Escribe Ernesto Kreimerman: ¡Viva el pueblo rebelde de Nicaragua!

Para quienes hoy rondamos los sesenta/setenta años, Nicaragua es sinónimo de rebeldía y libertad. Desde aquel 19 de julio de 1979 cuando un pueblo sublevado en armas, entre las que se contaba la solidaria presencia de casi cincuenta uruguayos, entraba triunfal a la sufrida Managua. Aquella bocanada de libertad, antiimperialista y por los desclasados, no sólo abría los corazones de las izquierdas del continente que soportaban, como en nuestro país, crueles represiones de parte de las dictaduras cívicomilitares, sino que las invitaba a soñar con que el desafío de seguir la lucha, valía la pena. Hasta el vacilante El Día, dio muestras de simpatía por la victoria del FSLN.

La victoria sandinista de entonces ponía fin a un tiempo de represión y asesinatos a manos de la Guardia Nacional, una fuerza pretoriana que desarrollaba el terrorismo. La muerte por objetivo, sin necesidad de excusas.
Los y las comandantes sandinistas, que se reconocían con un número, empezaron a pujar por destacar en valentía, una muestra quizás no bien valorada, de que ya los problemas internos se iban agudizando. El primer desertor fue Edén Pastora, el mítico comandante cero.

Aquel ejército insurreccional se inspiraba en el ejemplo de Augusto César Sandino, un nacionalista y antiimperialista, que se opuso a la ocupación estadounidense a inicios del siglo XX. En mayo de 1926 Sandino regresó al país para organizar la resistencia a la ocupación estadounidense. De todos modos, los invasores ingresan a Managua y con los marines organizan la Guardia Nacional, que se convertiría en escuadrones de la muerte. Sandino rechazó aquella legitimización del invasor y continuó la lucha. Su imagen se agigantaba.

La captura de Sandino se convirtió en prioridad para los marines. En setiembre de 1927, Sandino organiza el Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua, cuya valentía y principismo despierta adhesión y respeto. Combatientes internacionalistas responden a la convocatoria antiimperialista de Sandino. Estudiantes, trabajadores y docentes de las universidades empiezan a sumarse a aquel ejército de voluntarios e idealistas. Las fuerzas sandinistas crecían en actividad y prestigio. Mientras, los invasores logran instalar un gobierno y consolidar la Guardia Nacional, cuya jefatura se le encarga a Anastasio Somoza. La resistencia de Sandino no disminuía pero otras organizaciones iban haciendo concesiones.

Sandino acepta una tregua y para ello viaja a Managua para formalizar el tratado de paz con el nuevo gobierno. Tras la reunión entre Sandino y Sacasa, el 21 de febrero de 1934, el líder nacionalista y antiimperialista, traicionado, sería capturado y rápidamente asesinado; él y los generales leales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor. Los tres, asesinados por orden de Somoza. La muerte por traición le transformaría en la mayor referencia patriótica de Nicaragua y su vocación antiimperialista y su opción por los pobres y desclasados, sería unos años después, en 1961, la inspiración que llevaría a la creación del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN. Como lo expresa uno de sus documentos fundacionales, “nunca hubo una reunión formal para fundar el FSLN… nunca tuvo una fecha ni aniversario ni nunca hubo un congreso, ninguna convención… no hubo nada. Jamás.

El FSLN fue creado en el calor del combate”. Carlos Fonseca, fundador e ideólogo de los años sesenta, es quien plantea en junio de 1961 la denominación sandinista, la que sería asumida recién en 1963. Y en el mes de setiembre, se asume como nombre de la organización Frente Sandinista de Liberación Nacional. Se consolidaba así un frente de amplio arraigo nacional y antiimperialista. La Iglesia de los pobres, de donde emergen el cura guerrillero Gaspar García Laviana, el poeta Ernesto Cardenal, el educador Fernando Cardenal y el canciller Miguel D’Escoto, jugaría un papel muy importante, tanto de diversidad ideológico-política, como de perspectiva.
Entre aquellos fundadores destacados, se contaban Carlos Fonseca Amador, Santos López, Tomás Borge, Silvio Mayorga y Germán Pomares Ordóñez. Pasaría un largo tiempo, hasta el año 1979, cuando tras una larga lucha insurreccional, el Frente Sandinista de Liberación Nacional logra el derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle, poniendo fin a la dinastía Somoza.
Con la victoria revolucionaria, empieza un renacer de las libertades y de la democracia. En las condiciones de la época, se inicia el ciclo sandinista, donde gobernaron entre 1979 y 1990. En esos años se estableció una política de alfabetización masiva, un fuerte empuje a los servicios públicos, la sanidad, e incluso a la igualdad de género. También se pararon las matanzas y la violencia política, hasta que resurgió la contra. Pero los problemas importantes empezaron en 1981, cuando el gobierno sandinista tuvo que enfrentar a unas fuerzas contrarrevolucionarias, una milicia irregular financiada y entrenada por la CIA de Estados Unidos con el fin de derrocar al FSLN.

Llegado el año 1983, el FSLN se transformaría en un partido político para participar en las primeras elecciones libres de Nicaragua, de 1984. Hubo una fuerte presencia de observadores internacionales, que validaron la transparencia del sistema electoral, y reconocieron la legitimidad de la victoria del FSLN, con una mayoría absoluta, del 67% de los votos. Tras la reforma constitucional de 1987 y la tensa lucha contra la contra financiada por Estados Unidos que se extendería hasta 1989, los sandinistas perdieron las elecciones del 25 de febrero de 1990, pasando a ser oposición. Unas elecciones enmarcadas en un clima hostil, con la actividad armada de la contra realizando atentados y emboscadas, asesinando dirigentes medios y a sus familiares. La contra había reinstalado la vieja locura sanguinaria de la guardia somozista.

En nuestra memoria están, imborrables, las decenas de jóvenes uruguayos que colaboraron con Nicaragua. Primero, las brigadas de alfabetización, una cruzada democratizadora. Después, las brigadas de la recolección del café. En uno y otro llamado, la respuesta del movimiento juvenil uruguayo fue muy valorada.
Ya para nadie el FSLN sería el mismo. El proceso de erosión que precitaría la descomposición política de la organización que protagonizó la epopeya de la derrota de la dictadura, era un fenómeno inocultable, así como las purgas y cuestionamientos a una dirección cada vez más concentrada en Daniel Ortega, que no admitía dudas ni daba espacios para una reconstrucción democrática de la organización política y su relacionamiento con la sociedad.
Quizás el FSLN podría haber realizado su propio rescate prescindiendo de las figuras de Ortega y Murillo. Pero no lo hizo. De aquel FSLN democrático, nacionalista y antiimperialista no queda vigente ninguna de sus señas de identidad. Entonces, por qué ser fieles a un amor casi adolescente de hace cuarenta años cuando las motivaciones no solo se desvanecieron… sino que hoy habita allí un espectro vergonzoso y humillante de un pasado una vez heroico y hoy extinguido en su organización de origen, por la traición histórica de Ortega & Murillo y secuaces.
Para aquel FSLN que resumo en el Meme Altesor, uruguayo muerto en combate por la liberación de Managua, toda mi solidaridad y respeto. Incluso admiración.
Por este presente de Daniel Ortega, autoritario y arbitrario, déspota de su propio pueblo, total rechazo. ¡Y aún así, viva el pueblo rebelde de Nicaragua!