Chile avanza sin el Mercosur

(Por Horacio R. Brum)
Agosto de 1992, desayuno de corresponsales extranjeros con el presidente chileno Patricio Aylwin, en el Palacio de La Moneda. Este corresponsal pregunta al Primer Mandatario si Chile contempla la posibilidad de ser miembro pleno del Mercosur; Aylwin aclara: “Formamos parte de América Latina. Creer que Chile se dispara solo es una irresponsabilidad”, pero en cuanto al bloque rioplatense: “Nuestras puertas están abiertas y las de ellos bastante cerradas”. En esa época, el gobierno de Santiago seguía una política activa de reinserción internacional mediante la reafirmación de la democracia, en lo político, y la búsqueda de tratados de libre comercio, en lo económico.

Veinte días y treinta años más tarde de aquel desayuno, el presidente Gabriel Boric –que en su vida anterior en la política fue un crítico acérrimo del modelo económico heredado de la dictadura–, inauguró un monumento al presidente Aylwin en las cercanías de la casa de gobierno, mientras el Parlamento discutía la ratificación del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP o TPP 11). Así, este país ha logrado avanzar en la integración global a razón de un tratado por año, vinculándose con 65 economías, de una diversidad política y de tamaño que abarca desde China y Estados Unidos hasta Islandia y el principado centroeuropeo de Lichtenstein. También en agosto, pero de 1996, el despacho desde Santiago para EL TELEGRAFO se titulaba: “Sobre nuevos socios y viejos problemas”. Era una entrevista al presidente uruguayo Julio María Sanguinetti, quien había cruzado los Andes para realizar una visita de Estado y dar la bienvenida a Chile como miembro asociado del Mercosur. Para Sanguinetti, la asociación de Chile representaba un impacto que “será muy fuerte, mucho mayor aún que el que hoy se puede vislumbrar… una economía dinámica, acostumbrada a exportar, como es la de Chile, si ninguna duda acelerará su proceso de intercambio con nuestros países…” El pronóstico del presidente uruguayo se ha cumplido en parte; el intercambio comercial aumentó y las empresas chilenas tienen inversiones importantes en Brasil, Uruguay y Argentina, aunque en este último caso muchas de ellas se han retirado, debido a las incertidumbres económicas e institucionales. El peor impacto de esas incertidumbres en la economía chilena lo provocaron las reducciones de los envíos de gas a partir de 2004, hechas por los gobiernos kirchneristas, para evitar el costo político de reducir el suministro en su país a causa de la mala administración de los yacimientos. Chile tuvo que invertir más de 400 millones de dólares para construir una planta regasificadora y traer el combustible de otros proveedores en barcos, lo cual a su vez aumentó considerablemente el precio del gas para los hogares, fábricas y centrales eléctricas. Este año ha habido nuevas promesas de mantener la entrega por parte de la Casa Rosada, basadas en la explotación del yacimiento de Vaca Muerta, la cual también está sujeta a las veleidades de la política interna argentina.

Esta experiencia negativa con un integrante del Mercosur contribuye en parte a que Chile se mantenga prudentemente limitado a su carácter de miembro asociado, para sentirse libre de suscribir tratados comerciales con todo el mundo, una posición cuyos resultados están a la vista: con el TPP11 tendrá treinta acuerdos, de un extremo a otro del planeta, en tanto que el Mercosur, como lo subrayó el canciller uruguayo en la última reunión del bloque, apenas puede mostrar once, en su mayoría intrarregionales. Los proteccionismos y el nacionalismo económico argentinos, así como la agenda propia que suele manejar Brasil, que suele mezclar la política internacional con la economía, tampoco caen bien a este lado de los Andes.

En torno al TPP11 se han generado intensas discusiones, con la participación de los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad civil, y hasta ha habido manifestaciones y marchas en contra; lo mismo sucedió con cada acuerdo, con unos sectores predicando las bondades y otros anunciando la catástrofe. Es cierto que algunas industrias chilenas, como la textil y la del calzado, perdieron ante la competencia extranjera, y que el desarrollo de otras, como la salmonera, crea problemas ambientales, pero la apertura al mundo permitió que el país esté a la cabeza de América Latina en el acceso a la informática y la electrónica, con su correlato del uso extendido de las tecnologías de la comunicación y la información. La agricultura de exportación fue importante en la desaparición del carácter cuasi feudal del campo, porque los acuerdos comerciales generalmente incluyen cláusulas sobre las condiciones de trabajo y los compradores y consumidores del mundo desarrollado, tienen muy en cuenta el ambiente laboral y ecológico de donde provienen los productos. Por otra parte, hay un sector dinámico de emprendedores, en empresas pequeñas y medianas, que constantemente buscan nichos de producciones exclusivas para exportar, ya sean mermeladas de frutas exóticas, carnes de caza ahumadas naturalmente o software para empresas de pedidos por internet. Según las cifras del Ministerio de Economía, se crean más de 500 microempresas diariamente, en las que más de la mitad de sus dueños son personas jóvenes, de menos de 44 años. El alzamiento popular de octubre de 2019 dejó al descubierto, entre otros problemas, las desigualdades en la distribución de la riqueza, pero en modo alguno puede vincularse al funcionamiento de los tratados comerciales. La búsqueda de esos acuerdos comenzó en 1990, con el primer gobierno democrático; de acuerdo con las cifras del Banco Mundial, entre 2000 y 2015, (cuando ya estaban implementados algunos de los principales acuerdos) la proporción de la población considerada pobre se redujo del 26 a 7,9 por ciento. El 9 de noviembre fue actualizado el tratado con la Unión Europea, vigente desde 2003, con lo cual casi el 100% de las exportaciones chilenas entrarán a Europa con grandes rebajas arancelarias. Incluso, Chile podrá ahora competir con sus chocolates en los mercados europeos. Al otro lado de los Andes, el tratado del Mercosur con la UE sigue en los cajones de la política, sobre todo por la interferencia de Argentina…