Entre Cuba y Uruguay, caminos llenos de música

Por Eduardo Lemes
Fotos: Milton Cabrera/ Gentileza

Desde La Perla del Norte

Nació en 1985 en Cárdenas, “ciudad a la que llaman La Perla del Norte”, en la provincia de Matanzas. “Es una ciudad muy especial, que no solamente es lindera con el mar, sino que tiene una zona de muchas ciénagas. Hay muchos cangrejos, y entonces le llaman también la ciudad de los cangrejos. O la ciudad de los coches, por esos coches tradicionales, tirados por caballos, que tienen esa capucha atrás, por así decirlo, y son parte del transporte del cardenense promedio”. Es además “una ciudad muy ecléctica. Si bien tiene una parte muy antigua, del siglo pasado, arriba de esta misma parte antigua se ha generado una nueva ciudad, con una nueva mirada con respecto a lo que es la construcción. Y bueno: el cardenense desde hace añares protesta por todo. Más allá de que el cubano siempre es reaccionario, el cardenense protesta por cualquier cosa. Ve una calle sucia, y protesta, ve cualquier cosa y protesta”. Pero Cárdenas, dice, “tiene esa magia de ser y de crear”, con espacios como “El Patio de los Cangrejos”, “un lugar artístico muy interesante, muy lindo”.

Graduado en la Escuela de Instructores de Arte (EIA) de Matanzas, en su país trabajó como docente. Luego pasó a tocar en Mestizaje, una agrupación de latin jazz, dirigida por Miguel Ángel Rodríguez Zulueta, “Miguelón”, e integrada por músicos de primera línea, de Cárdenas, “con una mirada muy interesante con respecto al arte”. Allí comenzó a desarrollar todo lo que venía aprendiendo en el bajo desde hacía 6 años con otro maestro, Luis Gustavo Martel, “Gustavito”.
Unos años después abandonó aquella banda para irse a trabajar a Varadero, “un pueblo turístico con una península muy linda, con playas increíbles”. Allí tocó con diferentes bandas de música tradicional cubana, y luego formó parte de Rice and Beans (Arroz con frijoles, en español), “una orquesta de rock and roll, donde me seguí desarrollando. Y adquirí mis papeles como músico profesional dentro de la empresa nacional de la música matancera”.
Con Rice and Beans tocó en diferentes festivales, “con giras por todo el país, y obviamente dentro de Varadero, haciendo covers, trabajando con todo lo que es la música para el turismo. Estuve con ellos hasta que me vine a Uruguay, con mi señora”.

Loco de amor

Al narrar las circunstancias que lo trajeron a Uruguay, dice que se vino “por el amor. O por la locura. Ya no sé por cuál de las dos”. Después de 3 años de relación con quien es hoy su esposa —la sanducera Micaela Innamorato, quien se encontraba en Cuba estudiando medicina—, se le dio la posibilidad de viajar a Uruguay a conocer a la familia de ella y al país. “Ya había conocido el mate, la música, la cultura uruguaya. Y dije ‘bueno, ta, vamos a conocer ese hermoso país’”. Quiso el destino que el mismo mes que tomaron la decisión de viajar, Lucas recibió “la propuesta que todo músico cubano más ansía en la faz de la Tierra: un contrato en el extranjero, con una agrupación musical en la cual te vas a desarrollar tocando fuera del país, durante tres años”. Confiesa que elegir entre las dos opciones fue una de las decisiones más difíciles de su vida. “O seguía mi sueño como músico, desarrollándome, visionando mi carrera artística, o seguía el amor y la locura que tenía con Micaela. Y bueno, acá estamos. Seguimos haciendo música, seguimos generando, seguimos creando”.

Al llegar a Uruguay se instalaron en Bella Unión. “Fue donde primero mi esposa tuvo trabajo, y dije ‘bueno, vamos a donde sea’. Yo no conocía nada”. Durante 6 meses, en una situación que recuerda como “bastante dura”, no pudo conseguir trabajo. “Pero —repito—, como el amor nos guiaba, no importaba lo que comiéramos, o como fuera todo. ¡Va pa’ lante el carro! Teníamos en ese entonces una motito, y nos montábamos con todas las cosas y nos íbamos a sentar en la orilla del río —con unos mates, obviamente—, allá en Los Pinos, un lugar espectacular de Bella Unión. Y era como que todo se diluía. El río, como dice Aníbal Sampayo, ayudaba a llevar la historia”.

