A fronteras abiertas, futuros cerrados

Hace algunos días el senador del Partido Nacional, Sergio Botana, declaró a nuestro diario lo siguiente: “Creo que nosotros (refiriéndose al departamento de Cerro Largo, del que es oriundo y donde fue intendente) somos la foto del futuro de ustedes si no se toman las medidas de flexibilización y control adecuados (para la frontera con Argentina de los departamentos del litoral)”. De acuerdo con el legislador, esto tendría lugar “ante una hipotética apertura de fronteras, similar a la frontera con Brasil de Artigas, Rivera y –precisamente– Cerro Largo. Este último departamento tiene escasa actividad comercial, casi nula actividad industrial y una baja tasa de actividad económica. “La situación del litoral hoy se ve en la tasa de desempleo, del orden del 13%”, dijo Botana y subrayó que en el caso de Cerro Largo “se ve en la tasa de actividad que es apenas superior al 50%, por culpa del desgaste de tantos años, de convivencia con el contrabando sin que se hayan tomado medidas. O sea, mirar sólo el parámetro de desempleo es dejar de lado algo muy importante, que es la tasa de actividad”. La tasa de actividad es la proporción de personas que se encuentran activas (trabajan o buscan trabajo) entre aquellas de 14 y más años. Permite medir el grado de participación de las personas en el mercado de trabajo”.
Botana profundizó en el tema y reveló que “la tasa de actividad lo que nos está diciendo, es que toda la gente que buscaba trabajo ya se fue de nuestros lugares y los niveles de pobreza que tenemos son superiores”. Refiriéndose a su departamento, pero aplicable a los departamentos del litoral, la suma de la tasa de actividad, la tasa de desempleo y el no registro, es decir aquellas personas que aunque activas no están registradas en el BPS, revela que hay un creciente abandono del departamento en busca de mejores oportunidades laborales. En eso, hay fuerte incidencia del corrimiento de compras a países limítrofes.
Dicho de otra manera, en la frontera con Brasil –que tantas veces se pone como ejemplo “exitoso” de convivencia económica por quienes exigen un tratamiento similar en el litoral uruguayo— es cierto que la desocupación es menor que en Paysandú o Salto, pero ello es así sencillamente porque la gente ya no busca empleo porque no existe, y todo aquel que pudo ya emigró. Por eso la pobreza es mayor, así como también están mucho peor –aún hoy– en casi todos los índices sociales. No es casualidad que los gobiernos de izquierda apenas asumieron procuraron “inventar” fuentes de trabajo en el norte, con la bandera principal de ALUR tratando de generar riqueza en un departamento donde hasta se decía que los niños “comían pasto”.
Botana especificó que “el problema esencial del contrabando está en los precios. Mientras no se ataquen los precios, no se le va a dar solución al tema del contrabando”, subrayó. Recordó además que propuso a nivel parlamentario “la importación simplificada, que viene por la vía de la formalización de los comercios, pues estos podrían tener la posibilidad de importar en función del número de empleados registrados en el Banco de Previsión Social como promedio mensual del año inmediato anterior”. Aún cuando “lo mejor es que la economía del país entero sea competitiva y que sean los (países) vecinos los que tengan que tomar medidas de flexibilización porque son más caros que nosotros”, en verdad especialmente en el caso de Argentina “por los diferentes tipos de cambio y por el tema de las tarifas va a ser muy difícil, por lo cual lo recomendable son medidas de flexibilización”.
El político nacionalista advirtió que “No hacer nada, no tomar ninguna medida, para mí se ejemplifica en que Cerro Largo hoy es la foto del futuro de ustedes, por lo cual acá hay que tomar alguna medida de control de corto plazo. Mientras tanto, instrumentar políticas de flexibilización en la frontera para todos, en donde el comercio formal tenga la oportunidad de trabajar legalmente y sin afectar, obviamente sin tener impacto sobre el resto de la economía nacional, en la que también hay que trabajar fuertemente”.
