Sobrevivió a la pandemia y vive feliz sus 106 años

Por Mercedes Notaro-Francesco

La noche de reyes, en el espectáculo de danzas de Verónica Samurio, en el marco de la Fiesta de la Prensa, llegó a Casa de Cultura una señora mayor apoyada en bastón caminando rápido junto a Liliana Innella. Sorprendida me acerqué para preguntar si era su mamá, Diva Cora de Innella, a quien yo había acompañado en su gran fiesta de 100, donde ella elaboró el cotillón cosiendo a máquina todos los creativos sombreros.
Y es la misma señora Diva, ahora con 106 años, pero como antes, coqueta, muy vivaz actualizada con una vida plena que la mantiene alerta a los sucesos de nuestra ciudad, el país y el mundo pasando horas de TV atendiendo programas informativos. La pone muy mal ver los accidentes en calles y rutas y el avance de la droga.

Doña Diva tiene una excelente salud con sus 106 años como consecuencia de no dejarse estar físicamente haciendo varios minutos de bicicleta fija todos los días, llegando a ella con pasos largos y andador, trepa y da pedal. Camina cuatro cuadras por día y sigue una dieta saludable con desayuno de yogurt con frutas o café con leche con tostadas y mermelada, almuerzo liviano de tartas de verduras, ensaladas, pollo, milanesas al horno, banana o arroz con leche, de postre. No le gustan ni el pescado ni los mariscos. Le gustan mucho los licuados de frutas, los helados y las cosas dulces. Es muy noctámbula porque le gusta ver televisión hasta la medianoche, sobre todo películas policiales.
Con muchos almanaques sobre su espalda, es dueña de un carácter positivo y alegre. Hace poco fue operada de cataratas y lee el diario EL TELEGRAFO todos los días y luego hace sus palabras cruzadas.

Los protocolos durante la pandemia la afectaron mucho al no ser visitada por sus hijos, nietos y bisnietos que la rodean siempre. “Por el bien de todos, evitamos romper la burbuja, gracias a Dios, ya se ha superado, pero yo igual me cuido mucho”, apuntó.
“De mañana tengo la compañía de Marlene con quien me llevo muy bien y de tarde estoy acompañada por Rosa, consuegra de mi hija, que también me trata con cariño, igual que mi hija Liliana y su esposo Sergio. Ellos nos invitaron, junto con hijos, nietos, bisnietos y la madre de Tefi, la esposa de mi nieto Manuel, a esperar el fin de año embarcados en un Crucero de 8 días en viaje a Río de Janeiro que disfruté muchísimo, tanto del ambiente festivo, el teatro, las comidas, las salidas a cubierta a ver el mar y los fuegos artificiales en Copacabana. Éramos catorce. Bajé en Buenos Aires en silla de ruedas recorriendo la zona de Puerto Madero. En Río de Janeiro hicimos un tour recorriendo el sambódromo, el Maracaná, la Catedral y la escalera de Selaron, con azulejos coloridos pintados a mano. Algunos del grupo bajaron a las playas y recorrida por otros lugares, pero yo quedé en el barco. Es un magnífico regalo de fin de año con toda la familia”, contó.

Su historia personal

Diva es la menor de 10 hermanos, 2 varones y 8 mujeres. Hijos de Federico Cora y Angela Ferro. De ellos solo 3 se casaron y sólo dos tuvieron hijos.
Vivió su infancia en el Hotel Central, en el actual Salón parroquial de nuestra Basílica, alquilado por su padre en 1910 donde en el primer piso hacía consultas médicas el Dr. Alberto Langón, guardando Diva como recuerdo piezas de porcelana de Bavaria y cubiertos de alpaca con membrete del Hotel.
Su habitación en el segundo piso miraba a la plaza Constitución y se recreaba con el famoso “paseo del perro: las damas caminaban hacia la izquierda y los varones a la derecha, recibiendo piropos el encontrarse. Allí conoció Diva a su esposo, Ricardo Innella con quién celebró sus 43 años de matrimonio, formando su hogar con dos hijos, Ricardo y Liliana, que les dieron 4 nietos y 8 bisnietos. Falleciendo su esposo en 1988, fue a vivir con su hija Liliana desde esa fecha. Muy prudente y educada, sabe ocupar su lugar sin molestar al matrimonio que la cuida y respeta mucho.
De niña le gustaba cruzar a la plaza y jugar con los altos chorros de aguas danzantes de diferentes colores que subían y bajaban al son de la música. Desde su balcón también veía la puesta del sol porque los plátanos de la plaza eran muy pequeños aún. Solo queda el recuerdo de aquel maravilloso lugar visitado por gente de campo y turistas como gran novedad. Su ausencia aún se siente, al igual que las retretas de la orquesta municipal dirigida por el maestro Eric Simons, poseedor de un “oído total”.

Cruzaba la plaza en diagonal para ir al Instituto Normal a estudiar Magisterio. Al recibirse fue a trabajar a la escuela de Guichón, a la que viajaba en tren de carga en el vagón de los troperos. Después a la Escuela de Lorenzo Geyres, con su pequeño “Yayo”, y finalmente a la Escuela No. 42, de donde se jubiló.
Fue seleccionada para un libro llamado “Uruguayos centenarios”. Diva no ha perdido la lectura clara y precisa de su profesión, siendo un placer escucharla, con voz segura y sin titubear. No usa audífono, lentes sólo para leer, bastón y/o andador por seguridad. Si, son 106 años muy bien vividos.