Uno de los grandes desafíos para cualquier país, pero sobre todo para naciones subdesarrolladas y con gran primarización como Uruguay, es generar capacitación para el mundo del trabajo, mejor dicho la adecuación de la mano de obra al cambiante mundo del mercado laboral.
Este reto es cosa de vida o muerte para nuestro país, que tiene una enseñanza retrasada sustancialmente respecto a la formación para el nuevo escenario, por no hacer hincapié en la formación y la capacitación, al haber mantenido todavía programas de estudios y cursos que ni siquiera servían ya hace medio siglo, con una formación general que era un poco de todo para resultar apenas una base para luego recién capacitarse en serio para el mundo laboral, que es lo que ha sido secundaria tras cursar la primaria.
Lamentablemente, pese al paso de las décadas, ha costado mucho el desprenderse de una base cultural ya anquilosada, que tenía al Estado benefactor como fuente, y a la vez generándose puestos de trabajo en emprendimientos industriales que operaban bajo una fuerte protección, cuando no con subsidios, con aranceles y tributos que se imponían a los productos importados similares, lo que conspiró contra la reinversión, la productividad, la eficiencia, la mejora tecnológica y la capacitación de la mano de obra.
El avance tecnológico global trajo aparejado la desaparición de viejos paradigmas, la gradual pérdida de numerosas industrias que se habían sostenido artificialmente en un Uruguay con políticas proteccionistas que cerraban el mercado del país a las importaciones y a la vez promovía empleo sobre puestos de trabajo sustentados en las viejas tecnologías y en subsidios para sustituir importaciones y eventualmente exportar.
Esta reconversión al mundo ha sido trabajosa y costosa, porque significó que con el paso de los años fueran desapareciendo puestos de trabajo y con ellos determinados oficios y/o capacitaciones, dejando a decenas de miles de personas con serias dificultades de inserción laboral, desde que sus capacidades y formación no estaban en sintonía con las necesidades de las empresas que pretendían acompasarse a la realidad global.
Es así que en Paysandú fueron desapareciendo las grandes industrias instaladas a partir de condiciones artificialmente dirigidas a crear empleos y vender valor agregado al exterior.
Se han creado paliativos en medio de estas dificultades para la reconversión, y uno de los recursos ha sido la creación del Instituto Nacional de Empleo (Inefop), destinado fundamentalmente a la reconversión de personas desempleadas, en coordinación con empresas demandantes de puestos de trabajo en determinadas áreas. El instituto contó con demanda sostenida, y acentuada sobre todo en períodos de mayor desempleo, como ocurrió durante la pandemia, pero en 2022, con la gradual vuelta a la normalidad, las cifras de capacitaciones financiadas por el instituto fueron altas en el caso de las personas desempleadas que tomaron cursos y alcanzaron altos niveles entre los trabajadores.
Sin embargo, el número de empresas que participaron en los programas de subsidio del instituto estuvo lejos de la expectativa y la meta que se había trazado. Más allá de estos números, el tema genera amplio debate puertas adentro del Inefop sobre cómo mejorar los instrumentos de apoyo y procesos de postulación para que más firmas acudan a efectos de fortalecer su gestión, según reflexionó en su momento el director general del instituto, Pablo Darscht.
El citado instituto en realidad administra el Fondo de Reconversión Laboral, al que aportan empleadores y empleados del sector privado y también se nutre de los recursos que a partir de este período de gobierno volvió a volcar el Poder Ejecutivo y que están vinculadas al cumplimiento de metas de gestión.
El año pasado, casi 50.000 personas iniciaron cursos contratados por el Inefop a diversas entidades de capacitación. En 2021 fueron 33.000 las personas registradas, en momentos en el que regían restricciones sanitarias por la pandemia y en el que el instituto recibió menos demanda de formación.
Sin embargo, en 2022, de las 50.000 personas participantes, 22.800 fueron capacitaciones iniciadas por desocupados, un récord que da la pauta del impacto que tuvo en el ámbito laboral la restricción de actividades por la pandemia, a la vez que es indicativo de que hay notorio déficit en la actualización de conocimiento y capacitación con vistas a la inserción en el medio laboral.
Sobre este aspecto subsiste un déficit en formación en cursos regulares para adolescentes y jóvenes, que tras años de estudio debido a los programas que se dictan en Secundaria no adquieren de la forma temprana que se necesita la capacitación para acceder a puestos de trabajo mejor remunerados, a través de la capacitación y la especialización.
Así, muchas de estas personas evidentemente tienen deficiencias de formación que no les permiten adaptarse a los requerimientos del mundo laboral, por fallas que provienen precisamente del sistema educativo. El Inefop, con participación de empresas y el Estado, es apenas un paliativo en este esquema, y por supuesto, nunca ha apuntado a ser una solución ni una respuesta de impacto en un escenario global muy complejo.
En el caso del Inefop, es fundamental tenerlo aggiornado, y buscarle mejoras para que sea una herramienta de apoyo a personas que atraviesan una seria problemática de reconversión o han quedado sin su fuente laboral, pero evidentemente el desafío que se plantea –y que se ha tratado de asumir a través de modificaciones en el sistema educativo que se instrumentan a partir de este año– es el de transformar radicalmente el perfil y el contenido de la educación, con un sentido práctico y a tono con las exigencias del mercado del trabajo.
Es decir, sin caer en inmediatismos que resultan a menudo contraproducentes, sí buscar identificar tempranamente oportunidades, preferencias, inclinaciones y necesidades para que los estudiantes tengan las herramientas que les permitirían la inserción laboral sin deambular por salones de clase en áreas que son accesorias para su desempeño, saliendo del saber un poquito de todo de antes –en el mejor de los casos– a tener capacitación a tono para avanzar en el mundo del trabajo, del conocimiento aplicado, porque esa es la dirección en la que va el mundo desde hace rato. → Leer más