De productividad, ni hablamos…

La semana anterior se realizó en la sede uruguaya del (Banco de Desarrollo de América Latina) un foro en el que se presentó un informe de la institución y ello dio pie para que especialistas del medio debatieran sobre los principales desafíos que tiene la región y principalmente Uruguay en materia de productividad.
Sobre todo el estudio presentado por Guillermo Alvarez, economista jefe de la Dirección de Investigaciones Socioeconómicas, hizo hincapié en que existe acuciante necesidad de que América Latina aborde reformas institucionales que apunten a un incremento de la competencia y productividad de las economías.
Al abordar la problemática uruguaya, este estudio indica que existen elementos negativos como la brecha de género, la informalidad laboral y la desigualdad entre los trabajadores, informa El País.
De todas formas, más allá de la negociación salarial, hay elementos innegables que indican que no hay estímulos reales para un aumento de la productividad en el país, sobre todo porque los sindicatos no lo tienen en cuenta y centran sus reclamos solo en la parte salarial. Incluso hay gremios específicos, como la Untmra, que ya plantean la reducción de horas de trabajo, sin una contrapartida racional y sin siquiera tener en cuenta que si no hay en paralelo una mejora de la productividad, no hay cómo lograr que lo producido pueda competir por lo menos en las mismas condiciones en que estaba.
En este sentido, Sebastián Pérez, asesor económico de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU), enumeró desafíos para el sector empresarial, los que comprenden fundamentalmente competitividad, financiamiento, educación y empleo, y consideró por añadidura que los empresarios tienen el convencimiento de que el sistema de negociación colectiva “no está contribuyendo a favor de mejorar la productividad de las firmas”. Basó su afirmación en que en las rondas de Consejos de Salarios “se deciden cosas en manos de poca gente y no están representados los intereses generales”.
“De esta forma no le damos la posibilidad a las empresas de que puedan mejorar en materia de productividad”, reflexionó.
En forma coincidente, la asesora económica del Instituto Cuesta Duarte, Alejandra Picco, planteó que algunas de las razones por las cuales el sistema de negociación colectiva no está contribuyendo a una mejora de la productividad en los sectores son la política salarial y los lineamientos del Poder Ejecutivo, a través de los delegados del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que no atienden la productividad ni buscan incorporar ningún indicador para medirla.
Lamentablemente, el escenario en el que se deja de lado la productividad como si fuera una cosa de menor importancia –y no se valora que este factor es precisamente el que hace la diferencia en las economías de los países que avanzan–, no es nuevo, y ello explica, junto con el desmesurado costo país, gran parte de los problemas de competitividad y de primarización excesiva que tiene el país.
Hace un tiempo un estudio del Banco Mundial indicaba que la contribución del capital humano al crecimiento que ha tenido Uruguay, sobre todo en la última década ha sido muy baja, según la evaluación que formuló el director regional de este organismo, Jesko Hentschel.
Consideró que si bien Uruguay es hoy un país mucho más moderno y mucho más fuerte, con éxitos y logros económicos y sociales en años recientes, hay desafíos que es preciso abordar, sobre lo que señaló que en un período en que no hay tanto viento de cola, “el empuje por la productividad y el crecimiento en el futuro es aún más grande”.
Expuso aspectos que no han acompañado estos cambios positivos, como la situación demográfica; y, en el plano de la educación, la gran deserción y la movilidad educativa, a la vez de destacar que solo cuatro de cada diez jóvenes llegue a tener secundaria completa no es sostenible ni compartible con el modelo de producción alta que necesita la nación.
Razonó además el jerarca del Banco Mundial que “otro desafío es elevar la competencia y la competitividad. Si comparamos la contribución de la productividad total al crecimiento en Uruguay con otros países, esta no es alta. Es necesario empujar la innovación a través de una mayor competencia, lo que tiene mucho que ver con las regulaciones anticompetencia y fomentar la competencia público y privada, El punto es continuar aumentando la eficiencia, también en las empresas públicas, mejorando las reglas y la institucionalidad”.
Al cesar o atenuarse el viento de cola, es cuando ya no se pueden seguir disimulando los altos costos internos, empezando por salarios que se han incrementado sustancialmente en dólares, conjugados con la fuerte carga tributaria y los altos costos de insumos y energía, entre otros elementos.
Hay muy pocas alternativas para el corto plazo: una gran dosis de tecnología que permita abaratar costos de producción, una rebaja salarial que muy difícilmente pueda llegar siquiera a insinuarse, reducir el costo país para las empresas mediante rebaja de cargas e impuestos –solo posible con un Estado encabezado por un gobierno austero que reduzca el gasto público porque es impensable seguir aumentando impuestos–, y/o apuntar seriamente a la productividad, parámetro en el que se podría trabajar con muy buenas posibilidades, si no fuera porque los sindicatos están decididamente en contra de hacerlo y el gobierno parece desinteresado.
Por el contrario, un planteo recurrente del Pit Cnt se centra en reducir la jornada laboral sin reducir los salarios, lo que es precisamente lo contrario a lo que requiere el país, que es producir más bienes a menores costos para mejorar la competitividad de exportación y competir con los productos similares que ingresan desde el exterior.
La productividad significa precisamente contar con un valor diferencial que conlleva entre otros aspectos contar con tecnología actualizada en los centros de producción de bienes y servicios, mano de obra capacitada, coordinación, mejor gestión, logística a tono con los requerimientos y una escala de volumen suficiente para abaratar la cadena de producción cuando salga el producto terminado.
Pero, cuando este parámetro ni siquiera está sobre la mesa, es harto difícil siquiera empezar a cambiar la pisada, lo que habla de las dificultades para avanzar hacia un sistema productivo en serio y eficiente, con el funcionamiento de un esquema virtuoso capital-trabajo, que a la vez permita maximizar las ventajas comparativas que tenemos para determinadas producciones, como es el caso de materias primas favorecidas por suelos y clima, entre otras posibilidades que no potenciamos.