El Uruguay bipolar

Un día antes de la cumbre por Venezuela, convocada por el Grupo de Contacto Internacional –que englobó a países con diferentes posturas en torno a la crisis del país caribeño–, el canciller uruguayo Rodolfo Nin Novoa, en nombre del gobierno, aseguró que irían al encuentro a desarrollarse en la Torre Ejecutiva en Montevideo con una propuesta en la que no pedirían condiciones al régimen de Nicolás Maduro.
Fruto de ese terco nexo con Caracas, Uruguay –que convocó esta cumbre junto a México– manejaba poner sobre la mesa el insulso Mecanismo de Montevideo, apoyado por los mexicanos, en el que no se reclama comicios transparentes ni solicita la liberación de los presos políticos. Proponían una serie de cuatro puntos en la que se hablaba de diálogo inmediato, negociación, compromiso e implementación. O sea, nada, puro humo.
“Si pedimos elecciones en tal momento estamos imponiendo condiciones que dificultan el diálogo. Son ellos los que deben acordar. Vamos al diálogo sin condiciones”, dijo Nin Novoa el miércoles. Al día siguiente, el jueves, se tuvo que tragar esas palabras y firmar –incluso fue el encargado de leer el comunicado– un texto que contenía entre sus líneas todo lo opuesto a aquello.
El Grupo de Contacto Internacional sobre Venezuela estuvo integrado por cinco naciones de América Latina –Uruguay, México, Bolivia, Costa Rica y Ecuador–, por la Comunidad del Caribe (Caricom, conformada por 15 países) y la Unión Europea (UE) representada en ocho de sus miembros (España, Italia, Portugal, Suecia, Alemania, Francia, Holanda y Reino Unido). La reunión en la Torre Ejecutiva, con marcadas diferencias entre sus integrantes respecto al asunto a tratar, duró cuatro horas y prevaleció la postura de la UE.
La alta representante para asuntos exteriores de la UE, la italiana Federica Mogherini –presente en la capital–, le dejó en claro al presidente Tabaré Vázquez que no iba a abandonar Montevideo sin haber presionado para establecer el llamado a elecciones libres y transparentes en Venezuela, y el ingreso de ayuda humanitaria para una población que pasa hambre y que padece la falta de medicinas.
Y así sucedió: la declaración final, que no tuvo la firma de México y Bolivia, conmina a Maduro y sus secuaces a avenirse a la convocatoria de elecciones libres a realizarse en el menor tiempo posible, a la entrada urgente de ayuda humanitaria, a la vez que aboga por la separación de poderes, a la liberación de presos políticos, a detener la violencia gubernamental, y reconoce la autoridad de la Asamblea Nacional.
Todos puntos sobre los que el gobierno uruguayo negaba que existieran. Como decía “el Pepe”: “como te digo una cosa te digo la otra”, solo que en este caso la vergüenza se nota hasta en la fotografía en la que aparece el canciller uruguayo leyendo la declaración, al lado de la representante europea. Es así que ahora nuestro gobierno forma parte de dos grupos contradictorios: el Mecanismo de Montevideo, que apoya fervorosamente la dictador venezolano pide no hacer imposiciones, y el Grupo de Contacto Internacional, que impone la realización de elecciones. Por lo tanto, el miércoles Uruguay defendió no hacer imposiciones en Venezuela y el jueves hizo imposiciones.
Como era de esperar, la bipolaridad del canciller y de la política exterior uruguaya causaron resquemores entre algunos de sus correligionarios, en especial, entre los grupos más duros del Frente Amplio. La suscripción de Uruguay al pedido de “elecciones libres” generó disconformidad en los dirigentes del Partido Comunista, la 711 y el PVP, entre otros que reconocen al tirano como presidente “legítimo” de Venezuela. En esos grupos entienden que el comunicado de este jueves supone un “cambio” respecto a la gestión que ellos mismos habían felicitado días atrás. Pero seguramente tampoco quedó contento Maduro, y no llamaría la atención que pronto se sientan los rezongos caribeños al genuflexo presidente uruguayo y su payasesco canciller –como ya lo ha hecho en alguna oportunidad–, que esta vez no tuvieron más remedio que fallarle.
La ambigüedad del gobierno de Vázquez en torno a este tema (también en otros, pero eso es otro asunto) ha sido una constante, en el contexto de los negocios –que algún día tendrán que aclararse– que mantuvo o mantiene con el régimen venezolano, con la proximidad ideológica y por satisfacer al comité de base que ciegamente apoya a Maduro, por un lado; y por no quedar apartado de la realidad y no generar fricciones con naciones más poderosas, por el otro.
Un discurso para conformar a los radicales frenteamplistas –que manejan a piacere la política internacional uruguaya– y otro para la comunidad internacional, así se podría resumir este Uruguay bipolar.
Ni frío ni caliente, tibio. Al tiempo que la reputación del país se resquebraja ante cancilleres como Nin Novoa y políticas que nos dejan pegados allá donde vayamos. Son manchas para un Uruguay que aún goza –por el momento– de autoridad moral a nivel internacional por su estabilidad institucional y su probada tradición democrática.
Lo del jueves en la Torre Ejecutiva fue darnos cuenta que tuvieron que venir de Europa –Suecia incluida; ese país que supo recibir a la izquierda uruguaya en el exilio durante la dictadura y que suele citarse como ejemplo de socialismo– para hacerles entender que el fin de la dictadura pasa por solidarizarse con el pueblo venezolano, que sufre y se exilia, y no con el dictador, el inefable Nicolás Maduro.
El Mecanismo de Montevideo es una burda herramienta para brindarle tiempo al tirano, ideal para que dé largas al asunto, como ya lo ha hecho en varias oportunidades, para seguir burlándose de sus ciudadanos y del resto del mundo, mientras endurece la represión. Lo que aprobó el Grupo de Contacto Internacional resultó ser algo concreto, directo y que aumenta la presión sobre el régimen que, se sabe, no acatará esos lineamientos. Y ahí estará entonces cómo seguir machacando sobre Maduro y sus adalides para que de una vez abandonen el poder. Ojalá sea en paz. Por lo pronto, la bipolaridad uruguaya ayuda bien poco.