Un día sí y otro también, tanto a nivel nacional como departamental, lamentablemente surgen noticias desalentadoras sobre el envío al seguro de desempleo de trabajadores de empresas locales, así como sobre el cierre de emprendimientos, tanto de capitales nacionales como multinacionales. Esto evidencia un proceso lento pero sistemático, que no comenzó con este gobierno ni con el anterior, pero que hoy se manifiesta con fuerza en estos desenlaces.
En Paysandú abundan los ejemplos de esta problemática. En algunos casos, se deben a decisiones empresariales poco acertadas en términos de preservación de la actividad. Sin embargo, en la gran mayoría, responden a una realidad acuciante relacionada con la salud de los emprendimientos, el escaso o nulo margen de rentabilidad y, lo que es aún peor, con perspectivas muy sombrías en el corto plazo para continuar operando.
A nivel nacional, a comienzos de 2025, la planta de Yazaki —autopartista japonesa— anunció su cierre y traslado de operaciones a Paraguay y Argentina, debido a los altos costos de producción y la falta de competitividad global, lo que implicó la pérdida de unos 1.500 puestos de trabajo.
Situaciones similares se han dado en varias empresas lácteas del Interior, con envíos al seguro de desempleo y cierres. Un caso más reciente es el de Fenedur —fabricante de productos bajo franquicias como La Gotita y Poxipol—, que anunció el cierre de su planta en Canelones y su traslado a Argentina.
El presidente de la Cámara de Comercio y Servicios del Uruguay, Julio César Lestido, comentó al semanario La Mañana: “Todo cierre o salida de empresas del Uruguay no es una buena noticia. La vemos con preocupación, con tristeza, pero es una realidad que se está dando. Evidentemente, todos estamos haciendo esfuerzos para que estas cosas no ocurran —nosotros y el sector sindical—, pero la realidad es más fuerte de lo que uno puede esperar. Así que no es una buena noticia, no la vemos con alegría, ni mucho menos. Estamos totalmente preocupados”.
Mencionó además que “puede haber varios motivos por los cuales una empresa decide irse: puede ser el mercado, un cambio de rubro, o muchas otras razones. Pero evidentemente, uno de los temas que venimos señalando desde hace tiempo es que Uruguay es un país caro. Por un lado, tenemos muchas cosas positivas: somos serios, reconocidos internacionalmente, cumplimos con nuestras obligaciones y compromisos, contamos con un Estado de derecho consolidado y una democracia sólida. Pero también hay una contracara”.
Estos conceptos, ajustados a la realidad, evidencian un valor diferencial desde el punto de vista institucional. Sin embargo, existe una contrapartida prioritaria para el clima de negocios: la viabilidad de los emprendimientos, determinada por su rentabilidad y desarrollo dentro de la economía.
Lestido lo resumió así: “Uruguay es caro, pero más que caro, diría que no está siendo eficiente al momento de competir. Ahí es donde tenemos problemas. Venimos trabajando —y reclamando— desde hace años la necesidad de hacernos un planteo serio sobre cómo enfrentar el futuro y qué país queremos”.
También advirtió: “Tenemos un Estado que es nuestro principal socio en el sector privado, pero que no avanza a la velocidad que el mundo y las empresas requieren. Ese es un gran problema”.
Subrayó, además, que “no estamos siendo lo suficientemente competitivos para vender nuestros productos. Hay temas que no están acompañando el ritmo del mundo actual. Los cambios se están produciendo con una velocidad a la que no estamos acostumbrados. Siempre hubo cambios, pero hoy son más rápidos, y muchas empresas no están preparadas tecnológicamente para adaptarse. Si a eso le sumamos un Estado pesado e ineficiente, la situación se complica aún más”. Y tiene razón. El problema va más allá de una coyuntura adversa: estamos ante un esquema estructural perverso. Las “soluciones” que se ensayan suelen ser pan para hoy y hambre para mañana. La combinación de un Estado ineficiente, un país caro en dólares y en moneda local, rigidez laboral, altos costos para la incorporación de tecnologías, y un sistema de empleo que desalienta nuevas contrataciones, conforma el nudo gordiano que explica la sangría de cierres. Y quienes aún no han llegado a esa instancia, por lo general hacen malabares para sobrevivir. Esa es la prioridad hoy: resistir. Desarrollarse o crecer ni siquiera entra en consideración.
Como contrapartida, desde hace décadas existen emprendimientos estatales como la producción de cemento portland de Ancap, que acarrea pérdidas estimadas en no menos de 20 millones de dólares anuales. A esto se suman los costos energéticos —gasoil y electricidad, principalmente— que están entre los más altos de la región y del mundo. Todo esto actúa como un freno formidable a la competitividad, agravado por una mano de obra con salarios elevados en dólares y una estructura de insumos costosa.
La simple enumeración de estos factores demuestra que no hay soluciones a corto plazo. Ni un solo período de gobierno, ni siquiera dos, alcanzarán, por más buena voluntad y sentido común que se apliquen en las medidas administrativas o económicas.
Lo que se necesita es un verdadero consenso entre los actores del sistema: el espectro político, empresarios, trabajadores y organizaciones sociales deben asumir que cada uno debe aportar su parte de responsabilidad y también de sacrificio, en aras del bien común y del futuro. Es necesaria una reforma profunda del Estado que devuelva al país la competitividad perdida y lo ponga a tono con los desafíos actuales.
Pero eso, aunque fácil de decir, es difícil de llevar a la práctica en un país donde el cortoplacismo y los intereses partidarios han predominado históricamente. Donde la mirada está puesta en la próxima elección, y no en el próximo país. Porque este no es un tema nuevo; muchos actores y dirigentes lo han reconocido, pero se ha optado por la comodidad: no hacer olas, no asumir costos políticos, evitar medidas impopulares.
Y ese es, precisamente, el gran obstáculo a superar. Porque no se necesita tener más de dos dedos de frente para entender que este estado de cosas, sostenido a fuerza de parches, no se puede mantener indefinidamente. → Leer más