
Argentina, en una encerrona autogenerada
No puede caber duda sobre la reflexión de que Argentina no es un país pobre, sino empobrecido, porque quien tenga un mínimo conocimiento de la realidad mundial y continental coincidirá en que los recursos naturales de nuestros vecinos son inmensos, y que en su momento, a principios del siglo pasado, Argentina era una de las primeras economías del mundo en base a esta disponibilidad.
Pero también la realidad ha demostrado que de poco y nada sirve contar con estos recursos si no se administra criteriosamente la riqueza, si no se definen y aplican políticas de Estado, si no se ordena la economía y si no se logra generar una base cultural que permita preservar y desarrollar en el tiempo la infraestructura necesaria para potenciar esta generosa dotación de recursos por parte de la naturaleza. Y por supuesto, si no se combate la corrupción.
Lamentablemente, nuestros vecinos son un ejemplo de lo que no se debe hacer cuando se debe administrar estos recursos y lo que es peor, distraer el fondo de la cuestión para centrarse en luchas político – ideológicas fratricidas por ejercer el poder, al punto que hoy las expectativas de salida más o menos inmediata a la grave crisis que arrastra son mínimas, y cada gobierno recibe una situación aún peor que la que le dejaron, sin respuestas a la vista.
“Hasta que algún gobierno no logre ordenar la economía, generar confianza, tener crédito, reducir impuestos, sacarle el pie de la cabeza al emprendedor y al empresario, la posibilidad de la Argentina de volver a tener un rol fuerte en el comercio internacional es nula”, de acuerdo a la opinión de Patricio Rotman, especialista en inversiones y adquisiciones de empresas en América Latina de la consultora Finanzas & Gestión, recogida por el semanario Búsqueda.
Vienen al caso sus apreciaciones sobre la realidad argentina cuando además se avecina el período electoral en el que se trata de seguir “tirando” y mostrando a la ciudadanía por el gobierno de turno un escenario maquillado y nuevas promesas edulcoradas para conquistar votos.
El flagelo que está devorando la economía y da por el suelo con todas las previsiones es desde hace ya largo tiempo una inflación que superada holgadamente el cien por ciento, un dólar “blue” que está en los 500 pesos y una combinación de parámetros desquiciados que ahuyentan a los inversores, mientras a la vez aumenta la pobreza y cae la inversión.
Otro elemento clave en este panorama desestimulante tiene que ver con la inseguridad jurídica, y en este sentido expresa que “el cambio constante de las reglas de juego provoca interferencias permanentes en las decisiones empresariales” y que “la situación para los ejecutivos de empresas internacionales en Argentina es mucho más compleja y genera la decisión de salir de sus negocios en el país”.
Por añadidura, “Argentina hoy no tiene rumbo. La ciudadanía no tiene nada claro por donde pasa la solución y un potencial despegue”, considera, en tanto apunta que igualmente, “en cualquier contexto geopolítico presente y futuro, el campo, el agro, la actividad agroindustrial, juegan un rol fundamental en el potencial desarrollo de Argentina. Fundamental para esto es que los gobiernos de turno puedan mantener reglas estables y evitar interferencia en los procesos de inversión”.
A la vez, indica que “las cadenas de valor desde la producción hasta la comercialización constituyen hoy un entramado muy complejo y los diferentes operadores y participantes defienden sus intereses dentro de sus posibilidades económicas y de poder”, en tanto “cada vez que Argentina trató de ser dirigista en los esfuerzos industriales hacia algún lugar, el resultado fue malo”.
Pero acota que “el espíritu emprendedor está presente en la comunidad en todos los niveles socioeconómicos: individuos, microemprendimientos, pymes, grandes empresas y grupos multinacionales pueden desarrollar su potencial en la Argentina en la medida en que tengamos reglas claras, un sistema financiero sano, una economía en crecimiento y una mirada colectiva de largo plazo”.
Por supuesto, todos estos componentes virtuosos no se logran en un día, y menos aún en un contexto de disputas políticas permanentes, de cerrar los ojos a la realidad por el sistema político envuelto en dicotomías inconducentes y altamente contaminado por la corrupción en todos los niveles, en vivir culpando al otro de todo lo malo que pasa, y paralelamente, resulta imposible generar clima de inversión con una inflación desquiciada, cuando es imposible para el empresario fijar precios ajustados para no ser devorado por la inflación, donde precios y salarios siguen en una carrera desenfrenada, donde escasea la importación de repuestos ante las cupos fijados administrativamente, y todo plan de negocios que se trace es hecho trizas por la realidad. Cuando además todos fijan para hoy precios de más para cubrirse de la suba diaria y así se potencia la espiral inflacionaria, cuando todo el mundo trata de deshacerse de los pesos, cuando se los tiene, porque al otro día ya pierden valor y se compra menos que hoy por la misma plata.
A la vez, una apreciación del economista da cuenta de uno de los problemas más graves que tiene la economía del vecino país, que como en todos los países sudamericanos, pero en este caso exacerbada, tiene al déficit fiscal, a los gastos desmedidos del Estado, la causa clave de la crisis permanente.
Señala en este sentido que “durante años, los recursos que entran al sistema financiero, (los depósitos de los individuos y de las empresas) terminan en una parte sustancial financiando al Estado argentino. Los bancos tampoco tienen muchas opciones o demandas alternativas de sus recursos. Los individuos y las empresas no quieren endeudarse dadas las altas tasas y la inestabilidad económica. Las tasas son disparatadamente elevadas en un contexto de altísima inflación. Realmente el desafío de transformar el sistema para que haya incentivos adecuados de bancos, depositantes y tomadores de créditos, es enorme”. Tanto que como dijo el economista Gabriel Oddone en una reciente charla en nuestra Sala 1º de Julio, en Argentina ningún economista serio quiere agarrar el Ministerio de Economía, y por eso al frente de este está un político sin formación en el tema.
Por cierto que en este panorama, al que deben agregarse los enormes subsidios y planes sociales desde el Estado para tratar de tener atado un esquema irracional, que hace que en Argentina no se reflejen los precios internacionales por intereses electorales, la tarea pendiente para cualquier gobierno es gigantesca, cuando además hay una dirigencia sindical que solo vela por sus intereses –la mayoría de las veces turbios– y disputa el poder, que no tiene ningún prurito en paralizar el país aunque sabe que solo arroja nafta al fuego.
¿Y qué tiene que ver todo eso con Uruguay? Lamentablemente aparte de servir como (mal) ejemplo, lo que pasa en Argentina siempre termina afectando a Uruguay. El ejemplo más claro lo tenemos aquí en la frontera, donde la crisis del vecino país nos está arrastrado al abismo, donde solo se terminará cuando se llegue al equilibrio en que estemos tan fundidos como ellos.
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