Productividad, para mejor calidad de vida

Un atraso cambiario que indudablemente condiciona severamente a los sectores dedicados a la exportación y a los nacionales que compiten con la importación de servicios y bienes producidos en el extranjero, así como un alto nivel de los costos internos, tanto de servicios del Estado como de insumos, son elementos clave –aunque no los únicos, por supuesto– en cuanto a los desequilibrios y tensiones sobre la economía, a lo que deben agregarse en este período particular que atravesamos las distorsiones propias de todo período electoral, en un año de elecciones.
Estos factores que mencionamos no son nuevos ni mucho menos, sino que se vienen manifestando desde hace muchos años, en gobiernos de todos los partidos, porque el “ancla cambiaria” –léase dólar barato– es un instrumento que se ha venido utilizando sin solución de continuidad para obrar como contención de precios e inflación, y a la vez dotar de mayor poder adquisitivo a los salarios, aunque como ocurre en todos los órdenes, el gran problema radica en encontrar un punto de equilibrio entre estos parámetros y mantenerlo.
Pero hablando de competitividad y aún teniendo en cuenta la incidencia de los elevados costos internos que nos condicionan, es pertinente traer a colación que para producir bienes y servicios a menor costo no solo hay que producir más barato en la relatividad de las comparaciones, sino que están de por medio factores como la eficiencia, la coordinación, la logística, la burocracia y como un elemento más que contundente, la productividad en toda la cadena.
Y decimos productividad, porque el amplio concepto aplica en todos los órdenes, y su sola mención ya tradicionalmente suena como mala palabra y es tema tabú para muchos sindicatos, -sobre todo los de los funcionarios públicos.
Pero no puede ignorarse la realidad si es que queremos llegar a conclusiones acertadas a partir de un buen diagnóstico: la productividad laboral es un concepto que a grandes rasgos divide a las naciones desarrolladas de las que están más abajo en la escala de su nivel socioeconómico, porque tiene que ver no solo con la producción para el mercado interno y la exportación, sino también con las posibilidades que se ofrecen a los ciudadanos del país que sea para acceder con mayor facilidad a bienes y servicios a través de una mejor relación entre sus ingresos y los costos de aquellos.
Por definición, la productividad laboral es la relación entre los bienes o servicios producidos por un trabajador y los recursos que se han utilizado para obtener dicha producción –tanto humanos como materiales y económicos–, por lo que corresponde evaluarla como una medida para determinar la eficiencia, que puede referirse tanto a una empresa en concreto como a una economía en su conjunto. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) sostiene que la productividad laboral “mide la eficiencia de un país al utilizar la materia prima en una economía para producir bienes y servicios, y ofrece una medida del crecimiento económico, la competitividad y los niveles de vida en un país”.
Y no hace falta tener un máster en economía para suscribir la apreciación de que la productividad es un factor clave para desarrollar una economía sana y sostenible, en las antípodas, para citar ejemplos, de lo que ha ocurrido durante todos estos años en la Argentina, saturada y enferma de subsidios disfrazados o explícitos, haciendo que no se sepa dónde se está parado pero sí con la sensación de que el camino al precipicio resulta inevitable.
Volviendo a las reglas de la economía, tenemos que para medir la productividad laboral se emplea la siguiente fórmula: Productividad = Productos o servicios producidos / Recursos laborales consumidos, aspecto clave que puede hacer viable o inviable una empresa frente a la competencia, y también a la competitividad de un país a la hora de tratar de acceder al mercado exterior con sus productos, tanto de bienes como de servicios.
Calcular la productividad laboral es importante para las empresas porque les indica cuánto de eficientes son y les permite conocer mejor su funcionamiento y a sus empleados, así como buscar las causas que explican una baja productividad y ponerles solución, además de comprobar el efecto que sus políticas, prácticas y decisiones tienen en la productividad.
En sí, la productividad es una medida económica que mide cuántos productos y servicios logramos hacer con la ayuda de diferentes ingredientes, como los trabajadores, el dinero, el tiempo y la tierra, durante un período de tiempo determinado. Consecuentemente, para calcular la productividad se divide lo que se ha producido entre los recursos utilizados.
Y ese es precisamente el objetivo de la productividad: medir la eficiencia de producción por cada factor o recurso utilizado. ¿Y qué son los recursos utilizados? El tiempo de trabajo dedicado, el capital, el espacio o la tecnología. La eficiencia consiste en obtener un mejor resultado con los mínimos recursos. Por eso, cuántos menos recursos de ellos se utilice para producir los mismos recursos mayor será su eficiencia.
Pero más allá de la evaluación entre costos, recursos y lo obtenido, debe coincidirse en que una mayor productividad impulsa la calidad de vida de una sociedad, influye en los salarios, en la rentabilidad de los proyectos, la inversión y el empleo, siendo un factor determinante en el crecimiento económico.
Además de lo que ello significa para el país, debe tenerse en cuenta la incidencia de este factor para la ecuación empleo-desempleo, pero también porque una mayor productividad va directamente en favor de reducir la inflación, porque se produce a menos costo, y consecuentemente rinden más los ingresos de los propios asalariados y se puede competir con mejores perspectivas en el mercado exterior.
Lamentablemente, el tema productividad ha sido soslayado sistemáticamente por los gremios en la mesa de discusión, sobre todo por los de los funcionarios públicos, pero tampoco se ha hecho mayor hincapié en muchas áreas del ámbito privado, cuando es un factor fundamental a la hora de competir, para mejorar la ecuación económica, en la relación de costos, entre otros aspectos.
En suma, el concepto de productividad es un tema de particular importancia en el que debería trabajarse en un contexto general de la economía, tanto a nivel del Estado como de las empresas, como insumo clave para la sustentabilidad de los emprendimientos y la mejora de la calidad de vida en general.