Genova, Porto Antico: Una ciudad que salvó su puerto

(Por Horacio R. Brum. Desde Génova).- Arrinconados contra el mar por un cerco de cerros, los genoveses no tuvieron más oportunidad de supervivencia que volverse marineros. Con una combinación de piratería y comercio, a partir de la Edad Media Génova fue creciendo como una potencia marítima y su influencia se extendió desde el Mediterráneo hasta el Mar Negro. En la Estambul de hoy, la Torre de Gálata –uno de los monumentos más famosos de la ciudad–, recuerda la presencia genovesa en las tierras del Imperio Turco, por donde las redes comerciales de la ciudad del mar Tirreno se conectaban con la Ruta de la Seda para traer las mercancías desde China y también las epidemias, porque la Peste Negra o plaga bubónica, que en los siglos XII y XIII liquidó el 30% de la población de Europa, llegó desde Oriente con las ratas que venían en los barcos genoveses.

La Soberbia fue el apodo que se le dio en siglos pasados a Génova, no sólo por el esplendor que adquirió, en competencia feroz con Venecia, sino también por el orgullo de sus habitantes de pertenecer a una urbe sin par. Un orgullo que más adelante aumentó por ser la cuna (algo comprobado por muchas investigaciones) del hombre cuya obsesión por llegar a Oriente navegando hacia el oeste hizo que descubriera América para los europeos: Cristóbal Colón.

La integración a Italia en el siglo XIX redujo aquel brillo, pero el puerto genovés adquirió otro papel histórico, al convertirse en la principal puerta de salida de Europa para los que escapaban de la miseria y las persecuciones políticas y étnicas, en busca de la prosperidad y la libertad en un continente que, pese a todos los pesares, sigue siendo una tierra de paz y esperanza. Caminando por las calles genovesas y conversando con la gente, este corresponsal encontró decenas de “apellidos de Paysandú”: Lanterna (que también es el nombre del faro monumental del siglo XVI), Marcenaro, Ferrari, Pagani, Frugoni, Curti, Perrone, Bottino, Giordano, Mele, Pesce, Germano y tantos otros de una larga lista. Comer la pasta con pesto, o la “farinata”, que en el Río de la Plata se transformó en fainá, reforzaron la idea de que muchos bisabuelos o tatarabuelos salieron de aquí, así como tantos otros migrantes que venían de los confines del Viejo Mundo.

Los cambios tecnológicos en el transporte marítimo –el aumento del calado de los buques y el empleo de contenedores, entre otros–, determinaron el desplazamiento del área portuaria hacia el oeste, lo cual dejó una gran zona de galpones y muelles en desuso, lindera con un barrio en decadencia, cuyo conjunto se conoce como Porto Antico. Al acercarse los 500 años de la epopeya de Colón, las autoridades municipales resolvieron rehabilitar el Porto Antico y el proyecto fue puesto a cargo de Renzo Piano, nativo de Génova y uno de los arquitectos más destacados del mundo. “Restablecer la relación de Génova con el agua”, fue la consigna bajo la cual Piano realizó su trabajo, como donación a su terruño, con un empeño en mantener el carácter portuario de la zona. Para la ejecución del plan se constituyó una empresa público-privada, bajo el control de la municipalidad y denominada Porto Antico.

No hay torres ni edificios de súper lujo en el Porto Antico; quien esto escribe se alojó a precios razonables en un apartamento que ofrece al turismo una pareja de jóvenes ejecutivos de la industria médica. El lugar es parte de un complejo de viviendas, comercios y amarraderos de yates al estilo del Puerto Madero de Buenos Aires, pero a diferencia de éste, no es un enclave de ricos y famosos. Con sólo cruzar una calle, se está en el barrio portuario tradicional, donde por las mañanas llega el pescado fresco y los genoveses se mezclan en bares, cafés, panaderías y otros comercios, con los turistas y los inmigrantes que ahora vienen a Europa por las mismas causas que los europeos de antaño se fueron. Esa es la avenida Antonio Gramsci, que con sus cuadras bajo arcadas muestra de dónde salió la inspiración para construir el Paseo Colón bonaerense.

Unos antiguos astilleros son la sede del Museo Gálata, el más grande y moderno del Mediterráneo, que hasta tiene un submarino a flote. Una sección está dedicada a los tres destinos principales de la emigración italiana: Estados Unidos, Brasil y el Río de la Plata. La reproducción de las fachadas coloridas de las casas de la Boca crea el ambiente para el relato de la inmigración a Argentina y en la pantalla de una base de datos se puede intentar buscar qué antepasados salieron de Génova. El Acuario es otra atracción de la zona y en uno de los viejos galpones de cargas hay un supermercado que vende exclusivamente verduras y productos de origen italiano. La vieja fortaleza que defendía la boca del puerto fue transformada en un centro de exposiciones y cerca de ella se levanta el moderno cuartel de la Guardia Costera.

El Porto Antico muestra cómo es posible rehabilitar un barrio sin destruir el tejido de la comunidad y aprovechando el talento local. Renzo Piano, con 86 años, continúa colaborando con la recuperación de las zonas portuarias genovesas; tiene su estudio en la ciudad y creó una fundación para promover el interés en la arquitectura entre los jóvenes y la divulgación pública de los valores que deben guiar los proyectos. Actualmente, el arquitecto de la ciudad de Cristóbal Colón está desarrollado Waterfront di Levante, otra zona donde se combinarán residencias estudiantiles, espacios para empresas de alta tecnología, apartamentos de lujo y otros de menos precio, con la parte activa del puerto.

Sobre este proyecto, comentó en sus inicios, en 2017: “Se debe conectar la ciudad con el puerto, pero sin alterar la actividad del puerto, la que debe ser protegida porque es el alma de la ciudad”. Esa vinculación entre la comunidad y el puerto llegó al Río de la Plata con los genoveses. No en vano tantos de ellos fueron patrones y capitanes de barcos, así como los constructores de aquellas balandras que, antes del ferrocarril y las carreteras, fueron los camiones del río Uruguay. Tal vez, la Boca de Buenos Aires, no se llame así por ser la boca del Riachuelo, sino por el recuerdo nostálgico de aquellos inmigrantes por Boccadasse, el pueblo de pescadores que es hoy un suburbio de Génova, cuyas casas están pintadas de colores como las boquenses y donde este corresponsal vio, colgando de un balcón, una toalla con los mismos colores de Boca Juniors.