queratoconjuntivitis, enfermedad ocular muy común en nuestros rodeos durante los meses de primavera-verano, que afecta principalmente a animales jóvenes. Para esta enfermedad, los factores predisponentes como pueden ser polvo y tierra en los corrales, la suplementación, estado inmunitario de los animales, poca sombra, alimentación fibrosa (ej: fardos), aceleran de manera notoria la aparición y el contagio en un eventual brote de la enfermedad”.

Parásitos

En cuanto afecciones parasitarias, refieren a “las parasitosis gastrointestinales”. Explican que “si bien la falta de humedad y las altas temperaturas provocan una notoria disminución de la carga parasitaria a nivel del ambiente”, las “menores cargas parasitarias a las habituales podrían de igual forma generar efectos sobre los animales”. En los vacunos, “las categorías más susceptibles para las parasitosis gastrointestinales son las jóvenes, principalmente menores a dos años de edad, por lo que el monitoreo de esas cargas parasitarias en estos animales sería recomendable”.

Los técnicos señalan que “las lluvias posteriores a un marcado déficit hídrico” establecen “condiciones favorables para el desarrollo de los ciclos parasitarios y rápidamente por ende el incremento de la oferta parasitaria en el ambiente”.
Describen que “el Saguaypé, parásito que puede afectar de gran manera el hígado de los animales” está asociado a potreros bajos del campo y zonas húmedas. “Frente a un déficit forrajero los animales modifican sus hábitos de pastoreo, desplazándose hacia estas zonas donde generalmente la oferta de forraje verde es mayor, aumentando de esa manera, la posibilidad de ingestión por parte de los animales de las formas infestantes del parásito”.

Explican la necesidad de reconocer y evitar el posible consumo de plantas tóxicas, ante el déficit forrajero, como las intoxicaciones “por el Senecio spp, duraznillo negro (centrum parqui), duraznillo blanco (solanum glaucophyllum) entre muchas otras”.

Olas de calor

Denominan olas de calor “cuando ocurre que las temperaturas máximas se mantienen por encima de 32° C durante 3 o 4 días consecutivos o incluso más, no refrescando por la noche. Para las razas británicas, la temperatura a la cual el animal se encuentra en su rango de confort va desde 15 a 25° C. Pero cuando las temperaturas son elevadas y el ganado, no es capaz de estabilizar su temperatura corporal normal (38,3- 39,2º C), y comienza a activar otros mecanismos para perder calor, los cuales tienen un gasto energético mayor”.
Con el aumento del consumo de agua “para enfriar los órganos internos, se produce una vasodilatación periférica con el objetivo de perder calor, vemos también cambios en el comportamiento, buscando sombra, ubicándose cerca de los tajamares o bebederos, no se echan, ya que el suelo irradia calor, y disminuyen el consumo pues la propia rumia genera calor. Si todos estos mecanismos no son suficientes para regular su temperatura corporal, los animales pueden llegar a morir”.

Los técnicos señalan que “en la actualidad, nos podemos anticipar a estos eventos críticos mediante índices que miden el grado de estrés calórico en los animales. El más conocido y utilizado a nivel mundial es el ITH (Índice de Temperatura y Humedad)”.
Dicho índice permite caracterizar el ambiente y relacionarlo con la respuesta biológica del ganado de leche y de carne con una anterioridad de 7 días. “Si el ITH es inferior a 69 no se presentarían riesgos, de 69 a 75 sería un nivel de alerta, de 75 a 79 indicaría peligro, y mayor a 79 entraría en estado de emergencia”.

Sombras

Destacan “en primer lugar, tener sombra en todos los potreros. Está demostrado por la investigación que hay diferencias de ganancias diarias cuando se comparan animales con acceso a sombra y sin (sombra), a favor de los primeros. De preferencia sería la sombra natural ya que por a la evapotranspiración que generan los árboles por su fisiología normal, producen un enfriamiento del aire”.
Las sombras artificiales “deberían ser de 4 metros de altura para una buena circulación del aire, 4 metros cuadrados por animal y con una inclinación de 15° en dirección norte-sur. Los animales deben tener libre acceso al agua de bebida, la cual tiene que ser fresca y de buena calidad”.

Concluyen que se deberá tener en cuenta a los “animales de pelaje oscuro, los de mayor nivel de producción, animales en pobre estado sanitario y los más temperamentales”, como los más propensos a sufrir de estrés calórico.