Estar a la altura de las circunstancias

Aunque en el imaginario popular prima a esta altura el concepto de que el COVID “ya fue”, la realidad mundial y local indica que estamos ante una ola de la variante específica Omicron y sus sublinajes, lo que indica que hay miles de personas expuestas ante esta enfermedad, y sobre todo a sus consecuencias más severas en los grupos de riesgo, minimizado ello por el verano y sus altas temperaturas que son un desestímulo para las reuniones en lugares cerrados y promueven mucha actividad al aire libre.

El ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, advirtió en nota de EL TELEGRAFO que en el caso de Uruguay “primero aumentó un 57 por ciento, después un 87 por ciento en la cantidad de casos diagnosticados”, aunque aclaró que “en la etapa actual de vigilancia epidemiológica lo que interesa es la cantidad de casos en CTI y la cantidad de fallecidos”.
Pero, teniendo en cuenta la tendencia mundial, sostuvo que lamentablemente “esperamos que se sigan incrementando en forma significativa, habida cuenta de que está expirando el período de unos seis meses previsto para la inmunidad de que dotan las vacunas, con el antecedente de que a esta misma altura del año pasado comenzó a manifestarse la variante Omicron, que ahora se está expandiendo a través de sus sublinajes, lo que indica que se trata de la misma variante que está en un segundo ciclo.

El secretario de Estado, sin entrar en un tono alarmista, consideró que “instamos a las personas a que culminen su esquema de vacunación, de tercera y cuarta dosis a los que les falta, y estamos anunciando el adelanto de la quinta dosis para la última semana de diciembre, sobre todo para los mayores de 80 y luego escalonadamente”.
El escenario uruguayo es muy similar al que se da en toda la región, por lo que no es de esperar que surjan avatares como consecuencia del intercambio fluido que se da en el verano desde el punto de vista turístico, por cuanto también en los países vecinos se da una cobertura similar de vacunación.

En otras partes del mundo, tenemos el caso por ejemplo del último estudio facilitado por la Universidad Johns Hopkins, que indica que a la semana anterior, la incidencia media diaria total de diagnosticados en Europa es de 170.111, un 6,29% mayor que la semana anterior.
Francia es actualmente el país con la mayor media de diagnósticos de COVID-19 en los últimos 7 días (60 665). Le siguen Italia, con una media de 31.617 casos diarios, Alemania con una media de 30.805 y Grecia con 6.287 casos.

A su vez el estudio comprende a países con mayor incidencia acumulada a 14 días, que representa la expansión de una enfermedad en una población y en un tiempo determinado. Se ha establecido el período de tiempo de 14 días debido a que los expertos señalan que es el tiempo que mejor refleja la situación epidemiológica de un territorio por los retrasos en las notificaciones de los nuevos contagios y los tiempos que tarda el virus en manifestarse en las personas.

Según la Universidad Johns Hopkins, los países que muestran una mayor incidencia acumulada a 14 días son los siguientes: Francia es el país europeo cuya incidencia acumulada durante los últimos 14 días es mayor con un total de 1.300 casos diagnosticados por cada 100.000 habitantes. Le sigue a éste Grecia con 919 casos diagnosticados por cada 100.000 habitantes e Italia con 757.
Sin embargo, estas navidades serán las primeras sin ningún tipo de restricción de movimiento desde la pandemia de coronavirus en Europa. Ha vuelto el turismo de invierno y, con las fiestas y vacaciones, también volverán los reencuentros para terminar el año de 2022, en el Viejo Continente, donde sin embargo se sigue de reojo el escenario interno de cada país y global para monitorear la situación.

Es que a partir de la vacunación contra el COVID-19, todos los países de la Unión Europea han podido levantar sus restricciones y requisitos de entrada, lo que no quiere decir que la amenaza haya sido despejada.
Sin dudas este empuje a través de los sublinajes del Omicron encuentra al mundo en una situación distinta a la que se tenía a principios de 2020, cuando la pandemia alcanzó picos y consecuencias inimaginables, tanto a través de la devastación en vidas humanas como en consecuencias económicas derivadas de las medidas de contención, incluyendo cuarentenas, que tuvieron un enorme impacto socioeconómico que todavía arrastra sus secuelas.

De lo que sí se puede tener certeza es de que las posibilidades para hacer frente al virus reconvertido son otras, y que la vacuna sigue siendo la gran opción para establecer una cobertura adecuada que minimice o reduzca la expansión, como se está haciendo en Uruguay a través de la convocatoria a la población a que mejore y actualice su esquema de inmunización o prevención contra el virus.
El problema que se da es que la percepción de peligro, que llevó a una respuesta masiva –no exenta de controversia, por supuesto– a la campaña de inmunización una vez se pudo contar con la vacuna, es muy distinta a la que se tiene actualmente, en parte por el verano en nuestro hemisferio, pero también porque la virulencia no es la misma que en la primera ola, y todo indica que además de la vacunación, ya hay cierto nivel de inmunización natural si se tiene en cuenta que quien más quien menos ha estado expuesto al virus, y lo ha contraído o se ha curado o simplemente no fue afectado debido a su buen cuadro inmunológico.

Como siempre, la mejor arma contra la expansión del COVID y sus variantes es la responsabilidad de la población, que debe seguir las sencillas pautas de prevención que implica como primer elemento simple de defensa el uso de tapabocas, sobre todo en lugares de reunión, la higiene personal y la vacunación, además de medidas especiales en áreas de particular riesgo, como los internados de personas mayores, hospitales, sanatorios y centros de salud en general.
Por lo tanto, lejos de alarmismos, la mejor defensa es asumir la responsabilidad propia dentro de la comunidad, el protegernos entre todos, ante un enemigo conocido, que ya sabemos cómo se las gasta, y ante el cual lo peor que se puede hacer es subestimarlo, por lo que es preciso estar ahora a la altura de las circunstancias, para no tener que lamentarlo más adelante.