Las palabras de Botana están cargadas de una visión realista de los perjuicios que generan en las ciudades uruguayas de frontera un desfasaje cambiario con los vecinos, situación que Paysandú sufre como una sangría imparable de lunes a domingo con largas colas de sanduceros que concurren a cargar nafta, comprar artículos diversos (comestibles, repuestos, ropa, juguetes, lentes, etcétera), contratar servicios (odontólogo, médico, etcétera) o bien disfrutar de la propuesta gastronómica de la ciudad de Colón. La situación se ha vuelto inaguantable para el comercio sanducero, que ha visto con importancia como sus ventas se han derrumbado ante una oferta de precios con la cual resulta imposible competir en las actuales condiciones.
En un editorial publicado el mes de julio del año pasado, nos referíamos a este fenómeno fronterizo haciendo notar que, “Si suponemos un gasto promedio de 2.000 pesos uruguayos en cada visita a la ciudad de Colón eso nos daría algo así como 1.215.000 dólares estadounidenses por semana o sea casi 5.000.000 de dólares estadounidenses por mes. Ante una suma de tanta importancia, sólo resta pensar que podría hacer con nuestro departamento si ese dinero se gastara en Paysandú en lugar de mejorar la vida de los habitantes de la ciudad de Colón. A modo de ejemplo, cada 70 días podríamos contar con el dinero suficiente para construir una nueva ‘Torre de la Defensa’ y en el lapso de cinco meses habríamos logrado igualar la suma por la cual se constituyó el fideicomiso que fuera aprobado por la Junta Departamental antes de las elecciones departamentales del año 2020”.
En dichas líneas, hacíamos notar que “debemos ser conscientes que cada peso que cruza el puente es un peso que abandona el circuito económico local y le priva a los comerciantes sanduceros de todos los tamaños (grandes, medianos y pequeños) de la posibilidad de recuperar su inversión y expandirse, generando nuevos puestos de trabajo y con ello mejores condiciones de vida para nuestra comunidad. Lo más parecido a la actitud que han asumido los sanduceros que cruzan en masa a Colón es la imagen de un animal que se muerde su propia cola, perjudicando su salud y su integridad física a partir de un acto propio cuyas graves consecuencias no llega a dilucidar hasta que es demasiado tarde. Es que más temprano que tarde las consecuencias de esa sangría de dinero llegarán a los hogares sanduceros y ese será un momento realmente angustiante y de lógicas lamentaciones. Quien hoy cruza alegremente a llenar el tanque de nafta y cenar el día de mañana verá perjudicado su negocio, tendrá que despedir a algunos de sus trabajadores y deberá achicarse para sobrevivir. En esa ‘política de achique’ tendrá que recortar gastos y de esa forma su actitud restrictiva en materia de consumo terminará impactando a otra pieza del engranaje económico local, que podrá ser un vecino, un amigo o un familiar cercano. Una vez que el boomerang de los viajes a Colón está en el aire, poco le importa a quien golpeará; lo único cierto que es alguien terminará golpeado y las risas de la buena vida a bajo costo serán trocadas por el llanto de la falta de empleo y oportunidades en su propia tierra”.
Los sanduceros deberíamos prestar especial atención a las palabras del senador Botana, quien proviene de un departamento que conoce la cara más descarnada de las consecuencias del tránsito libre de mercaderías –que tantas veces se escucha como “solución”– y del contrabando y hacia el cual Paysandú se encamina en forma inexorable sin tomar consciencia del costo social y económico que una eventual política de fronteras abiertas, e incluso el mantenimiento de la actual situación tendría para nuestro departamento. El titular de nuestro editorial antes mencionado, publicado hace casi un año era el siguiente: “Colón: ¿quién pagará la cuenta?” Antes y ahora sabemos la respuesta: la pagarán los trabajadores, los empresarios y todo un departamento que día a día sigue cuesta abajo en su desarrollo comercial e industrial.