De un país a otro

El cambio de un país a otro “fue bastante fuerte”. Donde más notó la diferencia fue en el baile. “En Cuba, con mi esposa, nos íbamos de baile. Siempre íbamos a una discoteca y bailábamos canciones de salsa, a la manera de nosotros. Y acá bueno… es diferente la música, la forma del bailador, por así decirlo… Muy diferente”. Le ha pasado, sin embargo, que algunas de las amistades que ha hecho en distintos puntos del país lo han llamado para avisarle que en alguna radio uruguaya están pasando música cubana bailable. “Y ahí nos conectamos. La Charanga Habanera, David Calzado, Los Van Van… Fa, que bien: salsa y timba, a través de las radios. ¡Qué genial!”, celebra, al recordar el momento.

“Resulta que sí, me costó mucho trabajo adaptarme a lo que es el ambiente y aprender las costumbres de Uruguay”, continúa. “Yo realmente venía con una mirada un poco más desenfadada, en cuanto al trato, al mismo ser y estar, por cómo somos los cubanos. Acá es como que las personas son un poquito más recatadas”. Al tiempo de llegar, el padre de su novia le explicó lo que significa en esta parte del mundo la frase “pagar derecho de piso. Fui cayendo, y aprendiendo una realidad que hoy ya la tengo mucho más incorporada. Después de 7 años, de a poquito, he aprendido a funcionar como uruguayo, sin perder esta parte cubana que me identifica”.

De sus primeros tiempos en Uruguay recuerda una anécdota. “El frío, ese primer año, me atacó mal. En Cuba el clima es muy diferente. Yo no sabía lo que era el frío. Resulta que llegamos a casa de unas amistades, y tenían una estufa. ¿Y qué hizo el cubano? Irse al lado del fuego. Luego de un rato, cuando ya estaba calentito, agarré un palito, y empecé a andar con el palito en el fuego”. Recuerda que en un momento se produjo una llamarada, y escuchó una voz que lo reprendió diciendo: ¡No se toca el fuego de un uruguayo! Fue un momento de mucha tensión, que se disipó al ver las risas divertidas que todos quienes se hallaban en el lugar. “Ahí aprendí que no se toca ni el asado, ni el mate… no se toca nada. Usted disfruta, pero no se toca. Cosas del uruguayo, que he aprendido. Todos se reían, pero el susto, no sabes lo que fue. Pero estuvo genial, porque ayudó a descontracturar todo”.

Música y poesía, de Bella Unión a Paysandú

En Bella Unión, después de aquellos meses sin trabajo, encontró a quienes lo ayudaron “a poder entender la música uruguaya. Y cómo poder mezclarla y vincularla con la musicalidad que yo traía de Cuba”. Primero surgió un proyecto compartido “con varios músicos de varias agrupaciones de Bella Unión: Juan Manuel Silva, J.J. Sorofani, Anderson Maciel, muchachos de 16, 17 años, con quienes pudimos tomar canciones y arreglos musicales que traía yo de Cuba, y otras canciones uruguayas, para descontracturarlas y hacerlas a la manera rocanrol que nosotros queríamos”. Luego sumaron al proyecto a Martín D’alto, “un promotor cultural, artista y escritor, que nos empezó a dar una mano”.

De aquella experiencia surgió una banda, Desenlace, “que tuvo una implicancia muy interesante. Fueron los primeros muchachos de Bella Unión que hicieron un concierto en la sala Zitarrosa, en Montevideo. Pudimos generar esto, y que el MEC nos incluyera en la agenda cultural. Fue interesante, para gurises que solo tocaban para reunirse, generar un concierto así”. Algunos de ellos luego continuaron estudiando música y desarrollando una carrera, “y tienen una mirada musical diferente, después de aquella experiencia”.

El siguiente proyecto del cual participó en Bella Unión fue Ocupas, un trío de poesía performática que formó junto a Martín D’alto y el guitarrista Facundo Iribarren. “Como su nombre lo dice, el grupo ocupa canciones, o algunas ideas de canciones, y las vuelca en la poesía de Martín. Que es una poesía muy interesante, muy contestataria, muy de Bella Unión, una poesía que lo identifica, y que identifica a esa mirada que él tiene sobre la sociedad y sobre lo que va pasando”.

