“Incendios forestales devastan América del Sur, expertos advierten que esta sea la nueva normalidad”. Así titula el portal del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (unep.org/es) un artículo en el hace referencia a un fenómeno del que venimos escuchando repetidamente y del que incluso hemos tenido noticias por la presencia de humo suspendido en la atmósfera en esta zona del continente y al que, al parecer habrá que adaptarse, o cuando menos acostumbrarse, a no ser que se tomen decisiones.
“Es probable que los incendios forestales récord que arrasan América del Sur se conviertan en la nueva normalidad a menos que la región implemente inversiones drásticas en la prevención de incendios y limite la agricultura de tala y quema en lugares como la Amazonia”, advirtieron los expertos.
Desde mayo el fuego ha venido destruyéndolo todo a su paso en zonas de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Paraguay y Perú. “La sequía ha creado condiciones altamente propicias para incendios (como un yesquero) en muchos lugares. Incluso el humedal tropical más grande del mundo, el Pantanal (que comparten Bolivia, Brasil y Paraguay), rico en vida silvestre, ha estado ardiendo durante meses”, relata el informe. Las perspectivas a nivel global son que el riesgo de incendios forestales extremos podría aumentar un 30% antes de 2050. Esto como consecuencia del diferentes factores, entre los cuales destacan cambio climático y los cambio en el uso de la tierra, cambios que incluyen “que se empleen zonas para la agricultura de tala y quema”, según refrenda un informe del año 2022, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), cuyo director regional, Juan Bello, calificó como “impactante y triste” el escenario, aunque afirmó que “se puede evitar”.
El Amazonas está experimentando su peor sequía en los últimos 45 años, mientras el cambio climático está favoreciendo las condiciones para la ocurrencia de estos megaincendios. Pese a ello, Bello considera que se puede reducir significativamente las posibilidades de ocurrencia de estos siniestros mediante inversiones en servicios de información climática, los sistemas modernos de alerta temprana, que pueden avisar con antelación a las comunidades. “Estos avisos les ayudaría a prevenirlos antes de que se produzcan. Asimismo, estos servicios de información permiten a los países optimizar el uso de sus recursos de extinción de incendios, a menudo limitados”. Otra forma en la que se puede prevenir estos incendios es restaurando ecosistemas deteriorados “a causa de la intervención humana o incendios”, y menciona como un ejemplo de esto “canalizar el agua de regreso a los humedales puede reducir la probabilidad de incendios”. Del mismo modo sugiere aplicar lo que menciona como “paisajismo inteligente contra incendios”, que supone “espaciar los árboles y arbustos para que sea menos probable que transmitan las llamas”. También recomienda que los países pueden incorporen en su legislación “los conceptos clave de la gestión integrada de incendios, un enfoque holístico para prevenir grandes incendios que puede incluir el uso de quemas controladas”. El informe agrega que el Pantanal “tiene un 60% menos de agua superficial que el promedio histórico y no ha experimentado inundaciones estacionales en seis años” y aunque los incendios pueden tener origen en fenómenos naturales “como los rayos”, la gran mayoría de los incendios en Brasil “son causados por actividades humanas, como la quema de árboles para crear pastos agrícolas”, aseguró Rodrigo Agostinho, presidente del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables, citado en el artículo. “Hoy, aprovechando [el cambio climático], los invasores de tierras públicas o demarcadas están utilizando el fuego en lugar de las motosierras”, agregó.
En la publicación se hace referencia a convenciones y acuerdos internacionales en los que este asunto de los incendios, así como la prevención del cambio de uso de los suelos para destinarlos a la producción, ha estado sobre la mesa, aunque como es sabido estas cosa no son lo suficientemente efectivas sobre el terreno, especialmente cuando no está en la vocación de los gobiernos de turno de los estados combatirlos, prevenirlos y perseguir a los responsables de ocasionarlos para aplicar los castigos correspondientes.
A todo esto, por estos días da comienzo una “gran conferencia internacional —titulada Resiliencia ante la Sequía +10— para promover la resiliencia ante la sequía”, en la que “expertos, encargados de la formulación de políticas y profesionales” se darán cita en la sede de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). El nombre evoca la década transcurrida desde la Reunión de Alto Nivel sobre las Políticas Nacionales relativas a la Sequía. Algo de lo que se busca en esta instancia es promover una reflexión sobre los avances en la preparación frente a la sequía y las medidas de respuesta y adaptación. Las sequías son hoy “un peligro de índole climática insidioso y funesto” y entre sus efectos está el riesgo de que supone para la seguridad alimentaria de las personas, y el ser “una de las principales causas de desplazamientos internos en los países más afectados”, manifestó Celeste Saulo, secretaria general de la OMM.
La conferencia se centrará en los crecientes riesgos relacionados con la sequía que plantean el cambio climático y el aumento de las vulnerabilidades estructurales en muchas sociedades y se examinarán “los avances científicos y en materia de formulación de políticas, en particular los progresos en los ámbitos de la tecnología satelital y las herramientas de inteligencia artificial, que aportan nuevas perspectivas a las esferas del pronóstico, el monitoreo y la evaluación de los impactos”. Aunque la sequía no es un fenómeno nuevo, “el cambio climático está intensificando el ciclo del agua, y ello potenciará las precipitaciones, con las consiguientes inundaciones, y exacerbará la sequía en muchas regiones”, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
De este tipo de consecuencias los expertos han venido alertando desde hace más de cincuenta años, siempre asociado a avisos a largo plazo. Pero el cambio climático está aquí con nosotros, y hay que adaptarse.
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