A lo largo y ancho del Uruguay no hay pago que por chico que sea no tenga un evento que lo identifique, una actividad festiva que refleje una tradición, una identidad o un sentir.
Será por este motivo que más de la mitad de los adultos uruguayos asistieron a fiestas tradicionales en los últimos cinco años, según un estudio presentado recientemente e incluido en un libro sobre el tema titulado “Fiestas Orientales: tradición y vanguardia”. Los datos surgen de dos encuestas realizadas en octubre de 2022 y abril de 2023 por Ceres, Opción Consultores y la productora cultural BMR.
Según los resultados de la encuesta, alrededor del 15% de los uruguayos participaron en 2023 en al menos una fiesta o festival popular o un evento sociocultural durante la Semana de Turismo, lo cual puede estimarse en unas 500.000 personas.
Si el lapso considerado se amplía a los últimos 5 años, la cantidad de personas adultas que afirma haber concurrido a una fiesta popular o tradicional asciende a 52%; esto es aproximadamente 1,3 millones de personas, sin contar la compañía de menores de edad.
Aunque la lista de fiestas uruguayas es larga, la que obtiene más preferencias es una que se realiza en Montevideo pero reúne cada año a miles de participantes de todo el país: la Criolla del Prado. Con 154.000 visitantes únicos reales, lo que equivale a 13% de la población, es el evento anual con más participantes entre el conjunto de las fiestas tradicionales uruguayas.
Con un merecido segundo puesto –y 68.000 visitantes según el estudio– le sigue la Semana de la Cerveza de Paysandú y con algo menos de menciones la Fiesta del Olimar (51.000 personas) en Treinta y Tres; la Criolla Parque Roosevelt (41.000 personas) en Canelones; y la Fiesta de la Patria Gaucha (36.000 personas), en Tacuarembó.
Además de estas festividades, el Carnaval, que tiene múltiples manifestaciones en las principales ciudades de todo el país así como también participaciones en villas y pueblos, suma un interesante porcentaje de participantes. En este sentido, el estudio antes mencionado da cuenta que el 21% de los adultos uruguayos –esto comprende a aproximadamente 550.000 personas– concurrió a un tablado durante el pasado carnaval. La frecuencia promedio es de cuatro veces a espectáculos carnavalescos por parte del público, a lo que se suma un 24% que concurrió 5 o más veces, lo que es un claro indicador de la importante popularidad de esta festividad entre los uruguayos.
Respecto a los desfiles, también reúnen un importante porcentaje de las preferencias ya que el 22% de los encuestados asistió a alguno de ellos, lo que equivale a unas 594.000 personas. Otro evento multitudinario si se consideran en conjunto la gran cantidad de fiestas que se realizan simultáneamente en todo el país es la Noche de la Nostalgia, que se celebra justamente hoy en la víspera del feriado por el aniversario de la Declaratoria de la Independencia.
Se trata de un evento que tiene gran simpatía entre la población y respecto al cual el 19% de los adultos –unas 500.000 personas– declaró haber participado en esta fiesta que tiene ya más de cuarenta años y propone conmemorar y revivir las canciones y la cultura de décadas pasadas.
Todas las mencionadas son fiestas claramente consolidadas, llevadas adelante por diferentes instituciones y organizaciones del ámbito público y privado que han tenido un impacto sostenido en el tiempo y más allá de las fluctuaciones que puedan tener en lo que respecta a la calidad de sus propuestas y la cantidad de participantes tiene, notoriamente, un sitio de preferencia entre los ciudadanos uruguayos.
La publicación mencionada no es la primera que se enfoca en las fiestas populares uruguayas, aunque se destaca lo innovador de la propuesta al incluir cifras en base a encuestas.
Constituye un aporte interesante si se tiene en cuenta también que, si bien fueron realizadas en un período de tiempo relativamente cercano a la finalización de la pandemia (cuando hubo la suspensión total de todo tipo de fiestas) la consulta abarca un período de 5 años que comprende un lapso anterior y posterior a las restricciones que fueron puestas en práctica en los años 2020 y 2021.
Por otra parte, hace algunos años, a partir del primer seminario de Fiestas Uruguayas realizado en 2011, se publicó a nivel oficial la primera Guía de Fiestas desarrollada por el Ministerio de Turismo, el Ministerio de Educación y Cultura y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto –que luego tuvo reediciones– y ha constituido hasta el presente un buen elemento de sistematización de información para el conocimiento de la gran cantidad de fiestas tradicionales y populares que existen en el país.
Publicar un libro o una guía de fiestas uruguayas es proponerse hacer más que un elemento de difusión. Constituye siempre una invitación a celebrar y conocer no solo las fiestas sino las ciudades y localidades donde se realizan, la belleza paisajística o cultural, las principales atracciones para el que llega y, especialmente la idiosincrasia de su gente y la identidad única de cada lugar.
Son fiestas de interés especial por lo que representan para las localidades, los beneficios que derraman y porque identifican a los lugares donde se celebran. No es menor la importancia que estas fiestas tienen en la economía local, en la medida que todo el comercio, pequeño y grande, se ve beneficiado durante su desarrollo, pero también los vecinos que tienen la oportunidad de trabajar temporalmente.
Algunas fiestas convocan a decenas de miles de personas y otras a algunos centenares. Algunas se extienden por varias jornadas y otras se realizan en un solo día. Todas son motores de desarrollo local y un lugar para el encuentro, en las que se afianzan identidades que fortalecen el sentido de pertenencia y reafirman el orgullo de cada comunidad.
Comunicar su existencia, darlas a conocer y que sus organizadores trabajen en base al conocimiento mutuo y la coordinación, resulta fundamental para evitar superposiciones innecesarias y facilitar a la población formas accesibles de información para contribuir no solo al turismo interno sino también a la promoción y puesta en valor del patrimonio local. Porque es indudable que cada fiesta, con su singularidad e impronta particular, representa también una perspectiva de la riqueza de nuestra diversidad cultural.
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