La gobernanza del agua

La adecuada gestión de los recursos naturales transfronterizos representa un tema complejo y aún más si se trata de un recurso tan valioso como invisible, que se encuentra justamente bajo nuestros pies, y en el cual la acción humana puede tener efectos muy perjudiciales a mediano y largo plazo.
La importancia del agua dulce subterránea es tal que basta con sopesar un simple dato: más del 70% de la superficie terrestre está cubierta de agua, pero de esa agua, sólo el 1% está disponible para el uso humano. A su vez, de ese 1%, el 99% está almacenado bajo nuestros pies como agua subterránea, según la información de GroundWater Foundation.
En el Cono Sur latinoamericano el Sistema Acuífero Guaraní (SAG) abastece diariamente a millones de personas de cuatro países –Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay– que utilizan sus aguas para actividades domésticas, agrícolas, industriales y turísticas. Pero además, estas reservas de agua dulce son fundamentales para el buen funcionamiento de ecosistemas como los humedales y los ríos. En este sentido, las aguas subterráneas tienen un rol muy importante en la adaptación al cambio climático por la capacidad de los sistemas acuíferos para almacenar excedentes de agua superficial estacionales o episódicos, que pueden aprovecharse para mejorar la disponibilidad de agua durante todo el año, ya que sufren menos pérdidas por evaporación que los embalses superficiales.

Si nos preguntamos cómo se explota y para qué se usa la mayor reserva de la región –que es además la tercera más importante del mundo y alberga aproximadamente a 30.000 kilómetros cúbicos de agua dulce–, lo primero a tener en cuenta es que aproximadamente 24 millones de personas viven sobre el territorio bajo el cual se encuentra el Sistema Acuífero Guaraní.
En algunos casos el acuífero se conecta con cuerpos de agua superficiales como por ejemplo los Esteros de Iberá (Argentina) pero en otros lugares está debajo de territorios con características muy diferentes. En Brasil por ejemplo, se sitúa debajo de los ocho estados más desarrollados del país, donde se hace uso del mismo con fines de abastecimiento a la población, actividades industriales, riego, baños terapéuticos y comercio de agua mineral. En nuestro país se lo usa con fines termales, abastecimiento a la población (en Rivera, por ejemplo constituye una muy importante fuente de abastecimiento de agua dulce a la población) y riego y, en Paraguay es una de las fuentes más importantes de agua dulce para la población rural.

Mucho se ha hablado también sobre la importancia geopolítica de este acuífero y los eventuales intereses en este sentido de potencias como Estados Unidos o China en la región, así como de organizaciones internacionales y corporaciones trasnacionales. En este sentido, el analista Albert Vidal señala en un artículo publicado en Global Affairs (Universidad de Navarra, España) que “una reserva como el SAG es especialmente atractiva para empresas y algunos países que necesitan asegurarse el suministro de recursos hídricos. De todos modos, estos peligros son relativamente inocuos si los comparamos con otros que podrían ocasionar la contaminación del acuífero o un cambio irreversible en el ecosistema”.

En este sentido, al analizar la situación considera como poco probable la contaminación intencional del acuífero pero advierte del peligro de contaminaciones accidentales por el vertido de sustancias tóxicas de la agricultura (en Brasil hay mucha agroindustria y cultivo de soja en la zona del acuífero), el ingreso de pesticidas, residuos y agrotóxicos por las grietas de recarga de acuífero, y más recientemente, la incorporación fracking. Incluye como otra amenaza a la desforestación en zonas de recarga y la posibilidad de extracción acelerada por encima del nivel de recarga en la explotación del acuífero.

Por todo esto, es necesario exista control sobre los usos del acuífero en consonancia con sus posibilidades de auto regeneración, lo que implica un uso racional y acuerdos entre los países.
En Uruguay el Ministerio de Ambiente es la institución encargada de llevar adelante la Política Nacional de Aguas. Ejerce la custodia de los recursos hídricos superficiales y subterráneos, aplicando instrumentos de gestión integrada para promover el desarrollo social, económico y ambiental, de forma planificada y participativa, teniendo en cuenta los distintos usos y demandas de la población
En 2010 se firmó un acuerdo multilateral entre los cuatro países para gestionar el acuífero, y luego de más de 10 años de intercambio a nivel científico, técnico, político y diplomático, el mismo entró en vigor en noviembre del año 2020.

Se trata del primer acuerdo firmado en América Latina para la gestión compartida de un acuífero transfronterizo, lo cual no es algo sencillo pero se plantea como sumamente necesario considerando las perspectivas de sostenibilidad y del futuro de un recurso tan valioso como el agua para la región.
Actualmente los países del Acuífero Guaraní, junto con el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y la Unesco, trabajan en el desarrollo de un proyecto llamado “Implementación del Programa de acción estratégico del Sistema Acuífero Guaraní (SAG): posibilitando acciones regionales”, una iniciativa que habilita diversas acciones regionales, con el financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF), para alcanzar la sostenibilidad a largo plazo de este recurso de agua dulce transfronterizo.

El proyecto propone diseñar y ejecutar pruebas de campo; acordar una red de monitoreo multipropósito; promover la participación con perspectiva de género, difusión y fomento de la capacidad científica-técnica, para un mayor conocimiento en la gestión de aguas subterráneas, las que, según dijo el subsecretario del Ministerio de Ambiente, Gerardo Amarilla constituyen una de “una de las reservas de agua dulce más importante del mundo”.

De acuerdo a lo informado oficialmente desde el referido ministerio, Uruguay avanza en la conformación de los equipos técnicos asesores del proyecto y se espera que la ejecución del proyecto genere beneficios en términos de bienestar social y de salud de la población que depende de los recursos del acuífero, además de impactar positivamente en la sostenibilidad de los ecosistemas vinculados a las aguas subterráneas.
Son acciones necesarias en aras de la sustentabilidad de este tipo de recursos, especialmente teniendo en cuenta la existencia de potenciales amenazas. Es de esperar que el lento proceso de avances en acuerdos y legislación para la gobernanza del acuífero pueda finalmente acelerarse y que se adopten políticas y acciones para su uso racional y la preservación de esta maravilla natural que, aunque lo parezca, no es un recurso inagotable. Es nuestra responsabilidad proteger hoy este recurso invaluable para evitar problemas a las próximas generaciones.