Escenario irreal, que se apoya en el dólar “planchado”

Desde que el expresidente Tabaré Vázquez anunció que llevaría adelante la “madre de todas las reformas” del Estado –lo que ni siquiera empezó– y que en la misma línea, tampoco llevara adelante su colega José Mujica, –como así tampoco lo ha hecho ahora Luis Lacalle Pou, seguimos sin dudas con el tema pendiente en el Uruguay, lo que indica que las modificaciones imprescindibles para hacer un Estado más ágil y moderno, reduciendo su peso sobre la sociedad toda y haciendo que devuelva mucho más de lo que hace ahora con los recursos que se le vuelcan, sigue en agua de borrajas.

Tanto a Vázquez como a Mujica se lo impidieron los sectores más radicales de la coalición de izquierdas, incluyendo sobre todo a los sindicatos del Estado, en tanto en el caso de Lacalle, con un tercio de su mandato, por lo menos, perdido por las consecuencias de la pandemia y la incertidumbre por la guerra en Ucrania –entre otros temas espinosos de actualidad–, ya se ha quedado sin espacio para hacerlo, si es que realmente ha tenido la decisión de hacerlo en el sentido que planteaba.

Quiere decir que seguimos con el mismo Estado de siempre, pese a algunos retoques que no van al fondo del asunto, y por lo tanto los problemas sustanciales permanecen sin cambios con el paso de los años, lo que nos deja planteado el esquema de que se están buscando resultados distintos con los mismos esquemas, con algún retoque que no pasa de ser superficial.

Y en los últimos días ha vuelto a estar sobre el tapete el tema del atraso cambiario, que tiene que ver con el alto costo del Uruguay en dólares, lo que a la vez de encarecer nuestra exportaciones, abarata las importaciones mientras se sustituye la producción nacional por similares importados, que resultan más baratos, lo que acarrea descenso de actividad y de empleo, entre otras consecuencias. En el inicio del verano la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU) alertaba sobre las consecuencias que implica el valor del dólar contenido en nuestro país, el que ha seguido su tendencia a la baja y por lo tanto erosionando la competitividad de quienes venden productos al exterior. La gremial empresarial expresaba que “desde la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU) alertamos acerca del impacto que está teniendo sobre el sector exportador la fuerte caída de la cotización del dólar de las últimas semanas”.

“Durante el presente año, Uruguay ha sido un caso atípico en el mundo por la fuerte baja de la moneda estadounidense, que el pasado viernes llegó al menor nivel de 34 meses. El tipo de cambio real global acumula un descenso de 11% en 10 meses, lo que incide en una fuerte pérdida de competitividad frente a clientes y competidores”, consignaba.
Asimismo destacaba que “la situación internacional cambió en comparación con el primer semestre del año. Los precios internacionales bajaron y la inflación en Uruguay comenzó a ceder. En ese contexto, es necesario modificar el rumbo de la política monetaria que viene llevando adelante el Banco Central del Uruguay (BCU)”.

“La exportación es un motor fundamental para la economía uruguaya. Un sector exportador poco competitivo es un sector que no invierte, que no crece y que no genera empleo. Esperamos que las autoridades entiendan la gravedad de la situación y actúen en consecuencia”, agregaba la Unión de Exportadores del Uruguay.

El planteo de la gremial coincide con los reclamos que se manifiestan desde diversos sectores relacionados con el comercio exterior, como es el caso de las gremiales del agro, las que hasta mediados del año habían podido contrarrestar el dólar “planchado” con buenos precios, sobre todo en el caso del ganado que pagaba China, pero el gigante asiático redujo su participación en las compras y a la vez cayeron los precios, por lo que el “boom” ya tuvo su tiempo y el escenario tiende a normalizarse.

Viene a cuento además traer a colación conceptos vertidos a ELTELEGRAFO por el economista Ignacio Munyo, director ejecutivo del Centro de Estudios para la Realidad Económica y Social (Ceres), quien al abordar el escenario actual de la economía señalaba asimismo las consecuencias de esta incertidumbre a través de impactos generados por el atraso cambiario y lo que puede esperarse como efecto derrame.

Explicaba el economista que “el del dólar es un tema muy complejo. Se dan dos condiciones: primero es un año de mucho ingreso de dólares al país, en el marco del tipo de cambio flexible que tenemos, es decir que el valor lo pone el mercado. El gobierno interviene solo ocasionalmente y tiene capacidad muy limitada de afectar la cotización, porque cuando el Banco Central puede, es emitiendo moneda, que incide en el crecimiento inflacionario”.

Pero a su vez el instrumento de una tasa en moneda nacional atractiva hace que los tenedores de dinero, “como los bancos y las AFAP, van al peso y para eso venden dólares. Entonces, lo que inicialmente el gobierno hace con un objetivo, el sector privado se lo deshace”.
Por lo tanto, considera que “eso pasa porque Uruguay tiene dos monedas. No hay magia. Uruguay está condicionado por dos factores. Están ingresando muchos dólares y la inflación es alta. Si se decide una intervención más alta en el mercado para elevar el valor del dólar, la inflación se iría por encima del 10 por ciento. Uruguay está atado al famoso atraso cambiario, de alrededor de un 20 por ciento”, en tanto recuerda que “ya hemos tenido atraso cambiario sostenido, como en 2016”.

Para Munyo, no se puede hacer subir el dólar sin generar otros efectos, y “en el fondo, hay que apretar el acelerador en algunas reformas que permitan al Uruguay –que no es barato ni lo será en el corto plazo– ser más competitivo”.
El efecto derrame implica que una mejora de los sectores que son motores de la economía recicla recursos en el tramado socioeconómico y por efecto mejora en general la calidad de vida, salarios y pasividades, así como ingresos del empresariado en general, aunque no se trata de un impacto lineal ni fácilmente medible.

Pero el atraso cambiario es un autoengaño que tiene un límite y tiende a paralizar la economía tras el deslumbramiento inicial por el alto poder de compra con el dólar barato, hasta que ya el país pasa a quedarse sin fuentes de empleo y sin consumidores apoyados en el dólar barato, porque el Estado no crea riqueza y simplemente administra, generalmente mal, los recursos que genera el país real. Precisamente hacerlo de esta forma desalienta la actividad privada y a la vez provoca un déficit fiscal que es solventado desde el bolsillo de todos los uruguayos.
En esto estamos, sin reformas y con el mismo Estado pesado e improductivo de siempre, tal vez esperando el milagro de que las cosas cambien por sí solas, y peor aún, ingresando ya al período electoral en el que las urgencias de la próxima elección hacen que se vuelquen a la plaza desde el Estado recursos para crear una falsa sensación de bienestar, que es solo pan para hoy y hambre para mañana.