Stalin: La novela

Planteta (2001)
Los tiranos y dictadores de la historia siguen siendo una fuente inacabable de inspiración para todo tipo de autores. Así sean historiadores como novelistas. Pero el caso del estadounidense Richard Lourie está a medio camino entre uno y otro género. No es un historiador a secas, pero la casi totalidad de sus obras se basan en personajes históricos. Saharov, Anna Frank, Milosz. Y cuando no escribe sobre un personaje histórico en particular lo hace sobre períodos de la Historia. Cualquiera que repase sus obras verá que hay un tema y un segmento de tiempo que se repite, la Revolución Rusa, sus consecuencias y también la Guerra Fría. El conflicto entre el mundo occidental y el bloque soviético no solo ha marcado la obra sino la vida de Richard Lourie. De tendecia demócrata, ya son varios los candidatos –triunfantes o no– que requieren su asesoramiento en materia de relaciones internacionales, más que nada con Rusia.

Aquí es cuando se podría decir que cualquiera de sus obras es valiosa, que el lector puede escoger al tanteo entre los libros del autor que siempre descubrirá una lectura interesante y valiosa. No sería mentira. Sin embargo, su novela sobre Joseph Stalin destaca sobre las demás y no solo para la crítica, sino también para el público, que la convirtió en un best-seller.

Meterse en la mente de uno de los dictadores más terribles del siglo XX puede parecer una tarea sencilla para un escritor inlcinado hacia la Historia como Lourie y, en una posición simplista, vamos a aceptar que lo es. Con un frondoso material de documentos a mano, mal que bien se puede reconstuir la vida de casi cualquier personaje histórico si se sabe más o menos cómo hacerlo. Lourie sabe. Es lo que ha hecho toda su vida –ahora tiene 84 años–, por lo que, si juzgamos su novela sobre Stalin por el lado histórico tal vez no estemos ante un gran logro.

Pero todo es más complejo que eso. Desde el título “La novela” el lector se puede dar cuenta que no está ante una simple biografía, que el autor también pondrá mucho de su oficio literario al contar la vida de Stalin desde su infancia hasta su muerte. Hay mucho para contar, obviamente. Aunque hay que tener en cuenta que la Historia con mayúscula debe estar apuntalada por la historia con minúscula, o sea, la peripecia personal del personaje. Así sea un personaje común o un poderoso gobernante como Stalin.
Entonces, Lourie encuentra una base muy puntual y que nadie podrá negar que tuvo muchísimo que ver en la vida del tirano soviético: León Trotsky.

Como cualquier iniciado en el tema sabrá Trotsky fue, junto con el propio Stalin y Lenin uno de los artífices de la revolución. Pero ciertas opiniones contrarias al accionar de Stalin, primero lo alejaron del poder para después convetirlo en un fugitivo que tuvo que exiliarse en México para salvarse –por un tiempo– del largo brazo vengador de su antiguo compañero revolucionario.

Richard Lourie toma esa relación como clave en la vida de Stalin y, en un movimiento astutamente histórico-literario, pone de cabeza lo que pasaba en la realidad, es decir, Stalin en el libro está obsesionado conque Trotsky quiere matarlo. Una obsesión propia de un megalómano que no puede soportar la idea de que una persona, por capacidad, personalidad y pasado pueda rivalizar con su propio liderazgo.

Como todos saben, Trotsky terminó asesinado por un enviado de la cúpula del Kremlin y todo siguió igual para Stalin hasta su muerte en la cima del poder soviético en 1953.
A todo esto y como siempre sucede en las grandes novelas históricas, poco importa que el lector sepa más o menos o detalladamente lo que ocurrió. El enorme oficio y arte de Lourie hacen que todo lo que narra parezca nuevo, sacado más de su imaginación de escritor que de su tarea como historiador. Por supuesto, ambas líneas, la literaria y la histórica confluyen y logran una obra prácticamente perfecta. Sólida como sólido fue el poder de Stalin. Que no deja, obviamente, de retratar también lo caro que pagaron varias generaciones la conformación de esa solidez.

Fabio Penas Díaz