Al celebrar el pasado martes 14 en nuestro país el Día de la Industria, el entusiasmo no fue precisamente el tenor de lo expuesto en su discurso por el presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), Fernando Pache, durante el acto que tuvo lugar en la sede de la gremial.
Es que precisamente la actividad industrial en un país subdesarrollado como el nuestro, sobre todo en coyunturas como las que hemos vivido en los últimos años, con elevados costos internos, elevados salarios medidos en dólares con una baja productividad, un volumen de producción muy acotado si lo referimos al mercado interno, y tecnología que está en evolución constante y competidores en el mercado internacional que compiten a otras escalas y costos, no da para entusiasmarse.
El dirigente gremial se enfocó en sus apreciaciones sobre la situación del sector en aspectos como el atraso cambiario como un factor clave, pero a la vez señalaba la necesidad de que se cumpla con la regla fiscal en el año electoral, entre otros desafíos.
En el acto en que se contó con la presencia del presidente Luis Lacalle Pou, acompañado de ministros y otras jerarquías de gobierno, incluyendo los intendentes de Montevideo y Canelones, Pache trajo a colación que el Producto Bruto Interno Industrial representa unos 7.400 millones de dólares y 103.000 puestos de trabajo, y subrayó que aún siendo un sector pujante, enfrenta problemas como la reciente sequía y la caída del consumo interno, que alcanzó entre el 30 y el 40 por ciento este año y todavía está en niveles deprimidos. A juicio del industrial, sin dejar de valorar acciones como el de la visita de una delegación gubernamental a China, “no hay acuerdo (comercial) más importante que ser competitivos”, a la vez de destacar la importancia de abrir nuevos mercados, así como mantener los que Uruguay ya tiene y consideró que “hay que ser cuidadosos de Argentina y Brasil”, dado que están entre los destinos principales de la región a la que pertenecemos. Precisamente Brasil ocupa el segundo lugar, luego de China, como destino de las exportaciones uruguayas, con 1.800 millones de dólares, y Argentina, con todos sus problemas, el quinto, con unos 600 millones de dólares. Un aspecto que abordó dentro de la problemática coyuntural del sector refiere a que la caída de compras de productos nacionales en el mercado interno se debe al “cruce indiscriminado de productos” desde la Argentina, sobre lo que subrayó que “no podemos dejar que esto siga ocurriendo”, a la vez de mencionar que se han tomado algunas medidas desde el gobierno, pero que han resultado insuficientes.
En el acto asimismo estuvo presente la nueva ministra de Industria, Energía y Minería, Elisa Facio, sucesora de Omar Paganini al frente de esta cartera, quien en su exposición hizo referencia a la importancia del sector, a las nuevas tecnologías, al mercado verde de la alimentación y al hecho de que hay más conciencia en el mercado respecto a la importancia de adquirir vehículos eléctricos, en un marco de instrumentos que facilitan la transición energética. Sus conceptos incluyeron asimismo la búsqueda de nuevos mercados, el pedido de Uruguay al Mercosur para que sea más flexible y permita acuerdos comerciales a sus socios sin necesidad de depender del bloque.
En fin, una “celebración” que está lejos de echar las campanas a vuelo, porque la situación del sector se inscribe en una problemática socioeconómica interna compleja, de la que es solo una parte, y en lo que tiene que ver con la inserción internacional, los serios problemas de competitividad del país, por mencionar algunos factores, se mantienen sin soluciones desde hace varios años, y lejos de mejorar, se han agravado. En el tema específico de la problemática del litoral, la enorme brecha de precios con la Argentina ha dado lugar a un “colador” por el que no solo se van hacia la otra orilla decenas de millones de dólares al año por compra de todo tipo de productos, sino que al no reciclarse en nuestro medio estos recursos, se contribuye a debilitar el consumo interno, a las empresas que lo abastecen y como tiro por elevación y de gran repercusión social negativa, se comprometen y pierden puestos de trabajo tanto en el comercio como en la industria que los abastece.
Lamentablemente, la economía del vecino país, en su desquicio y por su tamaño, resulta un factor distorsionante al que resulta harto difícil, sino imposible, de combatir desde este lado en sus efectos sobre nuestro mercado, porque un intento de hacerlo a través de la quita de impuestos en los productos y servicios locales para competir con los que se ofrecen del otro lado, es insuficiente incluso con una tributación cero, lo que habla al mismo tiempo de las dificultades y la magnitud del desfasaje. Es que en esta relación se han juntado el hambre y las ganas de comer: por un lado un país caro en dólares, como el nuestro, y por otro una Argentina en la que décadas de gobiernos populistas han deprimido artificialmente los precios mediante subsidios y proteccionismo al barrer, con casi veinte tipos de cambio, además, a un dólar muy caro para su depreciada moneda, y ello hace que los países vecinos como Uruguay, Paraguay, Chile y Brasil encuentren en sus productos, bienes y servicios una accesibilidad tal como si se estuviera ante el cuerno de la abundancia.
Una distorsión que resulta harto difícil de superar en los papeles pero mucho menos en la práctica, porque llevar impuestos a cero, crear zonas de libre circulación, microimportaciones y otros intentos que podrían dar algún resultado, son muy difíciles de aterrizar en la realidad y de un impacto relativo.
Resulta a la vez una ilusión creer o por lo menos pretender que el próximo gobierno en la otra orilla realmente se anime a encarar las transformaciones de raíz que se necesitan en su economía, porque el ajuste no va a ser simpático ni nada que se le parezca. Habría que encarar un sinceramiento de la economía que tendría enormes costos políticos que nadie ha querido pagar hasta ahora, y Argentina seguirá por lo tanto encerrada en sus enredos históricos, y con un escenario más que incómodo para sus vecinos que traten de hacer las cosas de forma razonable, con sentido común. Ante esta catastrófica situación, todos conocen la única solución posible, que no es nueva y ya dio excelentes resultados durante el gobierno frenteamplista de José Mujica.
Sí, nos referimos a implementar el “cero kilo” en los puentes, pero se trata de una medida tan antipática e impopular que ningún político se va a animar a volver a implementar y ni siquiera sería respaldada por los centros comerciales, más preocupados por la imagen que pudiesen proyectar que por defender al trabajo local y la industria nacional. Aunque también es lógico, porque en buena medida los mismos empresarios que reclaman apoyos son los primeros en la cola para cruzar el puente, salvo honrosas excepciones.
Pero involucrándonos en la problemática de la industria nacional, es impensable que se pueda encontrar paliativos a través de un cambio en el escenario en la vecina orilla que llegará más tarde que temprano. Por lo tanto podemos estar seguros que la sangría continuará por mucho tiempo, mientras las ciudades fronterizas –en especial Paysandú– continúan a paso firme en su derrotero hacia el abismo, disfrutando el privilegio de estar a escasos kilómetros de un país fundido que se vende a un ruinoso precio hasta que el equilibrio se logre por el lado de terminar igual que ellos.
En lo que respecta a nuestro país, por ahora, y mucho más en período preelectoral, son de esperar “retoques” que solo serán maquillaje de los problemas de fondo. → Leer más