Hasta la energía barata la pagamos más cara

La creciente incidencia de las energías renovables en la matriz energética del país se está convirtiendo en un factor revulsivo en los últimos años y es una de las incorporaciones positivas en aras de una actualización hacia el nuevo milenio en un área clave.
En nuestro caso, la evolución hacia un creciente porcentaje de energías amigables con el medio ambiente es un aporte muy significativo a favor del Uruguay Natural que se pretende vender hacia el mundo, más allá del aporte real que se genera mediante el mejor uso de los recursos naturales, al reducir la dependencia del uso de energéticos fósiles importados y no renovables.
Un dato auspicioso de esta tendencia que se está consolidando surge del informe divulgado en las últimas horas por la consultora SEG Ingeniería, del que da cuenta El Observador y que señala que en la primera mitad del año volvió a tener una fuerte participación de las energías renovables, desde que de los primeros 181 días de 2017, en 104 días la generación eléctrica fue 100% renovable.
Dentro de este sector, la energía de fuente hidráulica ocupó el primer lugar con una participación de 59% sobre el total generado, le siguió la energía eólica con 30%, biomasa 8% y fotovoltaica 1%, en tanto la energía de origen térmico ocupó el restante 2% de la matriz energética.
Surge claramente un abierto y positivo contraste con la situación que se daba hasta una década atrás, cuando se incrementaron sustancialmente las inversiones en fuentes de generación renovables, como la energía eólica, la biomasa y la fotovoltaica, desde que en el caso de la energía hidráulica la magnitud de las inversiones y las limitaciones en disponibilidad de cursos de agua aprovechables para embalses ha conspirado contra su incremento.
Uruguay ha quedado muy bien posicionado no solo en el subcontinente sino a nivel mundial en el porcentaje de uso de energéticos renovables. Esto en parte se debe a su tamaño, que hace más fácil las inversiones y modificaciones porcentuales, lo que sería más difícil en un país de otra superficie y economía.
Igualmente es ampliamente favorable que estos datos contundentes sean producto de políticas que trascienden una administración e incluso un partido, para dar lugar a una política de Estado. Ello constituye un rara avis en un país en que se han dado a menudo decisiones y modas que no suelen durar más de un período y que el gobierno que le sigue revierte de un plumazo, a veces por motivaciones políticas o por redefinición de prioridades o recorte de recursos.
Pero en el marco de una política de Estado considerada positiva, hay aspectos que van en sentido contrario a los presuntos objetivos de racionalización del uso de recursos. Mientras se incorpora generación de fuentes amigables y renovables, se mantiene la tendencia de encarecimiento o de alta incidencia de costos en el esquema socioeconómico del país, por encima de los costos reales de generación, que van en descenso pero que no se reflejan en las facturas a la población, empresas y la diversidad de componentes de la comunidad.
Ello supondría que los costos de abastecimiento de la demanda de UTE evolucionen por debajo de lo programado para el año, pero hasta ahora esa baja no se refleja en el bolsillo de los consumidores.
Incluso, con sentido común ante este escenario, a comienzos de mayo el Directorio y los equipos técnicos de UTE habían dado el aval para que se aplicara una rebaja generalizada de 15% en las tarifas de electricidad por un período de tres meses durante el invierno. Pero luego la medida quedó en suspenso cuando pasó a estudio del Poder Ejecutivo, y hasta ahora el plan de bonificaciones quedó acotado a un segmento de las empresas y establecimientos industriales, sumado a una baja de 15% para los productores lecheros.
Y no puede extrañar que, de acuerdo con los últimos resultados publicados, los primeros tres meses de 2017 fueron muy favorables para UTE, donde obtuvo ganancias por 200 millones de dólares.
¿Por qué no se hizo lugar al pedido de las autoridades de UTE de bajar tarifas, lo que hubiera sido un aporte muy significativo para bajar los costos de hogares y empresas, para la competitividad, para la economía en general? Pues simplemente para recaudar y enjugar el déficit fiscal, para dar aire a Rentas Generales, por el aumento desenfrenado del gasto público, por el déficit enorme de Ancap, los desaguisados de ALUR, el insostenible proyecto de Alas U y el déficit acumulado por Pluna, entre otros.
Estos argumentos se ven a la vez reforzados por datos conocidos en las últimas horas a través de El País, que indican que en el primer semestre del año el valor promedio del barril de petróleo en pesos estuvo por debajo de la referencia que tenía Ancap para fijar el precio de los combustibles.
En la mayor parte del semestre, Ancap importó los combustibles al estar parada la refinería, y en los cinco meses para los que hay datos, siempre fue más barato importar los combustibles.
En la nafta Premium 97 los números de la Ursea marcan que fue 7,97% más caro el precio pagado por el consumidor en el promedio de enero-mayo que el de paridad de importación. En la nafta Super 95 los datos de la Ursea marcan que fue 9,12% más caro lo que pagaron los consumidores en el promedio de enero-mayo que el precio de importación.
En el gasoil es donde se da la mayor diferencia de precio. En enero-mayo, el precio fijado en surtidor fue 49,3% más caro que el que marcaba el precio de paridad de importación. En mayo se dio la mayor diferencia: los consumidores pagaron 53,1% más el litro de gasoil que si se hubiera importado. La menor brecha fue en febrero, cuando hubieran pagado 46,1% más.
A la vez, una comparación que realizó CPA Ferrere con la región en enero, dio que el costo del gasoil en Uruguay era 96% más caro que en Chile, 49% superior al de Brasil y 32% por encima del vigente en Argentina.
En 2016, Ancap había aprovechado un sobrecosto de U$S 415 millones, que pagaron los consumidores, para mejorar sus números y dio U$S 15 millones de “ganancia”. En todos los casos, los consumidores, las empresas, los sectores reales de la economía pagaron sobrecostos en energía por la vía de trasladar recursos a Rentas Generales, como en la electricidad y en los combustibles, a través de impuestos, que son a grandes números nada menos que la mitad del precio final para el consumidor.
La explicación para estos sobrecostos y encarecimiento del país han sido las necesidades de caja del Estado, por exceso del gasto, por no hacerlo sobre contrapartida de gestión, por disponer de recursos alegremente como si fuera a durar para siempre la época de las vacas gordas.
Lamentablemente estos desatinos y la ceguera ideológica van en contra de las políticas positivas como las acciones para el cambio de matriz energética, y hacen que al fin de cuentas al ciudadano, al país, nunca le toquen las maduras y siga permanentemente en las verdes, porque siempre hay un motivo para seguir sacándole dinero de los bolsillos con mil y una excusas.