Ocupas ha ofrecido conciertos dentro y fuera del país. “Hemos ido a Argentina, a Brasil…
“En 2017 estuvimos en Montevideo, en el Mundial Poético, donde tuvimos la posibilidad de compartir con poetas de Alemania y otros países”. El trío continúa en actividad, integrado actualmente por Lucas, Dalto y Ralf Mill, percusionista sanducero que sorprendió gratamente a Lucas por su profundo conocimiento de la música cubana. A fines de 2022 culminaron la grabación de su primer disco, Tentadero. Grabado en forma independiente en Paysandú por Bernardo Ilamas, se basa mayormente en ritmos latinoamericanos y afrocubanos. Contiene además un candombe, del cual participó como invitado el guitarrista Caco Pauletti, “con la impresionante destreza de su ejecución”.

Mestizo Encanto

Otra formación musical que comparten Lucas y Ralf Mill es Mestizo Encanto, trío que tiene como cantante y guitarrista al bellaunionense Sebastián Gómez Barboza, actualmente radicado en Paysandú. “Él se mudó a Paysandú por la insistencia y la influencia de este cubano, que le dijo: ¡venite pa Paysandú! Y por trabajo también, obviamente”, dice Lucas. “Con él formamos un grupo en Bella Unión y tocábamos allá, con una mirada muy profesional y una economía resultante de ese trabajo. Luego él se fue a Salto, a estudiar profesorado de biología y a trabajar, y nos separamos. Hace unos años empezó a trabajar acá en Paysandú, nos empezamos a comunicar, y empezamos a ensayar”.

Retomaron los temas de aquella primera época en Bella Unión, compuestos por Gómez Barboza, y sumaron algunos covers, “ya desde una mirada un poquito más profesional, para lo que son pubs, festivales, presentaciones personales de la banda”. A la hora de elegir un nombre al grupo, manejaron más de 100, asegura. “Nos pareció interesante que está Seba, un uruguayo de la frontera; Ralf, sanducero con ascendientes alemanes; y yo, cubano. Lo que estaba pasando era un mestizaje. Y quedó Mestizo Encanto”.

Memorias del agua

Desde el año pasado también integra un grupo de música popular latinoamericana, “Memorias del Agua”, junto a Hugo Rodríguez (piano, guitarra, voz) y Giovanna Brum (voz, guitarra, accesorios). “Al maestro Hugo tuve el placer de conocerlo a principios de 2022. Y realmente me ha mostrado cómo funciona la música litoraleña.
He aprendido cómo se manejan las líneas melódicas de bajo dentro de estos géneros, donde las notas no son tan vivas, tan picadas, sino que es algo más llevadero, un poco más abierto, acompañando todo lo que se va diciendo y el sentimiento de cada canción”, dice. Recuerda que muchas veces, al estar tocando una chamarrita o una milonga, escuchaba a Rodríguez diciéndole: “Así no cubano, así no cubano”. Hasta que un día, al tocar un ritmo cubano, era él quién le decía: “Así no, Hugo”. “Y me dice ‘Ah, bueno’… Hacemos canción latinoamericana, con temas de Aníbal Sampayo, Zitarrosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, entre otros. Incluso tenemos dos candombes”.

Destaca el potencial como cantante de Giovanna Brum, “que tiene un vozarrón impresionante. Me consta que viene de la mirada musical de la murga, y se ha mimetizado con el grupo de manera increíble. Y el compromiso que tiene con el proyecto es muy interesante”.

En las aulas

En Uruguay, ha vuelto a cursar los estudios para ser docente de Música. “Tenía la posibilidad, y bueno, ajusté los horarios de los trabajos, y volví a hacer la carrera. El año que viene me gradúo en el Instituto de Formación Docente, en la carrera de Educación Sonora Musical”.
Desde que llegó a Paysandú, también se ha desempeñado como profesor de bajo en la Academia Musical Rubiolo. “He dado algunas clases particulares, pero me gusta más manejarme con la academia. Me gusta mucho el sistema que tiene, las instalaciones, como se desarrolla todo”. Para 2023 prepara un curso especial para todos aquellos músicos que quieran conocer de primera mano cómo se tocan en el bajo los ritmos cubanos. En enero de 2022, en la sala 1º de Julio de EL TELEGRAFO, ya había ofrecido una clínica sobre este tema, en el marco de la Fiesta de la Prensa.

A todo esto se suma el trabajo que ha llevado adelante como docente en el Colegio Máster y en el Jardín Creciendo, del Colegio del Rosario, “con talleres de música, en los que busco llevar al niño una propuesta diferente, y que ellos puedan expresarse a través de la música”. Tiene en desarrollo un proyecto educativo llamado La comarca de la diversión, en el que utiliza títeres, y que ha comprobado despierta un gran interés en sus pequeños alumnos. En Cuba, en Uruguay, en todas partes, la música sigue, está siempre presente, y para ella no existen fronteras.